miércoles, 5 de febrero de 2014

60 segundos

Un minuto sirve para sonreír, sonreír para el otro, para ti y para la vida.
Un minuto sirve para escuchar el silencio.
Es en un minuto en que uno dice el , o el no que cambiará toda su vida.
Un minuto para un apretón de mano y conquistar un nuevo amigo.
Un minuto para sentir la responsabilidad, pesar en los hombros, la tristeza de la derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria.
En un minuto se puede amar, buscar, compartir, perdonar , esperar, creer, vencer y ser.

En un minuto se puede salvar una vida.
Tan sólo un minuto para incentivar a alguien o desanimarlo.
Un minuto para comenzar la reconstrucción de un hogar, de una vida.

Minutos... Cuántas veces los dejamos pasar sin darnos cuenta, pero también cuántas veces traemos a nuestra vida los recuerdos de los minutos vividos llenos de felicidad, de alegría y tristezas.
Con frecuencia decimos "es un minuto" que nos parece nada, pero cómo se aprecia ese minuto al levantar la mano y saludar a un amigo que se va para siempre, como se valora ese minuto que hace que lleguemos tarde a nuestro trabajo, como se espera ese minuto que nos lleva a reunirnos con los que amamos, cómo nos llena de emoción ese minuto al que se entrega al hilo al nacer y como también que la vida otorgue más minutos a que la muerte separará físicamente y no veremos más.

Un minuto parece increíble, parece tan poquito, y sin embargo, puede dejar una huella tan profunda en nuestra vida.
Lo importante no es vivir la vida por qué sí, dejando pasar el tiempo.
Aprendamos a vivir la vida intensamente.
Aprendamos a no posponer las mejores emociones de la vida pensando que "si no es hoy, será mañana".
Recuerda que tu tiempo es hoy.
La vida es hoy.
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa.

lunes, 3 de febrero de 2014

Contra viento y marea

Ante tantos cambios de aire, decidió hacerse dueña del viento. Ya no le importaba si a favor o en contra, hace tiempo aprendió a vivir a contracorriente, se saltaba los pronósticos como olas en el mar y lo de inventar su futuro se convirtió en costumbre a la hora de la siesta, ella siempre prefirió soñar despierta. Con los ojos cerrados eso sí, por si lo que veía a través de ellos le impedía reconstruir lo que en ese momento era una ruina, pero se trataba de su ruina. Ella soplaba más fuerte cada día y mil anticiclones se le formaban dentro de su cabeza, acostumbrada a temporales incontrolables, condenada a naufragios, no le importaba seguir escalando. Y entonces fue la arena quién le hizo darse cuenta de que los relojes funcionaban; pasaba el tiempo y la lluvia cada vez más débil se rendía a sus pies. Ella era la reina de ese lugar y de todo lo que sucedía allí, donde el cielo se posa sobre el mar, como si de un espejo se tratara... Se sentó a soñar con los ojos cerrados pero no logró verse reflejada, y los abrió. Tenían razón, estaba más arriba de lo que cualquier cerveza espumosa le había llevado. Tan pronto estás arriba como abajo, lo bueno es que cuando llegas a la cima no hay quien te baje. Ella siguió durmiendo entre lunas rotas, ya no le importaba lo que pasara alrededor, tenía todo a su favor. Y ahora, recién caídos del cielo... Es lo que tienen los días de lluvia. Pero mañana saldrá el sol porque "por la noche es probable que el viento sea variable".



Cuando parece que todo va a ir bien, te vuelves a derrumbar

El dicho de no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, deja mucho que desear. Yo lo escribiría de otras mil formas distintas, porque yo siempre he sabido lo que tenía y me he sentido especial por ello. Quizás todas las borracheras de después son las que te recuerdan lo mucho que quieres a esa persona, das a conocer tu tristeza al resto del mundo, qué triste y qué verdad más verdadera es esa. 

A veces, después de haber querido tanto, después de haberlo dado todo, cuesta tanto aceptar que todo en esta vida da no uno, sino varios giros inesperados. Hay que aceptar que no puedes basar tu vida en un plan pensado un domingo por la tarde, en el que a los dos os parece lo más fácil, porque total, os vais a tener para siempre. No, no y no. Que no seáis ilusos, que al final todo va por el camino que le apetece. Que está muy bien eso de disfrutar al máximo el presente, pero también hay que tener en cuenta las consecuencias. Me refiero a que no puedes tirarte al vacío sin ni siquiera un arnés que te sujete para cuando estés llegando al final, que eso no ocurre ni en jackass, así que sé un poco realista, y piensa en agarrarte bien antes de dar el gran salto. Que el amor sin locura no es amor, se quedaría solamente en cariño, pero que no tenemos corazones de hierro y que cada amor, cada desamor, cada alegría, cada decepción, nos deja una cicatriz distinta. Y nadie te habla del después, nadie te dice en la tormenta que está al venir, solamente te dicen que aproveches los rayos de sol, que los días soleados escasean últimamente. Hay cosas de las que uno mismo tiene que darse cuenta, y eres tú el que tiene que hacer las cuentas, poner en una balanza y decidir lo que realmente merece la pena y lo que no. 


Yo arriesgué, gané el amor de mi vida y ahora estoy sufriendo alguna que otra consecuencia. Lo normal, lo raro sería que no me importase nada una mierda. Y por fin, a día de hoy soy capaz de agradecer incluso los malos ratos que he pasado después, los malentendidos, algún que otro rencor, un par de discusiones, reconciliaciones fallidas y el dolor de aceptar todo lo que ya no es. Ya puedo ver que todo esto no es más que el final de algo que fue maravilloso, que cuando mejores cosas recibes, luego llega el peor de los finales. Pero sigo viendo la balanza a mi favor, me sigue pareciendo que he ganado, que nunca me arrepentiré de aquella decisión que tomé, que a pesar de todo, ha merecido la pena, ha merecido las alegrías y ha merecido un hueco en mí para siempre. 


Lo único que no me gusta de todo esto es mi cabezonería, mi manía por no querer cambiar las cosas de su sitio. Siempre he necesitado un empujoncito de fuera, ¿te acuerdas? siempre me lo decías, y gracias a ti puedo ver las cosas más claras y ordenar un poco más el caos que tengo en mi cabeza. 


No sé cómo, pero me parece que voy encontrándome por la vida con las mejores personas que existen, con las que llenan mi vida y saben sacar lo mejor de mí. No pienso olvidarme de nada ni de nadie, porque todo forma parte de mí, todo lo que me pasa me ayuda a madurar, a cambiar, a prepararme para todos los años que me quedan por vivir, todas las experiencias, todos los amores y respectivos desamores que llegarán. 


Solo me falta una cosa, el miedo a volver a empezar, pero eso ya es otro tema, algo que llevará más tiempo de lo normal. Lo único en lo que me centro ahora es en no dar más vueltas, porque muchas veces nos perdemos las pequeñas alegrías mientras esperamos la gran felicidad. Que no seamos tontos, que la felicidad no es más que la suma de esas pequeñas alegrías de cada día. 


Y que la felicidad, se lleva dentro.