viernes, 17 de enero de 2014
Cuando el querer no te permite dejarlo pasar
Hoy esto de escribir se ha convertido en mi pequeña salvación. La opción para no arrepentirme después de soltar lo que no debo. Pues sí, hoy me apetecía saber de ti, y en vez de ser la idiota que siempre acaba empezando la conversación, he decidido desahogarme de esta manera. Es cierto que no es lo mismo, pero también sé que hay cosas que nunca seré capaz de admitirte. Dime cómo te diría que después del tiempo que ha pasado todavía me cuesta volver a ver todas tus cosas; que tus cartas casi me las sé de memoria, pero que siempre me hacen sentir una y otra vez lo mismo. Dime tú cómo solo palabras consiguen que eche todo eso de menos. Parece increíble, pero a mí es como si me teletransportaran en el tiempo, y después, de una rápida me hicieran volver a la realidad. No sé cuándo debería darse el paso de sentir la libertad de empezar algo nuevo, pero ojalá alguien me dijese cuándo está bien y cuándo todavía no. Tampoco sé si ese echar de menos debería quedarse conmigo, o debería de seguir existiendo. Igual no sé nada, y pensar me hace pensar más aún y sentirme más culpable.
jueves, 9 de enero de 2014
El amor tiene dos caras
El ritual llamado “Ceremonia nupcial” es realmente la escena final de un cuento de hadas. No te cuentan lo que pasó después, no te dicen que la Cenicienta volvió loco al príncipe con su obsesión de limpiar el castillo. No nos dicen lo que pasa después porque no hay un después. Es como cuando vamos al cine y vemos a los personajes besarse en la pantalla y sube la música… y nos lo tragamos, ¿no? Y cuando salgo con mi pareja, si cuando me da el beso de despedida no oigo la Filarmónica en mi cabeza, lo planto. La cuestión es… ¿Por qué nos lo tragamos?
Nos lo tragamos porque aunque sea un mito o una manipulación en el fondo todos queremos enamorarnos porque esa experiencia nos hace sentir completamente vivos. Los sentimientos se elevan, nuestras emociones aumentan, la realidad cotidiana se hace añicos y salimos despedidos hacia el cielo. Puede que solamente dure un momento, una hora, una tarde… pero eso no disminuye su valor porque nos quedan unos recuerdos que guardaremos toda nuestra vida. Mientras escuchamos La Boheme o Turandot, o leemos Cumbres Borrascosas o vemos Casablanca, un poco de ese amor también vive en nosotros. Así que, la cuestión final es: ¿Por qué la gente busca el amor cuando éste tiene una caducidad limitada y puede ser aniquilador? Yo creo que es porque, como algunos de vosotros ya sabéis, mientras dura… te sientes de puta madre.
Y entonces... pasó ella (según ellos)
Cuántas veces no ha inflado un hombre el pecho, ha alzado la voz, fruncido el ceño, con el único fin de mostrar su creída virilidad y sentirse el macho alfa al decir eso de: “Yo paso de las tías, a mí no me ata nadie”. Señor mío, acaba usted de pecar. Y que no se me enfade ni monte en cólera nadie, todos hemos dicho esas palabras o conocemos a alguien que las ha pronunciado.
Es entonces y por regla general, ante este soberbio y supuesto poderío masculino, cuando a los hombres nos llega el destino -o como quiera llamarlo usted- y nos arrea un bofetón a mano abierta en toda la cara. Es entonces cuando la vemos a ella.
Puede que la conocieses ya, y únicamente estuvieras haciendo gala de una gran hipocresía y estupidez al negarlo y mofarte de ello con los amigos. O simplemente no la hubieses visto en tu vida, y es ahora mi querido idiota, cuando le han arreado no uno, sino un par de bofetones.
Sea como fuere, bien conocida nos es esa sensación en la que te abstraes de todo cuanto has hecho, hablado y pensado. Donde se te hiela la sangre al verla y te hierve al hablar con ella, o al ver que hace caso omiso a tu miserable existencia. Da igual que sea alta, baja, delgada, gorda, siesa, simpática y más o menos guapa. Hace que se te ponga esa cara de bobalicón empedernido y que te tiemblen las piernas como a un chiquillo asustado, lo cual, tanto has criticado con anterioridad.
