Mi madre tiene un grupo de frases emblemáticas, algunas son muy ciertas y
otras no tanto. La anterior es una de las frases que yo tomé como
verdad absoluta hasta que la vida de a pocos me demostró todo lo
contrario. Aunque no sé, de repente, por lo terca que soy pertenezco a un
pequeño porcentaje de la humanidad que necesita equivocarse para
aprender la lección y bien aprendida. De todas formas, en algunas áreas
sí se puede aprender de los errores ajenos, pero en una en particular
casi todos hemos necesitado equivocarnos para aprender. Me corregiré y
diré "casi todas" dado que aún no entiendo muy bien el funcionamiento de
la mente masculina y solo puedo atestiguar en nombre de las mujeres.
Casi todas hemos necesitado equivocarnos y es más, hemos tenido el deseo
de equivocarnos, cuando se trata de problemas del corazón. Sobre todo
cuando son los primeros problemas que sufrirá nuestro bombeador de
sangre.
Hay errores que cometemos sin la intención de querer errar. Por ejemplo,
cuando decimos algo y hiere a una persona que queremos, pero no fue
nuestra intención herirla en primer lugar. La mayoría de errores que las
mujeres cometemos cuando nuestro primer gran amor se nos escapa de la
manos, casi siempre son hechos teniendo como base el deseo de
equivocarnos. Incluso donde no hay drama, nosotras creamos nuestro
propio drama para que años más tarde pensemos "¿en serio hice eso?" o
"¿tan tonta era?".
Lamentablemente, muy pocos primeros amores sobreviven por más que
queramos creer lo contrario en su momento. Cuando yo quise a alguien por
primera vez y terminó absolutamente todo, por un momento creí que nunca
iba a poder querer a alguien más. En serio lo creí. De repente, querer
sí pude, pero no con esa misma intensidad. Pasaron los meses (una buena cantidad) y
me dí cuenta de que me equivocaba, que tenía 18 años y que mi vida estaba empezando. Pero mucho antes de ello, no sé si fue la mezcla de
demasiadas novelas de Jane Austen a tan corta edad o mi exposición a
tantas comedias románticas, tal vez mi personalidad de romántica
empedernida o tal vez todo junto y otros factores que hicieron que me
cegara totalmente en nombre del "amor". Incluso a los 12 años sabía que
yo era mucho más madura que mi primer amor, que tenía todo para
retirarme con la cabeza en alto. Yo había sido la afectada, pero sin
embargo realicé acciones de las que me arrepentí meses más tarde...