miércoles, 14 de enero de 2015

Y así, se acostumbra el corazón a olvidar


Dicen que si no has querido con locura, no sabes lo que es el amor. Que el amor es una locura y que cada loco lo vive a su manera; un estado delirante, una bomba de adrenalina subida en una montaña rusa, a veces tocas el cuelo, otras, rozas el suelo. Que los que lo han conocido, lo saben. Tal vez sea verdad, quizás eso explique por qué cuando acaba, la lógica desaparece y te conviertes en una continua contradicción, en la que el amor acaricia el odio, el olvido juega con nostalgia y la tristeza ríe. Y es que si el amor es bipolar, el desamor es tripolar. La única diferencia es que el enamorado no sabe que está loco y el desenamorado odia estarlo. 

Es cierto. Estar locamente enamorado es una de esas locuras que hasta te hace sentir especial, diferente al resto y que te tomen por loco o no, te trae sin cuidado. Pero estar locamente desenamorado es una de esas locuras cuando ya da lo mismo reírse de todo que llorar por nada; de las de cal y arena, que te quita y otras veces, te da, y lo peor es que no sabes si al final te acabará dando o quitando todo. Los que lo han conocido, lo saben. Un día te despiertas dispuesta a comerte el mundo…y de repente, sin avisar, al día siguiente ni te imaginas un mundo posible sin él, sin ella. Una constante contradicción que te confunde y que en ocasiones, te vuelve loca. Tal vez lo estés, o tal vez no…quizás sea sencillamente, que todo tiene su proceso, su camino. Dicen que nos enamoramos poco a poco, ¿por qué entonces nos empeñamos en desenamorarnos de golpe? Eso sí sería de locos.
Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar. Tenemos la mala costumbre de resistirnos a la cruda realidad. Y sí, es posible que no te atrevas a borrar sus fotos, pero tampoco te atreves a mirarlas; o que ayer buscaras esa canción y hoy no seas capaz ni de tararearla; y hasta puede ser que hayan pasado solo unas horas desde que borraste su número y hace tan solo un instante, que lo has vuelto a guardar. Pero yo, yo no lo veo tan loco y es que quizás, tiene que ser así, tal vez sea la única manera de poder, saber, decir adiós.
La distancia no hace el olvido. Es mucho mejor que eso, la distancia consuela, acepta y cura. Consuela a los sentidos, acepta las preguntas sin respuesta y cura las ganas de querer saber de él, de ella. Pero la distancia se hace con el tiempo y el tiempo es sabio, créeme, y aunque hoy te quite, mañana te de y pasado te vuelva a quitar, lo importante es saber (y aquí no existe ni el quizás, ni el tal vez) que al final del camino, al final del proceso…te acabará dando todo, otra vez.
Dicen que si has amado con locura sería una locura dejar de amar de forma racional. Tal vez sea verdad. Porque quizás, lo peor del amor cuando pasa es la decepción de saber que ya no hay marcha atrás, pero lo mejor, es que es seguro, que te acaba dando igual.  “Hoy te quiero menos que ayer, pero más que mañana”.


Y así, se acostumbra el corazón a olvidar. Sonríe.

domingo, 4 de enero de 2015

Por enésima vez: "Esta es la última vez que me rompen el corazón"

“Esta vez va en serio. Se acabó. No volverán a hacerme daño, no volveré a ilusionarme antes de tiempo, no volverán a romperme el corazón”.
Hay personas que tienen este discurso tatuado en la piel, como si se tratase de un recordatorio al que recurren cada vez que recaen en la tentación de creer en un sueño o vivir una nueva ilusión. Son ese tipo de personas que nunca aprenden la lección, que todavía no se han enterado de que hay que escuchar a la cabeza, y no solo al corazón, y que viven guiadas únicamente por la pasión: por la inquietud descontrolada de conocer a alguien nuevo; por la emoción de comenzar un nuevo proyecto o por la esperanza de alcanzar un reto inimaginable; motivadas por la fe de ver donde quizás, solo quizás, no haya nada que ver.
Dicen que cuando nos ilusionamos se produce en nosotros una energía interior que nos hace mentalmente y emocionalmente más fuertes: de repente, desaparecen los imposibles y pasamos a vivir en un estado capaz de elevarnos hasta límites insospechados. Nos entregamos, sin esperar nada a cambio, y por muchos consejos y advertencias que recibamos, la caída no tiene cabida en nuestro plan.
Sin embargo, suele pasar que tarde o temprano nos caemos, y en picado: por la decepción de ver que no es quien pensabas que era; por la frustración de no sentirte valorado en un trabajo; por la desilusión de ver truncado un sueño; por el chasco de ver que, a veces, actuar de todo corazón, no es suficiente.
-¿Te lo dije o no te lo dije?
-Sí, me lo dijiste.
-Pues espero que hayas aprendido la lección.
Y bien, ¿cuál es la lección? ¿pensar o sentir? ¿actuar con cabeza o con el corazón? La lección es que esta es la tercera, cuarta o quinta que te rompen el corazón, lo que significa que te has desenamorado de la vida unas cuantas veces pero también has sido capaz de volverte a enamorar otras tantas. Por eso, cuando después de una caída te preguntes si realmente vale la pena volver a arriesgarlo todo por alguien, por algo, si realmente vale la pena entregarte con todo tu corazón incluso sabiendo que corres el riesgo de perderlo, una vez más, la respuesta es, indudablemente: sí, vale la pena.
Vale la pena porque quien dijo que lo que no nos mata nos hace más fuertes lo dijo sabiendo que volveríamos a caer, pero manteniendo la fortaleza para volvernos a levantar, para, por enésima vez, volver a creer, con las mismas ganas que ayer, con la misma sonrisa inconsciente y el mismo deseo incontrolable, dispuestos y sin miedo, a que nos vuelvan a romper el corazón. La lección es que ese tipo de personas que nunca aprenden la lección es porque nunca han perdido, ni perderán algo que muchos otros perdieron en el camino: la ilusión.

“Dedicado a todas aquellas personas con el extraño don de tropezar siempre con la misma piedra, pero con la mágica capacidad de mantener siempre las ganas de seguir sonriendo”.




Sé alguien especial

Llámame loco, pero en serio creo que no existen las malas acciones, sino una mala forma de ejecutarlas. Y es que, por qué empeñarse en las modas, en ser como el resto, si el valor, el verdadero valor, es ser individual. Es lo que pienso yo al menos. Y que menos que si vas a ser algo en la vida, que seas especial.




jueves, 1 de enero de 2015

FELIZ 2015

Es difícil resistirse a la oportunidad de volver a empezar. Oportunidad de guardar los problemas del año anterior. ¿Quién decide cuando lo viejo termina y empieza lo nuevo? No es un día específico del calendario, ni un cumpleaños, ni un año nuevo. Es un hecho, grande o pequeño. Idealmente, nos da fuerza. Una nueva forma de vivir y de ver el mundo, dejando a un lado viejos hábitos. Lo importante es que nunca dejemos de creer que podemos volver a empezar, pero también es importante recordar que, dejando a un lado todo lo malo, hay ciertas cosas que merecen la pena mantener.