Nosotros, los hombres, creemos que lo sabemos todo, que poseemos un control total, que podemos ir por el mundo haciendo caso omiso a todo cuanto nos rodea, creyéndonos los dueños. Nada más lejos de la realidad. Esa actitud es la que nos delata, la que muestra nuestra inseguridad y falta de conocimiento ante un tema tan corriente, que no fácil, como son las mujeres, como es ella. Sin embargo, continuaremos con esa misma actitud porque irremediablemente ha sido, es y será la naturaleza del hombre.
Pero permítanme decirles algo, antes de que me destripen y me tachen de sentimentalista, fulano y aterciopelado mariposón. Por mucho que nos duela, nos moleste y no estemos dispuestos a reconocerlo, son ellas las que nos vuelven completamente locos y las que llevan los pantalones. Por ellas, el hombre más altivo y fanfarrón se bajaría las bragas porque, y perdonen la expresión, usted, amigo mío, tiene el mango, pero son ellas las que controlan, dominan y hacen lo que quieren con la sartén.
“No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos”
O. Bernhardt
martes, 24 de diciembre de 2013
Be happy
La Navidad depende de cómo la mires: desde la inocente ilusión de un niño, la necesidad de descanso de un currante, o la arrulladora angustia de una persona solitaria. A veces olvidamos que, por desgracia, no lleva de la mano la palabra "Feliz" para todos.
Yo, al igual que la mayoría supongo, la entiendo como esa época del año hecha para reunirse con los tuyos, para estar junto aquellos que quieres y recordar a los que ya no están. Definitivamente, la Navidad está hecha para echar de menos.
Llegar al final de otro año implica recapitular todo lo vivido y hacer balance de daños: los que se fueron después de tanto, los que se quedarán a pesar de tan poco, los de "easy come, easy go", y los que siguen ahí por todo lo vivido. Y caes en la cuenta de que abrazos de más de 30 segundos casi no quedan, que lo mejor de las cañas es el último sorbo, y que no somos conscientes de todo lo que tenemos, por esa estúpida costumbre de centrarnos en lo que nos falta.
Cuida lo que tienes porque quizá un día ya no lo tengas, y una Feliz Navidad para todos.
Yo, al igual que la mayoría supongo, la entiendo como esa época del año hecha para reunirse con los tuyos, para estar junto aquellos que quieres y recordar a los que ya no están. Definitivamente, la Navidad está hecha para echar de menos.
Llegar al final de otro año implica recapitular todo lo vivido y hacer balance de daños: los que se fueron después de tanto, los que se quedarán a pesar de tan poco, los de "easy come, easy go", y los que siguen ahí por todo lo vivido. Y caes en la cuenta de que abrazos de más de 30 segundos casi no quedan, que lo mejor de las cañas es el último sorbo, y que no somos conscientes de todo lo que tenemos, por esa estúpida costumbre de centrarnos en lo que nos falta.
Cuida lo que tienes porque quizá un día ya no lo tengas, y una Feliz Navidad para todos.
lunes, 16 de diciembre de 2013
Regalando felicidad
Y yo me pregunto cómo un simple anuncio de Coca-cola puede hacerme pensar tanto. Sí, con esos vídeos super positivos en los que siempre tiene que ver la felicidad, las sonrisas, el hacer cosas por los demás... No sé de quién habrá sido idea o si de surgió por alguna de las casualidades de la vida, pero a mí me animan mucho, todo hay que decirlo. Puedo pasarme tardes enteras viéndolos, a cada cual que encuentro, más bonito.
Bonito es que haya gente en el mundo que se preocupa más por sacar sonrisas a los demás que de mirar su propio ombligo, de alegrar el día a otra persona aunque el suyo haya sido una mierda, de ayudar a un desconocido, de regalar un poco de su felicidad vaya donde vaya.
