martes, 8 de diciembre de 2015

La gente bonita


La gente bonita lleva los calcetines con rayas, las braguitas con dibujos y la mirada con amor. La gente bonita se tropieza mientras se viste porque siempre va con prisa, come lo mismo más de una vez a la semana y pierde el tiempo mirando cosas que no importan a los demás. La gente bonita llora cuando ve una película triste, pero se mantiene fuerte cuando tiene que secarle las lágrimas a alguien a quien quiere. La gente bonita sigue el ritmo de la música con los pies cuando va en autobús, aguanta la respiración cuando pasa por un túnel y no pestañea hasta que el avión no aterriza. La gente bonita para decir "te quiero" besa en los párpados, respira cuando le muerden y tira fuerte del pelo. La gente bonita es más bonita por lo que quiere saber que por lo que ya sabe. 

La gente bonita besa, ríe, baila, bebe, canta, se cae, se equivoca, se levanta, pide perdón, se despeina, se rompe las medias, sangra, abraza, lee, vive y sobrevive.

martes, 24 de noviembre de 2015

Amor, verdad, justicia y vida

“Ni salud, ni dinero, ni amor. Bueno, amor sí. Pero igual no tal como nos lo han enseñado. Además, en el resto hemos errado mucho el tiro, hemos andado muy equivocados, y así nos ha ido, la verdad. A todos en general y a mí el primero. Porque tener las tres cosas a la vez jamás te ha garantizado nada. Porque perder cualquiera de las tres puede ser simplemente un problema coyuntural. Lo único que sí hay que procurar y procurarse para toda la vida son otros conceptos, que además no son tres, sino cuatro. Yo los llamo amor, verdad, justicia y vida.
Amor. Si aún hay que explicarte por qué es necesario, muy poco podemos hacer ya por ti. Amor en todas sus vertientes y variantes. Desde el simple cariño y afecto necesarios para funcionar por la vida hasta el amor más profundo e incondicional, al alcance sólo de madres y poco más. Desde el encoñamiento más vergonzoso hasta el te quiero como un amigo de los que sólo me apetece abrazar. Mientras sea sincero, qué más da. Todo suma. Que conste que no sólo se trata de recibirlo sino, sobre todo, de repartirlo bien. Si encima tú eres el beneficiario, pues mejor que mejor. Cuanto más acumulas, más debes distribuir. Ojo que esto no es caridad. Es higiene moral. Porque si te lo quedas y no lo repartes, se te acaba pudriendo dentro. Como aquella planta a la que han encerrado sin luz. Se te acabará consumiendo, y por el camino encima te habrá quitado el oxígeno para respirar.
Verdad. Sabes que estás rodeado de verdad cuando escuchas cosas que no tenías previsto escuchar. Las opiniones que no te gustan. Las preguntas que te incomodan. Las respuestas que no has pensado tú. Los enemigos guardan siempre nuestro perfil más auténtico. Un antagonista honesto es un regalo al que hay que cuidar. Y es que lo imprevisible es siempre más cierto que lo que esperábamos que ocurriese. Porque planificar algo es adulterarlo con un tipo de mentira también conocida como control. Y eso no significa que no podamos hacer planes. Significa que sólo tienen algún sentido cuando alguien los rompe. El resto, es creernos nuestro propio engaño. Afortunadamente, la vida no nos espera que hagamos nuestros planes para ponerse a cumplir órdenes. Por eso es más verdad lo que viene de fuera, así como lo que nos provoca por dentro de manera espontánea. Todo lo demás tiene mentira, o mejor dicho, falta sinceramente a la verdad.
Justicia. Justicia de las que no se ganan por oposición. Justicia contemplada como todo aquello que no puede aplicar un juez porque ninguna ley se lo exige. Política de máximos existencial. Porque lo que es realmente de justicia es todo el bien que haces aun cuando nadie te obliga. Cuando nadie te ve. Y si me apuras, cuando nadie se tiene por qué enterar. Si lo tienes que gritar a los cuatro vientos, si esperas algún tipo de recompensa, si te quedas preguntando qué hay de lo mío, eso no es de justicia, entonces ya estás comerciando, y se llama servicio. Te pagan en especie pero te pagan y eso lo convierte todo en un acto transaccional.
Y por último, vida. Vida que incluye tener salud, por supuesto, pero que es mucho más amplia que respirar sin que nada te duela. Consiste en disfrutar y hacer disfrutar pese a todo, en contagiar a todo tu entorno de ganas de más. Consiste en transformar el camino por el que transitas, en dejar el mundo aunque sea sólo un poco más bello de lo que te lo encontraste. Vida que consiste en intentar no robarle la energía a nadie, sino en tratar de recargársela. Vida que consiste en ser más motor que remolque. Batería extra para la alegría de los demás. Es quizás la variable más fácil de comprobar. Si no mejoras el mundo, lo estás empeorando. Te pongas como te pongas. Ya está.
Estos son mis cuatro puntos cardinales. Mis ejes de ordenadas y abscisas vitales. Sin ellos no sabría dónde colocar mis decisiones. Y ya no digamos distinguir el bien del regular.”

