jueves, 30 de enero de 2014

"Eso solo pasa en las películas"

Deben de existir pocas frases de manual más utilizadas que esta. El caso es que hoy me voy a atrever a decir que discrepo. Sí, discrepo. Discrepo porque la verdad es que las cosas no solamente pasan en las película. Las cosas pasan en la vida real. Te pasan a ti. Y a mí, claro. Solo que necesitamos que las películas nos lo recuerden. Necesitamos que nos lo recuerden porque vivimos de referencias. Vivimos de lo palpable, de lo tangible, de aquello que se deja entender. Y nos angustia lo efímero, lo metafísico, lo intangible. Y para eso están las películas. Para recordarnos que lo que nos pasa en la vida es real y podemos tocarlo. Son el "¿por qué no?" que a veces nos cuesta tanto preguntarnos. 


Seguramente alguna vez hayas entrado en un estado se shock profundo durante un par de días tras ver una película en la cual el protagonista podrías ser perfectamente tú. Sí, tú. El que necesita ver una película para darse cuenta de que le está pasando algo en la vida. Todas hemos salido del cine con ganas de robar un coche y darnos a la fuga con el primer tío bueno que encontremos por el camino. Hemos salido del cine y hemos escrito ese mensaje que llevábamos un mes pensando si mandar o no. Hemos querido dar cera y pulir cera. Nos hemos imaginado en una isla desierta pescando con un palo que nosotros mismos hemos convertido en una caña de pescar, viviendo en una cabaña (porque aquí todos sabemos construir cabañas, ¿verdad?). Hemos vuelto a casa imaginándonos que nos persigue el FBI, la CIA y Freddy Krueger (sí, todos a la vez), Hemos escrito por un grupo de Whatsapp preguntando para cuándo narices ese viaje a Las Vegas. Hemos mirado a un extraño fijamente a los ojos mientras nos cruzábamos con él; hemos llegado a casa y le hemos ordenado a nuestro perro que encuentre YA el tesoro; hemos salido de la sala del cine con ganas de encontrarnos con el amor de nuestra vida y ser feliz junto a él. 

Puede que nunca llegues a hacer ninguna de estas cosas. Pero esa película, aunque sea durante unos minutos, ha despertado algo real en ti. Real como la vida misma. Como un ciclo continuo de ensayo y error y películas entre medias.

Así que, si has visto suficiente cine o has vivido lo suficiente, voy a recordarte que: 

Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos que nos haga falta pudiésemos coger un poco. Que cuando te das cuenta de que quieres empezar algo importante en tu vida lo único que quieres es que tu vida empiece lo antes posible. Que la única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse. Que a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Que lo menos frecuente en este mundo es vivir, la mayoría de la gente existe y eso es todo. Que no queremos necesitar nada que no podamos tener, que al fin y al cabo mañana será otro día, que no se ve bien más que con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos. Que cada minuto que pasa es una oportunidad de seguir cambiando, que el mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía, que el artista mienta para mostrar la verdad y el político para ocultarla. Que algún día nos harán una oferta que no podremos rechazar. Que hay noches que son acera de cambiar el juego. 


Que puedes pasarte la vida levantando muros o puedes vivirla saltándolos, que en algún momento hay que elegir entre hacer lo fácil y hacer lo correcto. Que personarse a sí mismo suele ser mucho más duro que perdonar a los demás. Que son las decisiones las que nos hacen ser quienes somos, y siempre podemos optar por hacer lo correcto. Que podrán quitarnos la vida, pero jamás nos quitarán la libertad, que tonto es el que hace tonterías, que si tú ves un bombón da igual que el resto veo una caja, que todos nos volvemos locos alguna vez, que no hay lugar como el hogar. Que no existen preguntas sin respuesta, solo preguntas mal formuladas. Que un hombre sin miedo es un hombre sin esperanzas. Que no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte. Que la vida debe ser una locura porque si no todo se reducirá a un puñado enorme de lunes, que la gente siempre dice que el tiempo lo cura todo pero en realidad solo duele más, que lo más bonito de ser feliz es que crees que ya no volverás a estar triste. Que siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante, que nos enamoramos y formamos familias porque todos necesitamos testigos de nuestras vidas. 


Que no llueve eternamente, que hay que aceptar lo bueno y lo malo, ya que no se puede amar a la gente a trozos, que el corazón de los hombres se corrompe con facilidad, que solo tú puedes decidir qué hacer con el tiempo que se te ha dado. Que la experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que le damos a nuestros errores. Que a veces no decimos mentiras, sino que le damos amplitud a la verdad. Que a veces no nos acordamos de olvidar. Que aunque a veces no recordemos, nada de lo que sucede se olvida; que queremos a las personas por sus cualidades, pero que las amamos por sus defectos; que los silencios más intensos son los que están repletos de todo lo que ya se ha dicho; que los príncipes azules siempre acaban destiñendo. Que el amor a primera vista es como cuando empieza una canción y simplemente sabes que tienes que bailar. Que a veces necesitamos creer que las personas son buenas aunque nos decepcionen una y otra vez, que todos tenemos la necesidad de pertenecer a alguien en algún momento de nuestras vidas. Que las preguntas nunca son indiscretas, pero las respuestas a veces sí. Que el amor no es jactancioso o engreído. Que hay cosas que son ciertas, no importa si las crees o no. 


Que la vida es caer y levantarse, que la vida es alegrarte los viernes y joderte los lunes, que hay que abrazar a quien te abrace y besar a quien lo merezca, que a veces el infierno somos nosotros mismos, que alguien tiene que morir para que los demás sepamos apreciar la vida, que siempre hay que seguir aunque sólo sea por curiosidad, que la vida es demasiado corta para estar siempre cabreado, que nadie encuentra en esta vida todo el cariño que debería, que la vida nunca sale como la habías planeado, que el orgullo es algo que se tiene cuando hay algo para perder. Que la cosas de verdad no pueden encontrarse donde no existen, ni tampoco pueden esconderse donde sí las hay. Que la tentación muchas veces se vence cayendo en ella. Que hay que mantener cerca a los amigos y más cerca a los enemigos, que el mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más. Que francamente, querida, me importa un bledo. Que bueno, que nadie es perfecto. 

Que algún día darás un beso por el que medirás los demás el resto de tu vida, que hay que ser más fuerte en las derrotas que en las victorias, que a veces haces todo lo que puedes para escapar de un lugar y cuando te llega la oportunidad de irte encuentras una razón para quedarte, que no siempre llorar es malo pues no todas las lágrimas son amargas. Que siempre nos quedará París y que esto va por ti, muñeca. 


Te recuerdo todas esas cosas que aprendimos de las películas y que aunque ya sabemos, necesitamos recordar de vez en cuando. Te las recuerdo porque a lo mejor, y sólo digo a lo mejor, alguna de ellas te resulta útil. Y da igual si sabes o no de qué películas hablo. No importa si conocer a quienes han ido convirtiendo en palabras e imagen algunas grandes verdades de la vida. De tu vida. Y de la mía, claro. Da igual porque lo sepas o no, lo has vivido. Lo sabes, o estás a punto de saberlo. Solo que no sabrías explicarlo con palabras. Tú procura no olvidarte de esas cosas. Pero si lo haces... acuérdate de lo que pasa en las películas. 

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