sábado, 15 de junio de 2013

No seas tonta y disimula

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que fui yo para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos parados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a desatiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resulta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande  como el  vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te nota. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornas tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas de mí,

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.

lunes, 3 de junio de 2013

Aunque ahora no venga a cuento:


Te tengo, te pierdo. Te agarro, te suelto. Te vas y te espero. Te busco, te encuentro. Te acercas, me alejo. Te escucho, te cuento. Te compro, te vendo. Te odio, te quiero. Te dejas, te dejo. Me besas, te muerdo. Te pido, te ofrezco. Te amo, te miento. Te abrazo, te aprieto. Me duermo, te sueño. Qué bueno, qué bueno.

domingo, 2 de junio de 2013

El orden de mi desorden

Solía quitarse la sonrisa y ponérsela en los hombros en plena primavera, protegiéndose de las miradas. Cantaba en la ducha antiguos éxitos de los Beatles, como si todavía estuvieran sonando en la radio, y casi lo conseguía. Comía de los retazos de felicidad que dejaban los completos desconocidos cuando la veían. Llámame loco, pero a veces juraría que me enamoraba de ella, por un instante me enamoraba de los pequeños detalles, de las flores de su camiseta, del segundo agujero en su oreja, del remolino rebelde, de la peca en su mejilla. Hace tiempo que no sé de ella, probablemente esté comiéndose el mundo, por algún garito del centro de alguna ciudad abarrotada de gente. Siempre supe que estaba destinada a triunfar. 

Si dejáramos de lado todo aquello que nos duele...

 tendríamos un sitio para volver a ser alguien diferente. 
Donde tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote.

- Si te llevo la contraria, es por llevarte a algún sitio -

Tardé demasiado en comprender que lo mejor que podía hacer por ti, era marcharme. 
¿Pero qué hago con estas ganas de volver?


sábado, 1 de junio de 2013

Un beso lo cura todo

Porque no hay ni mejor ni más fácil reconciliación que un abrazo bien largo, o uno de esos besos de película... Porque hay veces que las palabras sobran, que todos tenemos nuestros más y nuestros menos, pero lo que importa es que nos queremos. Porque está comprobado señores, un beso lo cura todo todo todo, y más de uno no te quiero ni contar...