lunes, 5 de octubre de 2015

Que disfrutes del camino


De pequeño se suele vivir más en sueño despierto que el vida real, pero cuando crecemos la cosa cambia. Creo que sentimos la necesidad de hacer palpables los sueños, de convertirlos en realidad cuanto antes mejor. Desechamos los que vemos muy difíciles, los imposibles. Los tiramos al contenedor de lo irrealizable. De los “bah, esto ni de coña”. De los “yo nunca”. Nos centramos en lo que parece más sencillo y damos por hecho que lo lograremos. Y unas veces pasa. Pero otras no. Y no sé vosotros, pero yo de vez en cuando vuelvo a empanarme, sentada en frente de la ventana, sin esperar nada a cambio de mis sueños, simplemente, siendo feliz sólo con tenerlos.

Que sí. Que todos me diréis que los sueños están para cumplirlos. Y sí, claro. Pero por experiencia propia, lo realmente importante no es llegar, sino disfrutar del camino. Y cada vez lo tengo más claro. Lo mejor de la vida es el trailer antes de la película, el “que empiece ya”. Lo mejor es cuando ves los relámpagos antes de que comience a llover. Lo mejor es el dolor de estómago de cuando esperas que te den una noticia. Lo mejor es cuando te compras el modelito para la ocasión especial, y lo sabes. Lo mejor es ese momento previo a un primer beso, cuando sabes que va a pasar, pero no estás cien por cien segura, pero sí, pero no, y entonces pum, toma beso.

Lo mejor es el preparar la mochila antes del primer día de colegio, ponerte los tacones y andar por el pasillo pensando en tu gran noche, hacer la maleta con lo justo y necesario. Y echar a volar. Lo mejor es hacer cola antes de un concierto y pintarte con ceras negras corazones en las mejillas, el apagón de luces y entonces, la música. Lo mejor es mandar un mensaje ñoño y morderte las uñas esperando una contestación.

Lo mejor es el antes de. Siempre. La ilusión. Lo mejor, sin lugar a dudas, es tener una ilusión, sea cual sea.

A veces volver a mirar la vida con los ojos de un niño es mejor que cualquier realidad, por muy explotada que esté esta expresión. Que lo está. Pero yo (y seguramente mucha más gente) a veces necesito recordarme a mí misma ciertas cosas.Y si algo puedo hacer por ti desde aquí, seas quien seas, es desearte eso: 

Te deseo, seas quien seas, que nunca olvides quién eres, qué te ha traído hasta aquí y a dónde te quieres dirigir. Que aunque tengas aspiraciones, nunca olvides que lo más importante es compartir tiempo con las personas a las que quieres, que esas no dan un sueldo ni reconocimiento en forma de premio, pero dan lo que no se puede explicar con palabras: sí, eso.

Te deseo, seas quien seas, que nunca cedas ante la desilusión, que nunca creas que no vales para algo (que sí, que habrá cosas que no sepas hacer ni de broma, pero habrá otras que hagas mejor que nadie), que nunca nadie te haga creer que tus metas son absurdas. Simplemente, ve a por ello de la mejor manera que sepas. Que nunca te dejes nada a medias. Que eso es de cobardes. Y los cobardes no cumplen sueños, sólo los rompen.

Te deseo, seas quien seas, que llores. Que sepas cuándo llorar y cuándo reír. Que aprendas a compartir lágrimas y a reír sólo y por dentro. Porque solemos compartir risas y esconder lágrimas, y yo creo que algunas veces, debería ser al contrario. Que los verdaderos amigos están para secarse de la camisa tus mocos, y no sólo para compartir cervezas y cachondeo. Aprende a valorar quién está siempre. Aprende a valorar la amistad, porque si no lo haces, te arrepentirás.

Te deseo que sepas con quién salir, con quién bailar, con quién compartir tantos sueños. Que sepas distinguir quién se quedará y quién será ave de paso. Porque ya no tenemos quince años, esas cosas ya las vemos de lejos. Te deseo que te enamores. De verdad. Que seas valiente. Que te atrevas. Que ceda tu muro. Que enseñes tus cartas. Porque esconderlas sólo genera desconfianza, y de eso ya has tenido bastante, ¿verdad? Muéstralas. Ponlas sobre la mesa. Quien no quiera seguirte en el juego, se irá, pero quién aprenda a adorar esos estúpidos rectángulos de cartón tan tuyos, no se marchará.

Te deseo que sepas que lo único importante es la inocencia, la sencillez. No te las quieras dar tan de listo. No quieras ser tan especial, tan guapo, tan moderno. Al final, somos todos lo mismo, y lo realmente especial es tener a alguien con quien alargar las meriendas de cola-cao.

Lo realmente importante es que sepas lo importante que eres, lo importantes que son tus sueños, y lo valioso que eres.


Dedicado a tantos y tantos soñadores. 

Dedicado, en especial, a ti.