domingo, 17 de noviembre de 2013

Sin miedo a la locura, sin miedo a sonreír


Ella era difícil de describir, de esas personas que no pasan por tu vida de forma desapercibida. Era calma y frenesí a la vez, tenía ganas de todo, de vivir y exprimir cada uno de los minutos de su tiempo, a los que se aferraba con fuerza entre canciones y pitillos. Solía escuchar a Don Omar, se limitaba a tararear Pobre diabla, como si le fuera la vida en ello. Discutíamos porque yo siempre decía que la versión con Pitbull era mejor. Y luego están las canciones en inglés. A veces incluso jugaba a inventarse la letra. Había muchas cosas que me gustaban de ella. Esa era una de entre tantas, proyectaba confianza y aprendió a reírse de su propia sombra.
Le gustaba conocer lugares nuevos, pero a veces tenía la costumbre de repetir en el mismo bar varias veces. Lo mismo le pasaba con las películas, su favorita de Disney era “El Rey León” y a saber cuántas veces la habrá visto ya. Le encantaba el silencio, la calma, la tranquilidad y a la vez, todo lo opuesto. Frecuentaba ese bar de la esquina, onde siempre. Donde aprendí que aquellas personas que pasan por tu vida en un vistoynovisto suelen ser las que más te enseñan. Toda una lección de vida. Así fue conocerla. Proyectaba felicidad, en cualquiera de sus circunstancias. Y no le gustaba llorar, solía decir que no era necesario, que los sentimientos había que mostrarlos, que proyectarlos y compartirlos, pero de otras maneras.

Y yo he hecho una lista mental de cosas que quiero hacer a lo largo de mi vida. Y he decidido ir a por ellas. También otra en la que analizo mis propios defectos, algunos de los cuales no sería capaz de cambiar por mucho que me empeñase, pero me prometí tratar de alejarme de todo aquello que no me dejase ser feliz. Ella solía repetirme una y otra vez su gran teoría, la de que todos nos creamos nuestro propio personaje a lo largo de nuestra vida, esa idea que tenemos en nuestra cabeza de lo que queremos llegar a ser, de lo que esperamos hacer… Ideas, ideas, ideas… “Proyectos de futuro”, lo llamaba ella entre risas, una teoría de la que huía. Buscaba ser ella misma, sin esperar ser nadie para nadie, simplemente ella. 

Nos gustaba frecuentar los rincones de la ciudad, pasar tardes hablando por teléfono, reírnos de todo y hacer muchos planes. Muchos planes para cumplir juntas. Aprendí a dejar pasar las horas entre risas y a no preocuparme más de lo necesario. Y vivir con ella es un segundo, un suspiro, pasa volando. Me enseñó a relajarme, a soltarme… a aprender qué era todo eso de vivir. Que después de la tormenta siempre llegaba la calma. 

Ni siquiera somos conscientes de todo lo que aún queda por vivir, y sé que llegaremos a tiempo. 


Si el miedo le hecha un pulso, ella puede más, y el final llega incluso antes del golpe. Y eso de que la vida es una noria que a veces marea, es totalmente cierto. Que tiene momento arriba y momento abajo, y que me alegro tanto de que el destino me haya dejado conocerla. Y quien diga lo contrario, no sabe nada. Porque ella si se cae se levanta, haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido. Porque me ha enseñado que es mejor vivir sin miedo. Porque sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Toma decisiones

Lo cierto es que tu personalidad se define por el número y el grado de decisiones que vas tomando a lo largo de tu vida. Al final, te habrás convertido en una persona simple o compleja.

Los simples no salen de su círculo rutinario a no ser que sea cuestión de vida o muerte. Se acomodan en él y ahí se quedan tan a gusto en su monotonía. Son aburridamente predecibles, no tienen iniciativa, ni valor para probar cosas nuevas. De la maravillosa improvisación olvídate, y las grandes decisiones mejor ni mencionarlas. Simplemente, como simples que son, se dejan llevar por el resto… Con todo el cariño, bien por ellos.

Los complejos solo tienen que arremangarse y ponerse manos a la obra. No siempre saben lo que quieren, pero se arriesgan a intentarlo. La verdad que siempre los han tenido bien puestos. Son pequeños líderes que piensan que es genial comprobar que aún tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo. Saben que existe la opción de equivocarse, pero… ¿y si sale bien?

Hazme caso: sé complejo y sé feliz. Toma decisiones porque gracias a ellas hacemos las maletas y nos aventuramos a recorrer mundo, probamos experiencias nuevas y sabemos reaccionar en situaciones complicadas. Nos atrevemos a conocer gente y amores diferentes, montamos negocios y vemos buenas películas. Toma decisiones, toma todas las que puedas porque, sinceramente, no importa dónde acabes ni con quién, siempre terminará como deba ser. Tus errores te hacen ser quien eres. Aprendes y creces con cada decisión que eliges. Y siempre merece la pena, aunque sea solo por contar las historias de tu vida.