Eso sí que es bonito, y lo demás son tonterías.
viernes, 13 de diciembre de 2013
Siempre con una sonrisa en el bolsillo
Ella siempre lleva una sonrisa en la cara, y otras mil en el bolsillo. Le encanta picarme, decirme las cosas al contrario de cómo las piensa, y cómo no, estar un segundo después abrazándome. Esa es la mejor parte. Porque no aguanta, porque lo sé. ¿Os lo podéis creer? En un minuto somos capaces de haber pasado por mil piques y mil y un momentos de abracito. Ese puede llegar a ser el gran nivel de retraso que tenemos. Y qué felices somos así, ¿o no? Cada día que pasa, cada vez que voy madurando poco a poco, me voy dando cuenta de que la vida son los pequeños detalles. Es vivir y disfrutar de los momentos, aprendiendo de las personas que tengo a mi alrededor. Porque cada día el tiempo pasa más rápido y las personas se van con él, así que hay que saber con quién quedarse. Y esta canija ha conseguido que de la nada haga todo. Así de sencillo.
Igual no encuentro las palabras exactas para describirlo, para que con lo que digo otras personas sean capaces de ser feliz con cosas tan simples, como lo soy yo. O igual, simplemente hay que toparse con la persona adecuada, y no haya nada más que hacer que dejarte guiar por ti mismo. Esa persona que no hace falta que pasen los años para saber que va a estar siempre ahí; que no necesite darte mil razones para confiar en ella, porque desde que la conoces sabes que puedes; que piense lo mismo que tú. Quizás esto último sea lo más importante, ser tú lo mismo que piensas de esa persona. Y eso se consigue pocas veces en la vida, creedme. Seguramente que a lo largo de una vida se conozcan a muchas personas y todas ellas puedan llegar a hacerse indispensables, cada una a su manera. Pero yo hablo de otra cosa. Sabía que no iba a saber explicarme, pero aún así he seguido escribiendo... Vamos a ver, hablo de una amistad, una de esas de verdad, alejada de los malditos intereses con los que la gente se empeña en convivir.

Hablo de nuestros viajes de fin de carrera, del viaje a la Riveira Maya que tenemos pendiente de hacer, de la privada que vamos a montar juntas, de tu ahijada, de hacer la llamada de rigor todas las noches durante nuestra vejez...
A decir verdad, me sobran muchas palabras, porque con haber escrito eso último, a mí me bastaba. Pero quería poder explicártelo a ti, y conseguir sacarte alguna que otra sonrisa.
Fdo: El pequeño koala
Igual no encuentro las palabras exactas para describirlo, para que con lo que digo otras personas sean capaces de ser feliz con cosas tan simples, como lo soy yo. O igual, simplemente hay que toparse con la persona adecuada, y no haya nada más que hacer que dejarte guiar por ti mismo. Esa persona que no hace falta que pasen los años para saber que va a estar siempre ahí; que no necesite darte mil razones para confiar en ella, porque desde que la conoces sabes que puedes; que piense lo mismo que tú. Quizás esto último sea lo más importante, ser tú lo mismo que piensas de esa persona. Y eso se consigue pocas veces en la vida, creedme. Seguramente que a lo largo de una vida se conozcan a muchas personas y todas ellas puedan llegar a hacerse indispensables, cada una a su manera. Pero yo hablo de otra cosa. Sabía que no iba a saber explicarme, pero aún así he seguido escribiendo... Vamos a ver, hablo de una amistad, una de esas de verdad, alejada de los malditos intereses con los que la gente se empeña en convivir.

Hablo de nuestros viajes de fin de carrera, del viaje a la Riveira Maya que tenemos pendiente de hacer, de la privada que vamos a montar juntas, de tu ahijada, de hacer la llamada de rigor todas las noches durante nuestra vejez...
A decir verdad, me sobran muchas palabras, porque con haber escrito eso último, a mí me bastaba. Pero quería poder explicártelo a ti, y conseguir sacarte alguna que otra sonrisa.
