Mejor que una mañana de Reyes. Que una bocanada de aire olor a salitre, que una chimenea en pleno enero. Que un abrazo cuando te deshaces cual puzzle. Mejor que un perdón de una amiga, que un batido tras volver de la playa, que un regalo inesperado. Mejor que un importante partido de fútbol ganado. Que una lágrima de felicidad, que una foto perfecta, que el estreno de unos zapatos. Mejor que un beso en la frente, que la toalla al salir de la piscina, que una tarde viendo Posdata. Mejor que el descubrimiento de una canción, que una noche de desenfreno, que una nota alta en una asignatura difícil. Que un no para de reírse, que un sueño cumplido, que un batido de fresa. Mejor que una tarde en mi sitio favorito. Digamos que eres mejor que todo eso. Como bien decía Julien: << Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico, ¡qué gozada! Era lo mejor del mundo. Mejor que la droga, mejor que la heroína, ¡éxtasis! Mejor que el sexo. Mejor que la nocilla y los batidos de plátano. Mejor que la triología de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del milenio. Mejor que los andares de Emma Pill, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford. Mejor que la cara B de Abbey Road, que los solos de Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Amstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro. Que todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson. Mejor que Woodstock.
Mejor que la libertad. Mejor que la vida >>.
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