- Risto Mejide - 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Nunca frío





Para mí, el amor debe ser como el café; a veces fuerte, a veces dulce, a veces solo, a veces acompañado. Pero ante todo, nunca debe estar frío.



- Malaci -


sábado, 21 de noviembre de 2015

A favor y en contra

El amor y el desamor. Todo tiene sus fases. Y la misma persona que en su día rogó las migajas de una relación de pareja, la que te pareció una idiota desperdiciando su vida esperando a que el milagro sucediese, también consigue recomponerse, también recupera la sonrisa y ese amor propio del que tanto hablan pero que tan poca gente conoce de verdad. Y ve desde fuera, desde la sabiduría que la curación te proporciona, todo ese tiempo que perdió, o que no gastó bien o con la persona adecuada, y se siente ridículo. Y piensa que “cómo pude hacer eso, decir eso, mandar ese mensaje, perdonar tanto, olvidar tanto”. Todos llegamos a ese punto, a esa conclusión. Y nos llegamos hasta a avergonzar de ciertos comportamientos. Y rogamos, rezamos, o cruzamos los dedos esperando a que ni nos vuelva a pasar lo mismo, ni volvamos a actuar del mismo modo.
Esperamos haber escarmentado, haber aprendido, haber crecido.
A veces lo conseguimos a la primera. Otras veces nos hace falta más de un coscorrón.
Olvidamos que el amor tiene un componente irracional que todos desconocemos y que nadie puede controlar, aunque creamos que sí. ¿Crees que sabes mucho del amor? Espera que llegue alguien que te rompa los esquemas, alguien que llegue a por todas hasta tu corazón y que luego, no haya luego. Espera que eso pase. Y entonces, cuéntame cuánto sabes del amor.
Todo el mundo cree que sabe cuál es la forma adecuada de llevar una relación. Y la verdad es que la teoría nos la sabemos de pe a pa, como la tabla del cinco o el abecedario. Sabemos lo que está bien y lo que no (o al menos deberíamos). Pero quién no ha perdido los papeles cuando algo se le ha escapado de las manos. Quién no ha sentido inseguridad si algo ha comenzado a ir mal. Quién no ha temido perder. Y la ha cagado. Porque el miedo es el peor compañero, el tercero en discordia que nadie quiere que aparezca entre dos que se quieren. Pero quién controla todo eso. Quién es qué para decirle a la gente cómo debe sentir, aunque sea nocivo para ellos, aunque sea un amor totalmente tóxico. Cuando una persona se ve envuelta en un “amor” así, no lo ve, y por más que le digas, “por ahí, no”, ni caso, como quien oye llover.
A todos nos gusta opinar, a mí la primera. Pero creo que no siempre opinamos ni desde la empatía, ni desde el recuerdo. Parece que bloqueamos nuestras carencias y frustraciones reflejándolas en otros. Como si criticándolos a ellos obtuviéramos algún tipo de salvación. Como si a nosotros nunca nos hubiera tocado el lado perdedor. Y nos sentimos bien, parece ser. Pero creo que deberíamos hacer más introspección y menos debate. Porque todos tenemos taras, traumas, problemas que nos han convertido en quienes somos. Faltan psicólogos y sobran redes sociales. Falta amor real y sobra resquemor basado en miedo y decepción.
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La conclusión a la que llego es que rechazo esa faceta mía que tanto me costó superar. La de la chica que espera, que se conforma, que aguanta no ser querida como siempre ha soñado serlo sólo porque cree que no va a encontrar a nadie mejor. Esa chica, joder, ¿quién querría ser esa chica?
Y ahora no es que sea más inteligente. Ahora no es que sepa más sobre el amor ni sobre la vida. De hecho, no sé nada, porque a los hechos me remito. Los que más escribimos sobre algo, somos los que menos sabemos, los que más necesitamos entender poniéndolo en palabras porque no tenemos ni idea de lo que va la cosa. Cuando hablo sobre el amor, no hablo desde el conocimiento, hablo simplemente desde la esperanza.
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Post.Data.
El amor está para sentirlo, no para entenderlo. No queramos entenderlo tanto, busquemos ser felices por nosotros mismos, sin necesidad de nada ni nadie más, ni de hacernos mil preguntas sin respuesta. Y estoy segura de que, en medio de esa búsqueda hacia la felicidad, llegaremos a  comprender, sin más, muchas más cosas de las que nos pensamos.
- La chica de los jueves -