Y no podía faltar el refrán de tu santo:
"que me conserves la risa", que la vista ya la tengo fastidiada.
Fdo: El pequeño koala
jueves, 12 de diciembre de 2013
A mi pesca
A la que siempre me escucha, a la que llora conmigo, a la que se ríe de mí y sonríe conmigo, a la que es más achuchable que cualquiera de mis peluches, a la que tiene la sonrisa más bonita del mundo entero, a la que tiene esas manías que la hacen tan especial, a la que no calla, a la que ha tenido sus épocas rebeldes, a la que si no va impecable no sale de casa, a la que me hace feliz, a la que es de cristal pero tan de hierro a la vez, a la que puede con todo, a la que es una pedazo de pesca, a la que vive de sueños, a la que lucha por lo que quiere, a la que me mandaba notitas en clase, a la que me hacía tan feliz verla todos los días a todas horas, a la que mejor hace SR de la ciudad, a la más grafitera, a la única secta a la que quiero pertenecer, a la que es un conguito en verano y un copito en invierno, a la que se hace querer, a la que os hunde a todos en una discoteca, a la que le gusta coger el puntillo, a la que le gusta descargar con una buena cerveza y un cigarro, a la que disfruta con paseos agarrada del brazo, a la que se muere si le faltan los abrazos, a la que llegó y no se va a marchar nunca, a la que le hace ilusión todo, a la que le bastan sus tacones y su pintalabios para comerse el mundo, a la que es así, tan ella, tan deja huella; a la chiquitina más especial, a la que me anima con todo en cualquier momento, a la que se le pegan mis canciones, a la que mete goles por la puerta de salida, a la adicta al chocolate, a la que prefiere enseñar una sonrisa a una lágrima, a la que le puedo contar lo que sea que sé que me va a entender, a la que siempre tiene un plan, a la que es fan fan fan del color rojo, a la que le encantan los gorritos, y los pendientes, y los conguitos, y mis magdalenas, y los bolsos, y las gambas, y las croquetas, y los anillos, y sobre todo que la hagan reír; a la que va a conseguir todo lo que se ha propuesto, a la que confía en su intuición y siempre acierta, a la que hace todo con amor, a la que sabe de sobra que las cosas merecen la pena aunque no sean fáciles, a la que hace todo menos cuesta arriba, a la que ante todo nunca se olvida de sonreír. A la que nunca falla. Resumiendo, a la que siempre está ahí, siempre. A la que quiero mucho más de lo que cree, mucho MQEC, por mucho mucho mucho más tiempo nos queda juntas.
A la que se escabulló de celebrar sus 18 conmigo, esta vez no se escapa.
A la que va a cumplir muchos más, a la que me verá cumplir muchos más.
A la que le queda mucho por celebrar conmigo, a la que todavía le quedan infinitas cosas por vivir. Porque la vida son esos pequeños detalles, con los que tú y yo disfrutamos como nadie.
FELIZ CUMPLEAÑOS ENANA. ENANA, PERO ENORME.
sábado, 7 de diciembre de 2013
Que las mentiras no falten
Nuestro verso siempre estará roto, lleno de espinas de asfalto, cristales rotos por el suelo, y cuchillos oxidados.
Dejamos pendientes estribillos ya escritos antes con buena letra y cantamos en silencio dos estrofas diferentes llenas de nombres vacíos que se llevaba el tiempo. Quién sabe si en tu agenda seguirá escrito mi nombre sin tachones de arrepentimiento, de frustración o de enfado. Quién sabe si es tarde para pedir perdón o pronto para volver a verme. Que sé que no todo lo cura el tiempo, que hay cicatrices demasiado intensas y dolores demasiado fuertes. Los dos lo sabemos.
Que hay verdades que duelen más que mil mentiras.
Sólo he venido a decirte que en mi agenda sigue siendo veintitrés de diciembre. Que sigo siendo igual que entonces, siempre con la sonrisa a cuestas y mil caricias preparas. Pero ya no quemo en distancias cortas, ni el largas. Ya no caigo tan fácilmente en mis errores de siempre. Que parece que me voy encontrando, que voy abriendo los ojos a la realidad que tanto disfrazas. Nunca es tarde para darse cuenta de que uno ha sido engañado; nunca es tarde para aceptar que uno ha estado equivocado.
