viernes, 13 de marzo de 2015

Nosotras

A lo largo de todos estos años he conocido a muchas mujeres. Mujeres con intereses, con su propia manera de ver el mundo que se rinde a sus pies. Con un color distinto de carmín de labios, de ropa interior y de piel. Con una sonrisa diferente cuando suena su canción favorita y una manera peculiar de fruncir el ceño ante un contratiempo. Mujeres que me han demostrado que no importa la distancia, no importa el acento y mucho menos, la forma de vestir. No importa el Dios que alaben ni las arrugas que hablen de años pasados. Todas ellas son especiales, diferentes… Y buscan cuidarse por dentro y por fuera.
Mujeres que les gusta mezclar colores, como el verde con el rojo y un chorrito de amarillo oliva. Que comen equilibrado, aunque tantas y tantas veces su vida se haya puesto patas arriba. Que de vez en cuando se dan un capricho, porque se lo merecen y no hace falta más explicaciones. Que no creen en dietas milagro y sí en la voluntad y la perseverancia. Que se han planteado objetivos y los han cumplido, y han demostrado al mundo que sobre su cuerpo sólo mandan ellas. Que son capaces de hacer ejercicioy sentirse vivas y activas. Porque hacer deporte no sólo es saludable físicamente, sino que psicológicamente nos hace sentir bien. Mujeres que se sienten guapas sin que nadie se lo diga.
Mujeres que se preocupan por su aspecto, que se visten para gustarse a sí mismas y no a los demás. Que se visten y se peinan sin importarles la moda, el look de la famosa de turno, los comentarios del resto… Que eligen la largura de su falda y el tamaño de su sonrisa. Mujeres con opinión, que saben decir “no” cuando quieren y gritar “sí” cuando les da la gana.
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Mujeres que disfrutan de los pequeños momentos y los detalles que les brinda la vida. Que gozan de ese momento de felicidad indescriptible que sienten cuando miran el despertador pensando que llegan tarde a trabajar y se dan cuenta de que es fin de semana. De esa sonrisa nerviosa que se escapa al bajar de un tren porque saben que está esperando un alguien que para otros no tiene nombre y que si te nombra te deja sin habla. De una llamada un día cualquiera que hace que lo marquen en el calendario. De un abrazo en mitad de la calle, de un guiño en la barra del bar o un beso en un portal. Y son precisamente ellas, las que ante un día lluvioso y sin paraguas, se preocupan de algo más que de su peinado y son capaces de bailar bajo la lluvia. De disfrutar de la frescura de las gotas y de abrir los brazos a un cielo que le enseña al mundo el ciclo de la vida: el agua. Mujeres optimistas, risueñas, que no aceptan un “no” por respuesta y que frente a las adversidades saben ver el lado bueno de las cosas. Que suben el ánimo cuando todo parece perdido pero nada lo está. Porque cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, y sin un poco de lluvia no podemos ver el arco iris.
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Mujeres que se preocupan, que tienen miedos y que, ante todo, no son súper heroínas. Porque existe la idea de que tienen que ser perfectas, que hay una especie de podio en el que tienen que pelearse para ser el número uno y han de decir de ellas que son “mujeres diez”. Que no quieren números en sus descripciones, pero quieren que cuenten con ellas. Que tienen sentimientos, que tiran hacia delante pero también necesitan parar de vez en cuando a tomar un respiro. No quieren comparaciones y, sobre todo, no las necesitan.
Mujeres como tú y como yo. ¡Seamos nosotras!
Porque las mujeres podemos ser tan simples o tan complicadas, pero sobre todo, tan bellas por fuera y por dentro, como una gota de agua.

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