Tal vez nunca

Tal vez nunca nadie entienda que hoy haya entrado en una librería sólo por estar rodeada de libros y sentirme en paz. Y olfatear sus historias, y beberme sus letras, y sentir las horas de trabajo, la magia, el esfuerzo. Tal vez nunca nadie comprenda que necesite, al menos, una vez por semana sentarme aquí, de cara a ti, dispuesta a abrir mi corazón para quien lo quiera leer. Tal vez nunca nadie logre meterse en la cabeza de alguien que tiene tantos cables sueltos, tantos cortocircuitos, tanto por hacer. Tal vez nunca nadie sea capaz de adentrarse en un armario tan lleno de trastos, en una lista con tantas cosas pendientes, en todas esas tareas que pospongo porque odio, en todas las revistas que nunca compro o en las series que siempre tengo en pendientes.
Puede que nunca nadie sepa que trabajo tanto ahora para poder trabajar menos, para poder escribir más, para poder dedicar mi vida íntegramente a imaginar amor, vida, sueños, tiempos, lugares. Porque cuando se tiene una meta no hay que poner vallas, hay que correr, dejándose la piel en el asfalto, hay que sudar la camiseta, luchar por ello, latir por ello. Porque no puedes simplemente producir para los demás. Cuando tienes un tesoro, no puedes dejar que coja polvo, has de limpiarlo a diario, tienes que seguir sacándole brillo,  y tener claro que primero el uno y después el dos. Que siempre he odiado que me dijeran esa expresión cuando he ido muy estresada a clase, porque creo que es muy fácil decirlo, pero muy complicado practicarlo. Pero sí. Orden. Establecer un orden es justo: es lo más justo.
Puede que nunca nadie comprenda que haya días que no sea superwoman, que por momentos prefiera estar sola, que me guste pensar, que me encante perderme por la ciudad sin necesidad de un compañero de pasos. Puede que no se entienda que, a veces, prefiera callar antes que explotar, bailar antes que comprar, reír antes que gritar. Que cada vez me gusta menos la gente que grita, que habla mal, que desprecia. Que deberían tener un botón de apagado. Que son muy pesados. Que nunca ganarán ninguna batalla mas que la de quedarse sin voz.
Tal vez nunca nadie entienda que sigo llorando con cualquier gilipollez, como si fuera peque otra vez, y que prefiero que así sea, porque si pierdo mi parte de niña, lo pierdo todo. Porque perder nuestra parte infantil es como quitar del bolso las llaves y dejar sólo el maquillaje. Y reconozco que me gusta sentir esa parte humana que renace de las entrañas de la chica que se cree capaz de todo, pero que algunos días, sólo necesita un beso en la coronilla y un “todo irá bien”. 
Bueno. Y recuperando el tema, no sé si alguien en este mundo compartirá mi amor por la música cursi, por el blanco y negro, por el amor inmortal, por los poetas muertos y también por los vivos. Por París, por las flores, por los faros. Por las caracolas de chocolate y las pizzas de barbacoa. Alguien que entienda que cocino menos de lo que en realidad me gustaría, que no aguanto madrugar, aunque me empiece a acostumbrar. Alguien que entienda que veo todas las pelis de amor, amor-comedia, comedia, terror y miedo, habidas y por haber. Alguien que respete que siempre lleve camiseta de tirantes debajo de cualquier jersey. Alguien que sepa cuándo miento y cuándo digo la verdad. Alguien que tenga la capacidad de medir la anchura de mis ojeras y saber de dónde provienen. No sé si ese alguien existirá, aunque espero que sí.
Y tampoco sé si habrá alguien que entienda que siempre mensajeo y que no suelo llamar, simplemente por vagancia, pero en el fondo me gusta que me llamen y hablar por teléfono. Y que últimamente me da pereza hasta eso, mensajear. Que ojalá tuviera la capacidad de comunicarme con la mente. Y ya está.
Tal vez nunca nadie entienda que cuando quiero, quiero con todo, desde las pestañas hasta las uñas de los pies. Que me tiro al agua. Que soy capaz de andar descalza por las brasas si al final del camino está quién sea que tenga que llegar. Que odio tirar toallas, frenar en seco, pegar pies al suelo. Que sigo brindando por todas las veces que me perdí en un beso sincero. Que esos besos son los que componen los cimientos de las calles por las que caminas, el mundo, la tierra, el todo que te envuelve, la manta que te tapa.
Pero tal vez nunca nadie llegue a saber lo que esconden tantas palabras. Porque las palabras hablan mucho más por lo que callan que por lo que cuentan. Siempre hay alguna pausa, algún blanco, alguna coma que pones o que quitas, algo que yace detrás de la obviedad. Si encuentras alguien que vaya más allá de tus obviedades, si hallas entre tanta alma perdida algún valiente que decida cavar entre tantas y tantas líneas buscando lo que nunca cuentas, nunca le pierdas. O al menos intenta no hacerlo.
Porque cada vez es más complicado encontrar primavera entre tanto invierno.
Porque tal vez nunca nadie entienda de qué está compuesto mi corazón. Tal vez nunca nadie comprenda, no por no poder, sino por no querer. Tal vez nunca nadie lea este post con los ojos con los que yo lo he escrito, pero, ¿sabéis algo? Me da lo mismo. Porque mientras yo me entienda, qué más da que el resto no lo haga.
Porque hace algún tiempo descubrí que mientras tú estés agusto contigo mismo, da igual todo lo demás. Y desde entonces, y aunque nunca nadie lo entienda, cojo mis cascos y a veces un libro de poesía o frases bonitas, y me voy a un sitio bonito. Yo sola, con el paisaje, con el aire en la cara y una bonita música de fondo. Si hace falta llorar, se llora, si hay que desahogarse, adelante, qué mejor que contigo mismo, que te conoces bien. 
Porque bien pensado, creo que esta vida es como un gran parque de atracciones por el que vale la pena pagar entrada. Y si nadie se sube contigo a la montaña rusa, qué más da. Ponte el cinturón de seguridad y disfruta de la vuelta, aunque nunca nadie entienda que viajes sola.
Y que encima, te guste.
-  La chica de los jueves -

