viernes, 30 de agosto de 2013

"La gente inteligente aprende de los errores de otros, la gente idiota espera a aprender de los suyos"

Mi madre tiene un grupo de frases emblemáticas, algunas son muy ciertas y otras no tanto. La anterior es una de las frases que yo tomé como verdad absoluta hasta que la vida de a pocos me demostró todo lo contrario. Aunque no sé, de repente, por lo terca que soy pertenezco a un pequeño porcentaje de la humanidad que necesita equivocarse para aprender la lección y bien aprendida. De todas formas, en algunas áreas sí se puede aprender de los errores ajenos, pero en una en particular casi todos hemos necesitado equivocarnos para aprender. Me corregiré y diré "casi todas" dado que aún no entiendo muy bien el funcionamiento de la mente masculina y solo puedo atestiguar en nombre de las mujeres. Casi todas hemos necesitado equivocarnos y es más, hemos tenido el deseo de equivocarnos, cuando se trata de problemas del corazón. Sobre todo cuando son los primeros problemas que sufrirá nuestro bombeador de sangre. 

Hay errores que cometemos sin la intención de querer errar. Por ejemplo, cuando decimos algo y hiere a una persona que queremos, pero no fue nuestra intención herirla en primer lugar. La mayoría de errores que las mujeres cometemos cuando nuestro primer gran amor se nos escapa de la manos, casi siempre son hechos teniendo como base el deseo de equivocarnos. Incluso donde no hay drama, nosotras creamos nuestro propio drama para que años más tarde pensemos "¿en serio hice eso?" o "¿tan tonta era?".

Lamentablemente, muy pocos primeros amores sobreviven por más que queramos creer lo contrario en su momento. Cuando yo quise a alguien por primera vez y terminó absolutamente todo, por un momento creí que nunca iba a poder querer a alguien más. En serio lo creí. De repente, querer sí pude, pero no con esa misma intensidad. Pasaron los meses (una buena cantidad) y me dí cuenta de que me equivocaba, que tenía 18 años y que mi vida estaba empezando. Pero mucho antes de ello, no sé si fue la mezcla de demasiadas novelas de Jane Austen a tan corta edad o mi exposición a tantas comedias románticas, tal vez mi personalidad de romántica empedernida o tal vez todo junto y otros factores que hicieron que me cegara totalmente en nombre del "amor". Incluso a los 12 años sabía que yo era mucho más madura que mi primer amor, que tenía todo para retirarme con la cabeza en alto. Yo había sido la afectada, pero sin embargo realicé acciones de las que me arrepentí meses más tarde...

miércoles, 21 de agosto de 2013

El truco es...

El truco es tener mala memoria.
No recordar cada conversación, ni cada roce. No recordar que esas canciones son suyas, que decidiste ponerles su nombre un día, porque lo único que pasaba por tu cabeza era su sonrisa.

El truco es no pensar en la playa. 
En las peleas en el agua, en la arena, en su cuerpo mojado, en que te molesta la arena cuando te la tira por encima.

El truco es no pensar en su nuca. 
En cómo se alejó tan rápido.

El truco es no acostumbrarse. 
No acostumbrarse a cuatro palabras bonitas, a noches en vela, a caricias en la espalda, a canciones con mucho más sentido, a planes sin sentido alguno, a ganas saciadas, a preguntas contestadas.

El truco es no preguntar. 
No preguntar "por qué", la respuesta no te va a gustar, es mejor no saberla, que es miedo a que diga que ya no hay nada que hacer, por mucho que esperes no vas a volver a tener noches en vela por él, ni tardes "desaprovechadas" porque no te deja estudiar, porque prefieres estudiarle.

El truco es no decir "Buenas noches".
Que son suyas.

El truco es que no hay trucos. 
Que es él, que no funcionan. Te rompe los esquemas, lo hizo desde que decidió dejarse ver. Que si no quiere no aparece. Que son sus "Buenas noches" las que esperas. El único capaz de hacer que te salga el orgullo, y no ser capaz de preguntar. O el miedo, a saber, a que ya no vuelva. Que ya dijo que no había nada.

Pero.

El truco en realidad es que no haya un "pero".
Eso, que nunca depende de ti.

lunes, 19 de agosto de 2013

La vida siguió...

