lunes, 26 de mayo de 2014

Life is simple

Dicen que al mal tiempo buena cara, que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que al fin y al cabo las cosas nunca cambian. Que todo lo que sube baja, pero que agua que pasa no mueve molinos. También dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero que segundas partes nunca fueron buenas, que quien tiene boca se equivoca y que rectificar es de sabios. Que querer es poder y hace más quien quiere que quien puede, pero que quien todo lo quiere todo lo pierde. Además, que de donde no hay no se puede sacar. Que quien no arriesga no gana, que quien la sigue la consigue. Que no por mucho madrugar amanece más temprano, pero que a quien madruga Dios le ayuda. Que si te pica te rascas, que todo lo que escuece cura. Que no hay más ciego que el que no quiere ver, que a palabras necias oídos sordos, pero que a buen entendedor pocas palabras. Que la confianza da asco. Y que quien no corre vuela, que ya se sabe que las apariencias engañan y que por supuesto no es oro todo lo que reluce. Y mira, qué quieres que te diga si quien avisa no es traidor, que si te he visto no me acuerdo, y que a rey muerto rey puesto.


sábado, 17 de mayo de 2014

Dandelios

Hace bastante tiempo que he dejado de creer en los deseos. Sí, los típicos de las velas de cumpleaños, de tirar por el faro o de pedir mirando con cara de bobo a un estrella fugaz. Aunque cierres los ojos tan fuerte que luego duela, no se van a cumplir. Eso es un hecho. Da igual de que forma los pidas, como si lo haces tirando una moneda a una fuente o soplando un diente de león. Está comprobado, porque yo no recuerdo ni un día en el que haya dicho "¡sí, por fin! el deseo que había pedido aquella vez en no sé donde...", es más, en muchas ocasiones me ha ocurrido lo contrario a lo que pedía. Así que por esa regla de tres, los sueños que se piden no se cumplen, al menos que tú hagas lo imposible por que se cumplan (todo depende también del tipo de deseo que sea, eso está claro).

Y eso no quiere decir que yo no pida un deseo nunca más. Al contrario, quién no tiene la tentación de soplar un diente de león a la vez que se pide un deseo. Y si no se van todos sus cipselas (así se llaman sí), tranquilamente cojo otro y vuelvo a repetir la operación. Eso me encanta, pero sabiendo que no me puedo hacer ilusiones con que lo que pida se vaya a cumplir.


viernes, 16 de mayo de 2014

PLAN B: Volver a ser feliz

¿Cuándo fue la última vez que te apasionaste por algo, que te desviviste por ello porque la emoción te consumía? ¿Dónde se han escondido la chispa que iluminaba tus ojos y la ilusión que despertaban tus palabras? ¿Dónde ha ido a parar tu pasión, tu entusiasmo, tus ganas de vivir?


Tu excusa es siempre la misma: “¡Ya no tengo suerte en nada!”, y el ceño fruncido ha pasado a formar parte de tu expresión natural. No me gusta. No me gusta nada. La suerte te ha descuidado un poco, es cierto. Pero la suerte es solo un factor externo y esporádico del que no se puede depender. Y por eso, en estos casos, siempre hay que disponer de un Plan B: Volver a ser feliz.

Pero no le echemos las culpas a la suerte. El chico que yo conocí, no sonreía porque fuese afortunado… sino porque era feliz. La felicidad depende de uno mismo. Concretamente, de nuestra actitud. Y si ése es siempre nuestro Plan A, no necesitaremos más letras.

En una de sus brillantes conferencias, Emilio Duró dice: “El 80 ó 90% del éxito en la vida está en la actitud, el 10% es conocimiento. Lo importante es la actitud con la que te enfrentas a la vida y a los problemas. Aquí es donde entra el coeficiente de optimismo. La Nasa, cuando tiene que enviar un tío a la Luna, no mira la inteligencia, mira el coeficiente de optimismo. ¿Tu te imaginas ir de aquí a la Luna con un pesimista? Nos vamos a caer, se oye un ruido… ¡Lo matas!”.

Tu cerebro no ve nada más que lo que tus emociones quieren, y por eso hay personas que hagan lo que hagan consiguen salir adelante, y hay gente que haga lo que haga, siempre se hunde.

Antes tus emociones radiaban optimismo, y por eso los problemas los veías como retos que siempre conseguías superar. Antes solías vivir cada día, ahora solo te conformas con sobrevivir. Tienes que volver a encontrarte, cuanto antes, a ti y a la razón que te hace levantarte con ganas por las mañanas. 


El 97% de la gente no sabe por qué se levanta, no sabe por qué vive. Esas personas viven deprimidas y la depresión viene básicamente de la ansiedad. La gente se pasa la vida corriendo, no tiene ni puñetera idea de a dónde, pero corre. ¿Por qué tanta prisa? Para un segundo y tómate un bacardi limón a tu salud. Date cuenta que solo cambiaremos nuestra vida cuando empecemos a tomar el control sobre ella.

Por eso hay que tener cuidado con la actitud que adoptamos, con la energía que difundimos, porque en cierto modo, las energías se contagian. Hay gente que cada vez que estás con ellos te amargan la vida, inclusive sin llegar a hablar llegas hundido a casa. Y hay personas tan auténticas que da verdadero gusto tener de compañía porque siempre acabas empapado de vida. 

Con la suerte ocurre más de lo mismo: se atrae. Y ésa es la razón por la que “hay gente que encuentra parking y gente que no”, como dice Duró.

Córtate el pelo, vete de compras, haz ejercicio, búscate hobbies, renuévate por dentro y por fuera. Todo depende de tu perspectiva y de la felicidad interna que haya dentro de ti.

Yo la he conocido, y quiero que la felicidad vuelva a consumirte para poder bailar con ella.

Quiero que me vuelva a hablar de sueños ambiciosos, que te devuelva la pasión, que te haga reír a carcajadas, que se ponga a cantar cuando no viene a cuento.

Quiero que vuelva para que relaje ese entrecejo y arrugue tus mejillas, que te haga recuperar la fe en ti mismo y seas de los que siempre encuentra parking.



Ha llegado el momento de volver a ser feliz.