lunes, 5 de octubre de 2015

Que disfrutes del camino


De pequeño se suele vivir más en sueño despierto que el vida real, pero cuando crecemos la cosa cambia. Creo que sentimos la necesidad de hacer palpables los sueños, de convertirlos en realidad cuanto antes mejor. Desechamos los que vemos muy difíciles, los imposibles. Los tiramos al contenedor de lo irrealizable. De los “bah, esto ni de coña”. De los “yo nunca”. Nos centramos en lo que parece más sencillo y damos por hecho que lo lograremos. Y unas veces pasa. Pero otras no. Y no sé vosotros, pero yo de vez en cuando vuelvo a empanarme, sentada en frente de la ventana, sin esperar nada a cambio de mis sueños, simplemente, siendo feliz sólo con tenerlos.

Que sí. Que todos me diréis que los sueños están para cumplirlos. Y sí, claro. Pero por experiencia propia, lo realmente importante no es llegar, sino disfrutar del camino. Y cada vez lo tengo más claro. Lo mejor de la vida es el trailer antes de la película, el “que empiece ya”. Lo mejor es cuando ves los relámpagos antes de que comience a llover. Lo mejor es el dolor de estómago de cuando esperas que te den una noticia. Lo mejor es cuando te compras el modelito para la ocasión especial, y lo sabes. Lo mejor es ese momento previo a un primer beso, cuando sabes que va a pasar, pero no estás cien por cien segura, pero sí, pero no, y entonces pum, toma beso.

Lo mejor es el preparar la mochila antes del primer día de colegio, ponerte los tacones y andar por el pasillo pensando en tu gran noche, hacer la maleta con lo justo y necesario. Y echar a volar. Lo mejor es hacer cola antes de un concierto y pintarte con ceras negras corazones en las mejillas, el apagón de luces y entonces, la música. Lo mejor es mandar un mensaje ñoño y morderte las uñas esperando una contestación.

Lo mejor es el antes de. Siempre. La ilusión. Lo mejor, sin lugar a dudas, es tener una ilusión, sea cual sea.

A veces volver a mirar la vida con los ojos de un niño es mejor que cualquier realidad, por muy explotada que esté esta expresión. Que lo está. Pero yo (y seguramente mucha más gente) a veces necesito recordarme a mí misma ciertas cosas.Y si algo puedo hacer por ti desde aquí, seas quien seas, es desearte eso: 

Te deseo, seas quien seas, que nunca olvides quién eres, qué te ha traído hasta aquí y a dónde te quieres dirigir. Que aunque tengas aspiraciones, nunca olvides que lo más importante es compartir tiempo con las personas a las que quieres, que esas no dan un sueldo ni reconocimiento en forma de premio, pero dan lo que no se puede explicar con palabras: sí, eso.

Te deseo, seas quien seas, que nunca cedas ante la desilusión, que nunca creas que no vales para algo (que sí, que habrá cosas que no sepas hacer ni de broma, pero habrá otras que hagas mejor que nadie), que nunca nadie te haga creer que tus metas son absurdas. Simplemente, ve a por ello de la mejor manera que sepas. Que nunca te dejes nada a medias. Que eso es de cobardes. Y los cobardes no cumplen sueños, sólo los rompen.

Te deseo, seas quien seas, que llores. Que sepas cuándo llorar y cuándo reír. Que aprendas a compartir lágrimas y a reír sólo y por dentro. Porque solemos compartir risas y esconder lágrimas, y yo creo que algunas veces, debería ser al contrario. Que los verdaderos amigos están para secarse de la camisa tus mocos, y no sólo para compartir cervezas y cachondeo. Aprende a valorar quién está siempre. Aprende a valorar la amistad, porque si no lo haces, te arrepentirás.

Te deseo que sepas con quién salir, con quién bailar, con quién compartir tantos sueños. Que sepas distinguir quién se quedará y quién será ave de paso. Porque ya no tenemos quince años, esas cosas ya las vemos de lejos. Te deseo que te enamores. De verdad. Que seas valiente. Que te atrevas. Que ceda tu muro. Que enseñes tus cartas. Porque esconderlas sólo genera desconfianza, y de eso ya has tenido bastante, ¿verdad? Muéstralas. Ponlas sobre la mesa. Quien no quiera seguirte en el juego, se irá, pero quién aprenda a adorar esos estúpidos rectángulos de cartón tan tuyos, no se marchará.

Te deseo que sepas que lo único importante es la inocencia, la sencillez. No te las quieras dar tan de listo. No quieras ser tan especial, tan guapo, tan moderno. Al final, somos todos lo mismo, y lo realmente especial es tener a alguien con quien alargar las meriendas de cola-cao.

