Soy de esas que llegan media hora tarde y sonríen mientras piden perdón.
De las que hace la maleta cinco minutos antes de salir de viaje. De las
que piensa que el orgullo es lo último que se pierde, pero que hay que saber ceder. Que llevo el
móvil en el bolsillo y que pierde los nervios cuando está en manos de
otra persona. De las que un día parecen y son una de las personas más
felices del mundo y al día siguiente quisieran no levantarse de la cama y
dejar afuera el mundo. De las que de un simple día malo, sacan mil
problemas más que te hacen sentir más hundido. Lo sé, podría tirarme días
enumerando defectos. Pero llegaría a la misma conclusión de siempre: soy
así y por suerte o desgracia, no puedo cambiar.
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