A los hermanos de personas con discapacidad:
Sé que junto a tu nombre no figura un diagnóstico ni una extensa historia clínica. Estás acostumbrado a ser conocido como hermano/hermana de tal. A veces te preguntas si alguien recuerda tu nombre. Todo el mundo habla de tu hermano como "especial", y atrae involuntariamente toda la atención de la familia. Muchas veces te sientes olvidado, pero quiero que sepas algo: no te olvidan, y estás lejos de ser uno más. Eres increíble.
Sé que junto a tu nombre no figura un diagnóstico ni una extensa historia clínica. Estás acostumbrado a ser conocido como hermano/hermana de tal. A veces te preguntas si alguien recuerda tu nombre. Todo el mundo habla de tu hermano como "especial", y atrae involuntariamente toda la atención de la familia. Muchas veces te sientes olvidado, pero quiero que sepas algo: no te olvidan, y estás lejos de ser uno más. Eres increíble.
Sé que es difícil ver a tu hermano o hermana luchar. Tu nombre no aparece en los registros, pero su diagnóstico te ha cambiado la vida. Sé que no parece justo, y no lo es. No es justo para nadie. Es difícil, y duele mucho más de lo que debería.
Sé que tu vida no se parece a la de tus amigos. Has tenido que sacrificar tanto, incluso si aún no entiendes lo que significa esa palabra. Te has perdido eventos deportivos, fiestas de cumpleaños, campamentos, recitales y vacaciones lujosas. Te han enviado a casa de familiares y amigos durante emergencias. Las salas de espera son habituales, y puedes recitar terminología médica como el abecedario.
Tuviste que crecer demasiado rápido. Escuchaste a los doctores y terapeutas decirles a tus padres todo lo que tu hermano no va a hacer. Todos los efectos secundarios y posibles complicaciones. Estás más asustado de lo que estás dispuesto a admitir. Viste como tu mamá y tu papá lucharon por contener las lágrimas e intentaron sonreír. Te dijeron que no pasa nada, pero sabías que no era así.
Y se rompió tu corazón, pero fingiste que no. Pones cara de valiente e intentas hacer sonreír a tu madre. Has asumido más responsabilidades de las que deberías, y sientes que es tu trabajo mantener a todos sonriendo y riendo, incluso cuando estás triste y asustado por dentro.
Ojalá tuviera una forma de hacerlo todo más fácil para ti, pero no la tengo. No puedo agitar una varita mágica y hacer que tu hermano o hermana esté mejor. No puedo devolverte todo el tiempo que te has sentado esperando en las consultas médicas y centros de terapia. No puedo mejorar las partes difíciles de tu infancia, pero puedo decirte esto: tu sufrimiento no se desperdicia. Serás el adulto más increíble.
Estoy convencido de que la próxima generación que cambiará el mundo va a ser la de los familiares de personas con discapacidad. Porque en medio de todo lo difícil y todo el dolor, has aprendido lo que realmente importa en esta vida. Has aprendido cosas que muchos adultos no pueden comprender. Cosas que un libro de texto nunca podría enseñarte. Has visto la vida real. Te has parado en medio de una tormenta furiosa sin paraguas, y en lugar de correr para esconderte, has esperado sin dudar por el arco iris.
Has aprendido el valor del trabajo duro. Has aprendido a nunca rendirte. Has ayudado en sesiones de terapia. Has sido el apoyo más grande de tu hermana/o. Lo has alentado más que nadie, y has aprendido a celebrar cada pequeño hito.
Vas a cambiar el mundo porque miras el mundo y ves a cada persona como igual. No ves la capacidad física o mental como un indicador del valor de una persona. Comprendes que vale la pena luchar por cada vida, incluso si se ve diferente de lo que el mundo considera normal. Sabes lo que significa tratar a alguien con verdadera dignidad y respeto, y consideras que es un honor servir a los demás. No piensas que eres mejor que nadie, y sabes que una sonrisa es la mejor retribución.
Abby Banks, mamá de Jay, Austin y Wyatt, que pelea con la mielitis transversa. Autora y defensora de los derechos de las personas con discapacidad.