Tener un ex puede convertirse en un tormento. Una relación rota apunta a conflictos que hay que solucionar y el tipo de relación que mantengamos tras la ruptura con el otro señala la capacidad que tenemos para resolver esos conflictos. Las peleas continuas provienen de ataduras psíquicas que no se saben romper. Después de una separación, hay que elaborar los sentimientos de pérdida. Una pareja siempre organiza un cuerpo simbólico de su relación interpersonal y, cuando se rompe, cada uno de sus miembros siente que el otro se lleva con él parte de sí mismo. Cuando el "yo" ha hecho una reconstrucción con lo vivido como partes perdidas, se puede hablar de que hay un enriquecimiento de la capacidad para relacionarse. Entonces se puede volver a establecer una relación nueva. Si no, las discusiones y los enfrentamiento se mantienen en el tiempo.
Una relación amorosa se construye bajo la base de múltiples complicidades inconscientes, entre las que destaca la de depositar en el otro aquello que tememos de nosotros mismos, así como lo que admiramos. Por ejemplo, si somos muy dependientes y no lo aceptamos, podemos elegir a alguien más dependiente aún para atribuirle nuestras debilidades. Si nuestra historia afectiva no ha sido del todo buena, repetimos enlaces patológicos porque no sabemos relacionarnos de otra forma.
Cuando una pareja se separa, cada uno tiene que enfrentarse a todos lo que no funcionó dentro de sí mismo. Es un acto que exige la valentía de enfrentarse a los problemas internos. Ambos tienen que realizar un proceso psicológico que les conduzca a revisar lo que les hizo romper, y enfrentarse así al duelo por la pérdida de lo que la otra persona representaba en su vida. La separación de una persona a la que se ha querido constituye uno de los momentos de mayor angustia, ya que la pertenencia a una pareja nos da un lugar en relación al otro: somos alguien para él.
Cuando nos quedamos sin ese referente, parte de nosotros se va con él y nos enfrentamos a la soledad y a una reconstrucción de nuestra vida. Si la identidad es frágil, se puede llegar a un estado de desesperación en el que se prefiera morir o matar. El odio hacia el ex tapa la desesperación de no saber andar solo por el mundo y de sentir una desestructuración difícil de soportar. El otro, en este caso, no es responsable de lo que sucede, ya que la elección amorosa se lleva a cabo desde el inconsciente.
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