Lo cierto es que tu personalidad se define por el número y el grado de decisiones que vas tomando a lo largo de tu vida. Al final, te habrás convertido en una persona simple o compleja.
Los simples no salen de su círculo rutinario a no ser que sea cuestión de vida o muerte. Se acomodan en él y ahí se quedan tan a gusto en su monotonía. Son aburridamente predecibles, no tienen iniciativa, ni valor para probar cosas nuevas. De la maravillosa improvisación olvídate, y las grandes decisiones mejor ni mencionarlas. Simplemente, como simples que son, se dejan llevar por el resto… Con todo el cariño, bien por ellos.
Los complejos solo tienen que arremangarse y ponerse manos a la obra. No siempre saben lo que quieren, pero se arriesgan a intentarlo. La verdad que siempre los han tenido bien puestos. Son pequeños líderes que piensan que es genial comprobar que aún tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo. Saben que existe la opción de equivocarse, pero… ¿y si sale bien?
Hazme caso: sé complejo y sé feliz. Toma decisiones porque gracias a ellas hacemos las maletas y nos aventuramos a recorrer mundo, probamos experiencias nuevas y sabemos reaccionar en situaciones complicadas. Nos atrevemos a conocer gente y amores diferentes, montamos negocios y vemos buenas películas. Toma decisiones, toma todas las que puedas porque, sinceramente, no importa dónde acabes ni con quién, siempre terminará como deba ser. Tus errores te hacen ser quien eres. Aprendes y creces con cada decisión que eliges. Y siempre merece la pena, aunque sea solo por contar las historias de tu vida.
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