Lo realmente importante es que sepas lo importante que eres, lo importantes que son tus sueños, y lo valioso que eres.


Dedicado a tantos y tantos soñadores. 

Dedicado, en especial, a ti.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Que no es el cómo, sino el quién

Lo mucho o poco que sé del amor lo aprendí escribiendo. Sí, escribiendo tres años de vida, tres años de historia y de vino añejo. Escribiendo estupideces románticas. Lo poco, lo muy poco que sé del amor, lo aprendí cuando aparqué el coche en el portal, cuando aparqué la sensatez y los prejuicios. Fue justo cuando aprendí que el amor no se busca, se encuentra. Que el amor no se elige, sino que te elige a ti.
Lo poco que sé del amor es que es impredecible e imprevisible. Que te da sorpresas (y sustos). Que te lleva del cielo al infierno, y del infierno a un estado de letargo difícil de superar. Que te encierra y te encoge el corazón, y te cambia los apuntes y los esquemas.  Me dí cuenta que no es el cuándo, sino el cómo. Que no es el cómo, sino el quién. Que “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante” (Oscar Wilde).
Lo poquísimo que sé del amor es que no entiende de pautas ni de consejos, ni de medidas ni restricciones: es pura magia e intuición. De lo poco que he aprendido, sé que no puede ser entendido sólo con la cabeza, es imposible. Así que perdonadme por criticar esos artículos sobre racionalizar lo irracional. Disculpadme por negarme a ver la realidad de las ventajas de pensar con claridad.
Así que perdonad (o no) que venere el amor de película, pero es que lo poco que sé, es que el amor es locura, es pasar de nada a todo y de todo a nada: no tiene ni pies ni cabeza.
Es, sencillamente, una dulce introducción al caos.



lunes, 7 de septiembre de 2015

Learn

You will meet many types of people un your life. You will meet delicate flowers, raging oceans, quiet forests, towering mountains and colourful skies. You will meet thunderstorms, you will meet lightning. They will knock you down, they will leave you breathless. You will meet sunrises, you will meet gardens. Explore them. Get lost with them. They all have something different to teach you.




sábado, 29 de agosto de 2015

Con todo

"Mereces un amor que te quiera despeinada,

con todo y las razones que te levantan de prisa,


con todo y los demonios que no te dejan dormir.



Mereces un amor que te haga sentir segura,


que pueda comerse al mundo si camina de tu mano,


que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.



Mereces un amor que quiera bailar contigo,


que visite el paraíso cada vez que mira tus ojos,


y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.



Mereces un amor que te escuche cuando cantas,


que te apoye en tus ridículos,


que respete que eres libre,


que te acompañe en tu vuelo,


que no le asuste caer.



Mereces un amor que se lleve las mentiras,


que te traiga la ilusión,


el café y la poesía."

domingo, 2 de agosto de 2015

Intranerso:

Dícese del universo personal que todos guardamos en el interior de nosotros mismos. Es un rincón de difícil acceso y al que no se suele dejar entrar a cualquiera. No se ha logrado determinar con exactitud si se encuentra en la cabeza o en el corazón. 

Carlos Miguel Cortés

miércoles, 29 de julio de 2015

Como si se pudiese elegir...

"Lo que mucha gente llama querer consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estancando en mitad del patio. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige... No eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos al salir de un concierto" 
Julio Cortázar

lunes, 13 de julio de 2015

Imagina una carcajada diez segundos antes de llorar. Un abrazo por la espalda cuando no quieres volver a casa. Una mano que aparece al cruzar el pasillo a oscuras. Un faro con preciosas vistas al mar. Un atardecer sin hora de vuelta. Un aterrizaje sobre otro aterrizaje. 




martes, 7 de julio de 2015

Búscate una loca, de las de remate

De las que cuando piensas que ya no puede hacer algo más estúpido, va y te sorprende con algo inesperado. 

Busca a quién se ría a carcajadas, sin importarle dónde se encuentra o quién tenga alrededor.


Quien te cuente chistes malos y haga bromas tontas sin que puedas evitar y no sepas por qué.


Que cante por la calle con la música de algún coche e intente que tú también lo hagas. Que baile bajo la lluvia sin preocuparse por su peinado.


Búscate una pesada, una tocahuevos, de las que juegan con tus puntos débiles o manías sabiendo que consiguen desquiciarte, provocando en ti unas ganas locas de ahogarla, pero con abrazos.


Busca una irracional, humilde, sencilla y directa. Que llore, que grite, que tenga carácter. Que te monte numeritos pero que los compense con muy buenas escenas.

Que no sepas como va a reaccionar, que tenga múltiples personalidades y consiga enamorarte con cada una de ellas. Y que solamente puedas hacerla callar con besos.


Esa persona que hará todo lo posible por sacarte una sonrisa en los momentos más duros, que te dará la mano y no te soltará hasta que esté completamente segura de que no pierdes el equilibrio.


Quien no haga falta que te diga nada, porque con la mirada te lo dirá todo. Que te entregará todo desde el minuto uno sin pedir nada a cambio.