Y, sin ti, como bien dijo Sabina, la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Todo sigue. Todo excepto yo. Yo me quedo, aquí, tirada en la cama, sufriendo este eterno domingo en el que tengo demasiado tiempo libre para recordar que estoy perdida. Que te he perdido. Y que somos una horrible causa perdida. No quiero abrir los ojos. Para qué. Y tampoco quiero salir de mi habitación. No me aviséis cuando la cena esté lista. Dejadme un poquito sola, en silencio, mientras escribo y desvivo por encontrar una salida antes de que empiece a gustarme demasiado todo este decadente estilo de vida. Todo este arañarme la herida preguntándome si estarás siendo feliz sin mí, y sé que sí, así que, ya no sólo me hiero, sino que sangro, pero no grito. No, no grito. No quiero llamar la atención, ni gritar auxilio ni enviarte por whatsapp ese "rescátame, joder" que termino siempre borrando. Estoy segura de que destrozarme un poquito más contra el suelo, por tropezar con la misma puta piedra de siempre, me enseñará algún día que hay veces que no merece la pena quedarse mucho tiempo en el mismo lugar. Aquí sólo hay precipicios, cariño. Precipicios y fotografías nuestras. Que, en realidad, vienen a ser lo mismo. Así que, te explico, y atento: la próxima vez que nos veamos nos sonreiremos, y nadie sabrá que, en realidad, nos estamos apuñalando el alma. Nos preguntaremos qué tal estamos y diremos que bien, aunque tú sepas que yo estoy jodida y aunque yo ignore si has conseguido ser feliz. No hablaremos de nuestros sentimientos, para qué, hablar de sentimientos es de personas valientes, de personas fuertes; y nosotros sólo somos un par de gilipollas; yo, una gilipollas que escribe cosas bonitas sobre el amor, y tú, un gilipollas que sabe desordenarme el ciclo de sueño demasiado bien. Y no dejaremos de sonreír en ningún momento, será nuestra forma de gritar. Acuérdate de lo que te digo. Y luego nos iremos y querremos quedarnos un poquito más. Querremos jugar a ese juego de sentir que le importamos a alguien. Un juego peligroso, vaya. Pero no jugaremos. Como decía, nos iremos y ni siquiera nos giraremos para mirar atrás, quizá ni dos besos de despedida, quizá ni un "hasta pronto". Quizá lo más conveniente sería despedirse con un "descanse en paz". Con un punto y final. Con un "ni vivieron felices ni comieron perdices, se emborracharon como un día de fiesta cualquiera y siguieron deseando que alguien les rescatase esa noche, y todas las demás noches. Siguieron creyendo en el amor, aunque doliese. Siguieron esperando, aunque ya fuese demasiado tarde. Y así toda la vida". Sí, creo que ese sería un final bastante adecuado. ¿No crees? Y qué triste...

domingo, 18 de agosto de 2013

Conjugar en ti todos los verbos que acaben en "arte", menos olvidarte

Dicen que echar de menos es el primer paso para olvidar a alguien. La experiencia me ha hecho creer lo contrario. Ahora pienso que hay personas que son imposibles de olvidar, ya sea por los momentos que hayáis compartido juntos, por las sensaciones que te provocaba o por lo enormes sentimientos que sentís el uno por el otro. Sea cual sea la razón, hay personas que se te quedan guardadas en el corazón, que te dejan su marca, posiblemente para siempre. Porque os unen cosas que jamás os podrán unir a nadie más de la misma forma. Hablo en plural, pero en realidad, yo, personalmente, me refiero solo a una. Y no la podrás olvidar, no te castigues por eso, no sufras, no hagas más esfuerzos de la cuenta. Lo que sí podrán cambiar son tus sentimientos hacia ella, tu forma de ver a esa persona... Y mira que eso es inevitable y peligroso a la vez, porque puedes arruinar un pasado perfecto por estar en un presente que lo descoloca todo. No te dejes engañar; el pasado no cambia, lo que cambian son las personas, con su característica forma de complicar las cosas.


miércoles, 7 de agosto de 2013

Hoy y siempre...

Hoy me levanté con ganas de contarte lo que soñé. Me levanté con ganas de abrazarte y de no soltarte nunca. Con ganas de susurrarte al oído la primera idiotez que me viniera a la cabeza. Me levanté con ganas de besarte, de decirte que te quiero... pero no estabas.

Me pasaré la vida buscando a alguien que se parezca a ti

Estoy segura de que no me considero igual que como tú piensas que soy. Tampoco es que sepa muy bien del todo cómo soy. Lo que sí sé es que no hay nada en el mundo que vaya a cambiar lo que pienso yo de ti. Ni lo que siento. Ni lo que hemos pasado o dejado pasar. Creo que nosotros nunca debimos de acabar, siento opinar distinto a ti, pero es lo que pienso. Porque desde entonces he puesto mi vida patas arriba, como de vez en cuando está mi armario. Y no hay forma de ordenarlo, son demasiadas cosas y no puedo con todo a la vez. Y si cuando empiezo a ordenar mis ideas llegas tú otra vez como un huracán a desordenarlo todo... así no hay manera. Y no es solo eso, es que pensaba que estaba aprendiendo a ser fuerte, y todo eso se ha esfumado también. Ya vuelvo a ser la misma vulnerable de siempre, joder. Pero he de admitir que no me importa del todo. De verdad, lo admito, te echaba de menos a ti y a todo lo que viene contigo. Creo que no conozco a nadie que sea más iluso que yo. Olvidarte, suena tan imposible que no sé ni cómo llegué a pensar que con un poco más de tiempo lo conseguiría. Al menos es lo que dicen por ahí, lo oigo a todas horas, y lo siento pero cada vez me parece más imposible. Y cada vez me siento más idiota. Por eso, y por todo. Por esta mala sensación, por no estar a la altura de nada, por simplemente no hacer las cosas bien. ¿De verdad que todavía no se ha inventado una máquina del tiempo? ¡Que prometo que yo pago por ella lo que sea!