Sólo el tiempo dirá. Si las cosas quieren volver a su sitio, volverán. Pero está claro, que solas no vuelven.
Y nada más que un consejo: No te agarres en las curvas, levanta las manos y grita. Porque de mientras, podemos estar sacando una foto para que algún día quede al menos el recuerdo de nosotros pilotando aquella historia de dos chicos sin miedo a quererse, y sin miedo a ser felices.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Para qué sirve una hermana
Una hermana sirve para que escuches lo que nadie se atreve a decirte. Para que aprendas a debatir entrenándote, por ejemplo, en discusiones por usar el coche paterno. Para acompañarte de compras el día más frío del año y hacer colas enormes para que tú sigas probándote vestidos de Fin de Año. Para compararte en lo bueno y también en lo malo. Para que ejercites tu paciencia cuando vuelve a desordenar el armario. Para recordarte cómo fuiste a su edad o para hacerte una idea de cómo quieres ser a la suya. Para dejarte ropa. Para pedirte pitis. Para echarte en cara cosas tontas y criticarte donde más duele cuando menos te lo esperas. Para animarte un domingo pocho compartiendo Solo en Casa con palomitas.

Una hermana sirve para enseñarte novedades que no conocías en el ordenador y hacerte sentir vieja. Para vacilarte por Whats app. Para hacer que un plan de hospital sea más llevadero. Para presentarte a los amigos de su novio. Para pedirte dinero. Para dejarte dinero. Para quedarse los regalos que a ti no te gustan. Para acompañarte a Ikea cuando nadie quiere. Para inventaros juntas canciones sobre el resto de familiares (si estás alterada tomate una valeriana). Para robarte un trozo de tarta que habías cocinado toda la tarde para llevar a un cumpleaños. Para que te de pena irte de casa. Para que te regale algo porque te pega todo. Para llamarte pringada y que te lo creas. Para guiñarte un ojo en los eventos familiares embarazosos. Para decirte que vas vestida como una golfa y días después copiarte el look. Para cantar en el coche sin que te de vergüenza. Para que tus amigos se den cuenta de lo mayores que son “¿Tu hermana se ha ido de Erasmus? pero si hace dos días iba a preescolar”. Para hacer bromas de la familia común donde os ha tocado nacer. Para criticar a los novios que tengas y luego acabar queriéndolos más que tú. Para ponerte motes. Para que vuelvas a leerte un libro de Celia si es más pequeña. Para entrenarte para cuando tengas hijos.

Para tomarle el pelo diciéndole que es adoptada y la encontraron en el cubo de basura. Para aprender que se puede estudiar toda una noche y aprobar. Para ver a tus padres hacer de padres como un espectador. Para descubrir que hay gente que cura heridas repugnantes de los demás porque le gusta. Para defenderte delante de tus padres. Para acusarte delante de tus padres. Para quemar nubes con un mechero a escondidas. Para tener conversaciones extrañas en la cocina a medianoche. Para que pierdas la vergüenza contando cosas patéticas que te han pasado, hablando de litera a litera. Para que te cuente anécdotas de los profesores del colegio y ver que ninguno ha cambiado. Para sacarte de quicio y volver a sentir esa rabia tipica de hermanas: “Te mataría”. Para conducir con alguien la primera semana de carné cuando tu madre aún te teme y tu padre se pone nervioso. Para consolarte sin hacer muchas preguntas sobre lo que ha pasado. Para que te reafirmes en tu idea de que Pablo Alborán es una pesadilla. Para que ejercites tu creatividad ideando mil formas de derribar una puerta cuando se cuela en el baño con este susodicho a todo volumen. Para darte cuenta de que la vida no hubiera sido igual de divertida si no hubiera nacido. Para todo.
FROM: My little pleaschhures
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