Busca una persona con quién pierdas la noción del tiempo y del espacio...



                           Búscate una loca.

miércoles, 3 de junio de 2015

La ruta más larga

Recuerdo que hace tiempo me daba algo de miedo conducir por carretera. Iba a lo seguro, a los semáforos y las calles, a los peatones y los cedas. Una vez fuera de la ciudad era un auténtico desastre. Me visualizaba una y mil veces estrellando el coche contra el quitamiedos, pinchando alguna rueda accidentalmente (con el inconveniente añadido de no saber cambiarla), o quedándome sin gasolina por estar poco hábil controlando las salidas a las áreas de servicio
Durante un viaje mi miedo desapareció. Aprendí a mantener el control y la calma, a sentirme más segura. Aprendí a afinar la vista y a entender las señales, a respetar la oscuridad y a destrozar los mapas. Aprendí a sentir eso que sienten los tipos de los anuncios de la tele cuando van al volante.
Con el tiempo las carreteras se han puesto de mi lado, me ayudan a disfrutar del paisaje y de la música de fondo. Me recuerdan a películas y a momentos, a rutas sin final y a decisiones sobre la marcha.
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No sé vosotros, pero algunas veces, yo seguiría conduciendo sin tener en cuenta el destino. Pasaría de largo la salida prevista y pisaría el acelerador sin pensar en exceso. Hasta donde alcance la gasolina. Hasta donde alcance el cansancio. Carretera y manta, con lo justo en la maleta y el bolsillo. Con una buena cámara de fotos y una libreta para apuntar pensamientos y detalles. ¿No consiste en eso la vida, en hacer algo inesperado y emocionante alguna vez?
Que el viaje sea largo. No recuerdo dónde lo leí, o tal vez, en qué canción lo escuché.
Hay viajes y viajes. Más largos, más cortos. Viajes por amor, por negocios o porque sí. Hay viajes hechos a medida, hechos en fábricas listos para vender al por mayor. Hay viajes imprevistos y viajes impulsivos (y compulsivos). Viajes de novios, de estudios, de despedidas. Los hay más caros y más baratos. Pagados a plazos o a medias. En avión o en tren. En barco o en coche.
En coche. 
Cuando viajas en coche es más fácil perderte. Carreteras secundarias, autopistas, autovías, caminos de cabrascomarcales y de mala muerte

Has de tener bien pensado el trayecto para no acabar dando vueltas sin ningún sentido. Algunas veces, por mucho GPS que haya, una mala decisión genera el caos y la tensión. Te pierdes. Es inevitable.
 En la vida, que es nuestro viaje más importante, pasa lo mismo. Por mucho que hayas estado atento a las indicaciones, por mucho mapa que lleves o por buen copiloto que tengas al lado, nadie está exento de equivocarse de salida.
Siempre hay alguna distracción, alguna señal equívoca, algún contratiempo. Algunas veces los mapas se manchan con gotas de café, los navegadores se estropean, o los copilotos se duermen. Algunas veces, se pone a llover tanto que se difuminan las letras de algún cartel, por rápido que tu limpiaparabrisas trabaje. Algunas veces, las carreteras están cortadas y te obligan a desviarte.
Algunas veces ocurre que el desvío te lleva por acantilados, carreteras peligrosas con curvas que requieren la totalidad de tu concentración. Curvas que te obligan a acelerar y a frenar, a cambiar de marcha, a cambiar de canción.
Algunas veces, en medio de todo el imprevisto, toca parar y pensar, tomar aliento y mirar alrededor.
Otras veces ocurre que el desvío te conduce por parajes de ensueño. Carreteras desconocidas de esas que te invitan a mirar por la ventanilla y a cantar en voz alta. Entonces es cuando piensas en que, “fíjate, pues no ha estado tan mal el cambio de planes”.
A veces merecen la pena los desvíos.
A veces merece la pena perderse sólo por disfrutar del paisaje.
En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis serán los cambios de rutas, los cambios de sentido, los imprevistos y las canciones. En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis será quién fue vuestro copiloto. Quién sujetaba el mapa y luchaba contra el GPS. Quién se calmaba por mantener vuestra calma. Quién cambiaba de canción. Quién os amenizaba el viaje. Quién os abría la botella de agua.
En la vida, como en las carreteras, más que el paisaje cuenta el viaje. Más que las fotografías cuentan los momentos. Más que el copiloto cuenta el compañero.
En la vida, como en las carreteras, a fin de cuentas poco importa más que las decisiones a tiempo.
Y si te equivocas de salida, tranquilo, darás más vuelta, pero al final podrás llegar a tu destino.
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Que el viaje sea largo.
Poco más importa.
Lo demás, a fin de cuentas, está de más.
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miércoles, 6 de mayo de 2015

No love without freedom, y viceversa




Lo poco que sé del amor, ven que te cuente, lo aprendí de unos cuantos cuadros, de unas cuantas canciones, de unos cuantos libros y de unas cuantas películas. Lo aprendí a base de manías y defectos, de viajes en coche, de grandes meriendas y mejores vistas. Lo aprendí de las madrugadas y las horas bajas, de las aventuras, de los minutos que pasan y de las cosas que te sobran cuando tienes lo que te hace falta.



