“Ni salud, ni dinero, ni amor. Bueno, amor sí. Pero igual no tal como nos lo han enseñado. Además, en el resto hemos errado mucho el tiro, hemos andado muy equivocados, y así nos ha ido, la verdad. A todos en general y a mí el primero. Porque tener las tres cosas a la vez jamás te ha garantizado nada. Porque perder cualquiera de las tres puede ser simplemente un problema coyuntural. Lo único que sí hay que procurar y procurarse para toda la vida son otros conceptos, que además no son tres, sino cuatro. Yo los llamo amor, verdad, justicia y vida.
Amor. Si aún hay que explicarte por qué es necesario, muy poco podemos hacer ya por ti. Amor en todas sus vertientes y variantes. Desde el simple cariño y afecto necesarios para funcionar por la vida hasta el amor más profundo e incondicional, al alcance sólo de madres y poco más. Desde el encoñamiento más vergonzoso hasta el te quiero como un amigo de los que sólo me apetece abrazar. Mientras sea sincero, qué más da. Todo suma. Que conste que no sólo se trata de recibirlo sino, sobre todo, de repartirlo bien. Si encima tú eres el beneficiario, pues mejor que mejor. Cuanto más acumulas, más debes distribuir. Ojo que esto no es caridad. Es higiene moral. Porque si te lo quedas y no lo repartes, se te acaba pudriendo dentro. Como aquella planta a la que han encerrado sin luz. Se te acabará consumiendo, y por el camino encima te habrá quitado el oxígeno para respirar.
Verdad. Sabes que estás rodeado de verdad cuando escuchas cosas que no tenías previsto escuchar. Las opiniones que no te gustan. Las preguntas que te incomodan. Las respuestas que no has pensado tú. Los enemigos guardan siempre nuestro perfil más auténtico. Un antagonista honesto es un regalo al que hay que cuidar. Y es que lo imprevisible es siempre más cierto que lo que esperábamos que ocurriese. Porque planificar algo es adulterarlo con un tipo de mentira también conocida como control. Y eso no significa que no podamos hacer planes. Significa que sólo tienen algún sentido cuando alguien los rompe. El resto, es creernos nuestro propio engaño. Afortunadamente, la vida no nos espera que hagamos nuestros planes para ponerse a cumplir órdenes. Por eso es más verdad lo que viene de fuera, así como lo que nos provoca por dentro de manera espontánea. Todo lo demás tiene mentira, o mejor dicho, falta sinceramente a la verdad.
Justicia. Justicia de las que no se ganan por oposición. Justicia contemplada como todo aquello que no puede aplicar un juez porque ninguna ley se lo exige. Política de máximos existencial. Porque lo que es realmente de justicia es todo el bien que haces aun cuando nadie te obliga. Cuando nadie te ve. Y si me apuras, cuando nadie se tiene por qué enterar. Si lo tienes que gritar a los cuatro vientos, si esperas algún tipo de recompensa, si te quedas preguntando qué hay de lo mío, eso no es de justicia, entonces ya estás comerciando, y se llama servicio. Te pagan en especie pero te pagan y eso lo convierte todo en un acto transaccional.
Y por último, vida. Vida que incluye tener salud, por supuesto, pero que es mucho más amplia que respirar sin que nada te duela. Consiste en disfrutar y hacer disfrutar pese a todo, en contagiar a todo tu entorno de ganas de más. Consiste en transformar el camino por el que transitas, en dejar el mundo aunque sea sólo un poco más bello de lo que te lo encontraste. Vida que consiste en intentar no robarle la energía a nadie, sino en tratar de recargársela. Vida que consiste en ser más motor que remolque. Batería extra para la alegría de los demás. Es quizás la variable más fácil de comprobar. Si no mejoras el mundo, lo estás empeorando. Te pongas como te pongas. Ya está.
Estos son mis cuatro puntos cardinales. Mis ejes de ordenadas y abscisas vitales. Sin ellos no sabría dónde colocar mis decisiones. Y ya no digamos distinguir el bien del regular.”
- Risto Mejide -
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