—¿Qué pasa si viene un coche? —Te mueres. —¿Qué? —Sólo relájate.
Nos cuesta tanto confiar en los demás... Resulta muy complicado desde mi punto de vista, encontrar a alguien que confíe en ti de la misma forma en que tú puedas confiar en esa persona. Es difícil tirarnos al vacío y confiar, sin saber que abajo puede que nos espere alguien para cogernos o que no haya nadie, y te pegues la hostia del siglo. Pero es que si no hacemos eso alguna vez en nuestra vida, nunca sabremos en quién podemos confiar y en quien no. Hay que atreverse a dar ese paso, sabiendo que puedes tocar fondo, que puedes ser tracionado, que todo puede ir mal. Porque, ¿de qué sirve no arriesgarse? De nada. ¿Nunca habéis sentido la necesidad de tener a alguien en quien sin dudar sabes que puedes confiar, y que le puedes contar tu vida, tus problemas, tus penas y alegrías, y que sabes que no te va a dar la espalda sea lo que sea? Yo sí, siempre he tenido esa necesidad. Y en la vida, me he llevado muchas hostias, es verdad, pero no me arrepiento de nada.
En el amor pasa igual, también se trata de confiar, tantas veces a ciegas. Se trata de conseguir el amor incondicional, querer del todo, o de lo contrario no querer nada. Querer a pesar de las consecuencias, de los sufrimientos y las meteduras de pata. Querer porque sí, porque juntando todas esas cosas resulta que lo bueno las supera a todas. Y yo la verdad, que me quedo con todo, con lo bueno y con lo malo.
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