domingo, 4 de enero de 2015

Por enésima vez: "Esta es la última vez que me rompen el corazón"

“Esta vez va en serio. Se acabó. No volverán a hacerme daño, no volveré a ilusionarme antes de tiempo, no volverán a romperme el corazón”.
Hay personas que tienen este discurso tatuado en la piel, como si se tratase de un recordatorio al que recurren cada vez que recaen en la tentación de creer en un sueño o vivir una nueva ilusión. Son ese tipo de personas que nunca aprenden la lección, que todavía no se han enterado de que hay que escuchar a la cabeza, y no solo al corazón, y que viven guiadas únicamente por la pasión: por la inquietud descontrolada de conocer a alguien nuevo; por la emoción de comenzar un nuevo proyecto o por la esperanza de alcanzar un reto inimaginable; motivadas por la fe de ver donde quizás, solo quizás, no haya nada que ver.
Dicen que cuando nos ilusionamos se produce en nosotros una energía interior que nos hace mentalmente y emocionalmente más fuertes: de repente, desaparecen los imposibles y pasamos a vivir en un estado capaz de elevarnos hasta límites insospechados. Nos entregamos, sin esperar nada a cambio, y por muchos consejos y advertencias que recibamos, la caída no tiene cabida en nuestro plan.
Sin embargo, suele pasar que tarde o temprano nos caemos, y en picado: por la decepción de ver que no es quien pensabas que era; por la frustración de no sentirte valorado en un trabajo; por la desilusión de ver truncado un sueño; por el chasco de ver que, a veces, actuar de todo corazón, no es suficiente.
-¿Te lo dije o no te lo dije?
-Sí, me lo dijiste.
-Pues espero que hayas aprendido la lección.
Y bien, ¿cuál es la lección? ¿pensar o sentir? ¿actuar con cabeza o con el corazón? La lección es que esta es la tercera, cuarta o quinta que te rompen el corazón, lo que significa que te has desenamorado de la vida unas cuantas veces pero también has sido capaz de volverte a enamorar otras tantas. Por eso, cuando después de una caída te preguntes si realmente vale la pena volver a arriesgarlo todo por alguien, por algo, si realmente vale la pena entregarte con todo tu corazón incluso sabiendo que corres el riesgo de perderlo, una vez más, la respuesta es, indudablemente: sí, vale la pena.
Vale la pena porque quien dijo que lo que no nos mata nos hace más fuertes lo dijo sabiendo que volveríamos a caer, pero manteniendo la fortaleza para volvernos a levantar, para, por enésima vez, volver a creer, con las mismas ganas que ayer, con la misma sonrisa inconsciente y el mismo deseo incontrolable, dispuestos y sin miedo, a que nos vuelvan a romper el corazón. La lección es que ese tipo de personas que nunca aprenden la lección es porque nunca han perdido, ni perderán algo que muchos otros perdieron en el camino: la ilusión.

“Dedicado a todas aquellas personas con el extraño don de tropezar siempre con la misma piedra, pero con la mágica capacidad de mantener siempre las ganas de seguir sonriendo”.




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