viernes, 10 de abril de 2015

Que nos quede la risa

Al cuerno con la gente que nunca se salta las normas, con la que nunca hace nada espontáneo, con la que nunca llega tarde a nada. Que se vayan al cuerno los que no saludan ni dan las gracias. Al cuerno con todos los que no miran a los ojos cuando hablan con alguien. Al cuerno los que no suman, los que más bien restan. Los que restan buen humor, los que hacen sombra, los que quitan la ilusión. Al cuerno con la gente que siempre lo ve todo medio vacío, desde vasos hasta corazones. Los que siempre te buscan la vuelta y las cincuenta mil patas al gato.
Al cuerno con todos ellos. Y también con los que no saben apreciar un buen gesto. Con los que hablan por hablar, con los que tiñen la mala educación de sinceridad, con los que no saben ni cuándo callar ni cuándo parar. Al cuerno. Que se vayan al cuerno todos esos cobardes llenos de palabrería, y también quienes juzgan sin saber y opinan por empatizar. Los del “quedabien”. Al cuerno, también, los buenos que no hacen nada por condenar a los malos. Los que miran a otro lado. Los que duelen, los que dañan, los que roban.
Y al cuerno también con las apariencias. Y con la gente que decidió dejar de luchar, con la que decidió rendirse, con la que no se quiere. Al cuerno los que dejan de arreglarse cuando ya se han ganado a la novia (y viceversa). Al cuerno con las dietas y los complejos. Con los estereotipos. Con las barbies y los héroes fibrados. Con la piel de naranja y las patas de gallo. Y al cuerno también con los vestidos ajustados y los tacones altos. Y sobre todo, al cuerno con las necesidades que nos hacen creer que tenemos y que NO tenemos.  Y la gente que critica los kilos de más y los kilos de menos. Que cada cual es como es, y quien no lo entienda, ya se sabe el camino “al cuerno”.
Y que se vayan al cuerno también los miedos. Todas las inseguridades que nos evitan avanzar y ser felices. Todas las lágrimas que no sean de alegría. Todo lo que nos meta en una burbuja y nos impida ver la realidad. Que la realidad está para verla y, por supuesto, para vivirla.
Y que nos quede la risa cuando nada más nos quede. Que nos salga la risa de cuando estás enfadada y no te quieres reír. La risa de cuando la paz, la paz de cuando se acaba la guerra. La risa que sale de dentro. Que todos tengamos algo o mejor dicho, alguien, que consiga provocarnos esa clase de risa. Que todos tengamos algo que contarle a la almohada esta noche, algo que sentir, algo por lo que vivir, algo que cuente. Porque lo demás no cuenta, de verdad.
Lo demás, en serio, está de más.

jueves, 9 de abril de 2015

Lo que me gusta:

La gente graciosa sin querer, guapos que no lo saben y sabios que escuchan más de lo que hablan. Y en definitiva, la gente natural, que no aparenta, que es tal y como se muestra a los demás.

Una de las mejores sensaciones del mundo es reírse con otro y, a mitad de risa, darte cuenta de cuánto disfrutas con esa persona y de su existencia.



domingo, 15 de marzo de 2015

La parte buena de la vida

Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes les rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco…
Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed.

Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena.


La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. 


Te dejarán el mejor recuerdo. 


Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarles de menos es bonito.