Marchando una de cosquillas para serios

Nadie mejor que el señor Chaplin para afirmar esa verdad: “Un día sin risa es un día perdido”. Qué típico, ¿no? Muy típico y muy olvidado. Pero es normal, no tenemos tiempo de acordarnos de algo tan sencillo y tan necesario. Estamos demasiado ocupados con tantas preocupaciones que tienen solución, con agobios monumentales que luego no son para tanto y con caras largas que están deseando sonreír. Por favor señores, relajen su entrecejo y arruguen sus mejillas.

Nietzsche comentó una vez: “La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”. Es uno de los pocos placeres de la vida que no debemos perder. Nadie quiere estar con alguien que se pasa la vida amargado, inseguro y que solo sabe lamentarse y encontrar el pesimismo allá donde vaya. Todos conocemos a alguien así. Esa gente acaba sola o en un psicólogo con mucha paciencia. ¿Por qué? Porque lo que buscamos es estar rodeados de gente con sangre en las venas, gente natural, que está segura de sí misma, que tiene conversación, que se siente viva, que siempre se arriesga a intentarlo, que tiene ganas de todo, que busca soluciones, que te contagia la ilusión, que tiene un buen humor que alegra a cualquiera, que busca siempre el buen rollo, y por supuesto, que le guste reír

La vida hay que tomársela en serio, pero nunca debe ser una excusa para dejar de sonreír. Ahora es cuando os suelto eso de… “nunca sabes quién puede enamorarse de tu sonrisa”. Y esa razón puede ser más que suficiente. Los menos románticos fiaros de un genio cuando dice que un día sin risa es un día perdido.

Hacen falta cosquillas para seriospensar despacio para andar deprisa, dar serenatas en los cementerio muriéndose de risa. Y jugar por jugar sin tener que morir o matar, vivir al revés, que bailar es soñar con los pies. 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Como lo que dura una canción

Tengo una manía bastante fuerte. De esas que los que están a mi alrededor pueden acabar odiando con todas sus fuerzas. Tengo la manía de que cuando descubro una canción que me gusta, que me gusta de verdad, no paro de escucharla… de tal forma que cuando acaba ya está empezando otra vez. Una y otra vez. Hasta que me sé la letra de memoria o hasta que he imaginado todas las historias posibles que albergan en el interior de esos acordes.

Fue hace un tiempo cuando descubrí Burn de Ellie Goulding. Y me pregunté cómo era posible que no hubiese estado en mi lista de reproducción desde un principio. Es mi nuevo vicio, un empujón para levantarme por las mañanas por el buen rollo que desprende y con la que bailo mientras la cafetera y yo nos ponemos en marcha.
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Es un poco como el amor. Como cuando conoces a alguien y te preguntas cómo has podido pasar toda tu vida sin conocerlo, como si toda tu vida de antes no hubiese tenido ningún tipo de sentido e incluso te planteas si existe un futuro sin él. Y puede durar toda la vida o desvanecerse de la noche a la mañana. Tan rápido como lo que dura una canción.

Pero el problema de los amores con vicio es que acaban todos caducando. Como las canciones. Hasta que un día escuchas una nueva en la radio y la anterior queda en el olvido. Podrás escucharla seis meses después y aún te devolverá una sonrisa porque la asociarás a una etapa de tu vida y de un plumazo todos los recuerdos vendrán a tu mente. Como con el amor. Pero no como todos los amores, hablo de los amores con vicio. También llamados amores inestables, de pasada, de un “ratejo”, amores de cambio, de transición.

¿Pero cómo sabes que esa canción no es más que una mera transición? ¿Y si cuando mañana te pongan a Nervo, The Lumineers o Passenger te olvidas completamente de Burn? Da miedo. Mucho miedo. Pero eso sólo podrás saberlo con el tiempo… cuando pruebes la música house, el rock, el indie… y te des cuenta de que ésta es la única que te llena lo suficiente. Como el Sufre mamón de Hombres G de mi madre o para Justin Bieber (incomprensible aún para mi cabeza) de muchas adolescentes. Como cuando conoces a alguien y lo comparas con el resto del mundo, y así de un plumazo todo lo anterior conocido y vivido se queda en nada. 
A veces no necesitas ni escuchar el resto para saber que una destaca por encima de todas; la canción favorita de mi madre sigue siendo de la banda sonora de La vida es bella y no creo que cambie por mucho que siga creciendo. Como las parejas que llevan juntas desde los quince años.

Otros necesitan conciertos de Madonna, The Killers y hasta Pablo Alborán para encontrar su estilo. Por eso, hasta que lo encuentres, hasta que des con tu Chiddy, enciende la radio y recopila todo tipo de versiones, acústicas incluidas. Y si mientras estás en ello te aparece, como en mi caso, Burn y con el tiempo confirmas que sigue haciéndote bailar cada mañana, entonces sabrás que has dado con aquello que estabas buscando.