viernes, 13 de marzo de 2015

Nosotras

A lo largo de todos estos años he conocido a muchas mujeres. Mujeres con intereses, con su propia manera de ver el mundo que se rinde a sus pies. Con un color distinto de carmín de labios, de ropa interior y de piel. Con una sonrisa diferente cuando suena su canción favorita y una manera peculiar de fruncir el ceño ante un contratiempo. Mujeres que me han demostrado que no importa la distancia, no importa el acento y mucho menos, la forma de vestir. No importa el Dios que alaben ni las arrugas que hablen de años pasados. Todas ellas son especiales, diferentes… Y buscan cuidarse por dentro y por fuera.
Mujeres que les gusta mezclar colores, como el verde con el rojo y un chorrito de amarillo oliva. Que comen equilibrado, aunque tantas y tantas veces su vida se haya puesto patas arriba. Que de vez en cuando se dan un capricho, porque se lo merecen y no hace falta más explicaciones. Que no creen en dietas milagro y sí en la voluntad y la perseverancia. Que se han planteado objetivos y los han cumplido, y han demostrado al mundo que sobre su cuerpo sólo mandan ellas. Que son capaces de hacer ejercicioy sentirse vivas y activas. Porque hacer deporte no sólo es saludable físicamente, sino que psicológicamente nos hace sentir bien. Mujeres que se sienten guapas sin que nadie se lo diga.
Mujeres que se preocupan por su aspecto, que se visten para gustarse a sí mismas y no a los demás. Que se visten y se peinan sin importarles la moda, el look de la famosa de turno, los comentarios del resto… Que eligen la largura de su falda y el tamaño de su sonrisa. Mujeres con opinión, que saben decir “no” cuando quieren y gritar “sí” cuando les da la gana.
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Mujeres que disfrutan de los pequeños momentos y los detalles que les brinda la vida. Que gozan de ese momento de felicidad indescriptible que sienten cuando miran el despertador pensando que llegan tarde a trabajar y se dan cuenta de que es fin de semana. De esa sonrisa nerviosa que se escapa al bajar de un tren porque saben que está esperando un alguien que para otros no tiene nombre y que si te nombra te deja sin habla. De una llamada un día cualquiera que hace que lo marquen en el calendario. De un abrazo en mitad de la calle, de un guiño en la barra del bar o un beso en un portal. Y son precisamente ellas, las que ante un día lluvioso y sin paraguas, se preocupan de algo más que de su peinado y son capaces de bailar bajo la lluvia. De disfrutar de la frescura de las gotas y de abrir los brazos a un cielo que le enseña al mundo el ciclo de la vida: el agua. Mujeres optimistas, risueñas, que no aceptan un “no” por respuesta y que frente a las adversidades saben ver el lado bueno de las cosas. Que suben el ánimo cuando todo parece perdido pero nada lo está. Porque cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, y sin un poco de lluvia no podemos ver el arco iris.
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Mujeres que se preocupan, que tienen miedos y que, ante todo, no son súper heroínas. Porque existe la idea de que tienen que ser perfectas, que hay una especie de podio en el que tienen que pelearse para ser el número uno y han de decir de ellas que son “mujeres diez”. Que no quieren números en sus descripciones, pero quieren que cuenten con ellas. Que tienen sentimientos, que tiran hacia delante pero también necesitan parar de vez en cuando a tomar un respiro. No quieren comparaciones y, sobre todo, no las necesitan.
Mujeres como tú y como yo. ¡Seamos nosotras!
Porque las mujeres podemos ser tan simples o tan complicadas, pero sobre todo, tan bellas por fuera y por dentro, como una gota de agua.

miércoles, 14 de enero de 2015

Y así, se acostumbra el corazón a olvidar


Dicen que si no has querido con locura, no sabes lo que es el amor. Que el amor es una locura y que cada loco lo vive a su manera; un estado delirante, una bomba de adrenalina subida en una montaña rusa, a veces tocas el cuelo, otras, rozas el suelo. Que los que lo han conocido, lo saben. Tal vez sea verdad, quizás eso explique por qué cuando acaba, la lógica desaparece y te conviertes en una continua contradicción, en la que el amor acaricia el odio, el olvido juega con nostalgia y la tristeza ríe. Y es que si el amor es bipolar, el desamor es tripolar. La única diferencia es que el enamorado no sabe que está loco y el desenamorado odia estarlo. 

Es cierto. Estar locamente enamorado es una de esas locuras que hasta te hace sentir especial, diferente al resto y que te tomen por loco o no, te trae sin cuidado. Pero estar locamente desenamorado es una de esas locuras cuando ya da lo mismo reírse de todo que llorar por nada; de las de cal y arena, que te quita y otras veces, te da, y lo peor es que no sabes si al final te acabará dando o quitando todo. Los que lo han conocido, lo saben. Un día te despiertas dispuesta a comerte el mundo…y de repente, sin avisar, al día siguiente ni te imaginas un mundo posible sin él, sin ella. Una constante contradicción que te confunde y que en ocasiones, te vuelve loca. Tal vez lo estés, o tal vez no…quizás sea sencillamente, que todo tiene su proceso, su camino. Dicen que nos enamoramos poco a poco, ¿por qué entonces nos empeñamos en desenamorarnos de golpe? Eso sí sería de locos.
Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar. Tenemos la mala costumbre de resistirnos a la cruda realidad. Y sí, es posible que no te atrevas a borrar sus fotos, pero tampoco te atreves a mirarlas; o que ayer buscaras esa canción y hoy no seas capaz ni de tararearla; y hasta puede ser que hayan pasado solo unas horas desde que borraste su número y hace tan solo un instante, que lo has vuelto a guardar. Pero yo, yo no lo veo tan loco y es que quizás, tiene que ser así, tal vez sea la única manera de poder, saber, decir adiós.
La distancia no hace el olvido. Es mucho mejor que eso, la distancia consuela, acepta y cura. Consuela a los sentidos, acepta las preguntas sin respuesta y cura las ganas de querer saber de él, de ella. Pero la distancia se hace con el tiempo y el tiempo es sabio, créeme, y aunque hoy te quite, mañana te de y pasado te vuelva a quitar, lo importante es saber (y aquí no existe ni el quizás, ni el tal vez) que al final del camino, al final del proceso…te acabará dando todo, otra vez.
Dicen que si has amado con locura sería una locura dejar de amar de forma racional. Tal vez sea verdad. Porque quizás, lo peor del amor cuando pasa es la decepción de saber que ya no hay marcha atrás, pero lo mejor, es que es seguro, que te acaba dando igual.  “Hoy te quiero menos que ayer, pero más que mañana”.


Y así, se acostumbra el corazón a olvidar. Sonríe.