sábado, 17 de mayo de 2014

Dandelios

Hace bastante tiempo que he dejado de creer en los deseos. Sí, los típicos de las velas de cumpleaños, de tirar por el faro o de pedir mirando con cara de bobo a un estrella fugaz. Aunque cierres los ojos tan fuerte que luego duela, no se van a cumplir. Eso es un hecho. Da igual de que forma los pidas, como si lo haces tirando una moneda a una fuente o soplando un diente de león. Está comprobado, porque yo no recuerdo ni un día en el que haya dicho "¡sí, por fin! el deseo que había pedido aquella vez en no sé donde...", es más, en muchas ocasiones me ha ocurrido lo contrario a lo que pedía. Así que por esa regla de tres, los sueños que se piden no se cumplen, al menos que tú hagas lo imposible por que se cumplan (todo depende también del tipo de deseo que sea, eso está claro).

Y eso no quiere decir que yo no pida un deseo nunca más. Al contrario, quién no tiene la tentación de soplar un diente de león a la vez que se pide un deseo. Y si no se van todos sus cipselas (así se llaman sí), tranquilamente cojo otro y vuelvo a repetir la operación. Eso me encanta, pero sabiendo que no me puedo hacer ilusiones con que lo que pida se vaya a cumplir.


viernes, 16 de mayo de 2014

PLAN B: Volver a ser feliz

¿Cuándo fue la última vez que te apasionaste por algo, que te desviviste por ello porque la emoción te consumía? ¿Dónde se han escondido la chispa que iluminaba tus ojos y la ilusión que despertaban tus palabras? ¿Dónde ha ido a parar tu pasión, tu entusiasmo, tus ganas de vivir?


Tu excusa es siempre la misma: “¡Ya no tengo suerte en nada!”, y el ceño fruncido ha pasado a formar parte de tu expresión natural. No me gusta. No me gusta nada. La suerte te ha descuidado un poco, es cierto. Pero la suerte es solo un factor externo y esporádico del que no se puede depender. Y por eso, en estos casos, siempre hay que disponer de un Plan B: Volver a ser feliz.

Pero no le echemos las culpas a la suerte. El chico que yo conocí, no sonreía porque fuese afortunado… sino porque era feliz. La felicidad depende de uno mismo. Concretamente, de nuestra actitud. Y si ése es siempre nuestro Plan A, no necesitaremos más letras.

En una de sus brillantes conferencias, Emilio Duró dice: “El 80 ó 90% del éxito en la vida está en la actitud, el 10% es conocimiento. Lo importante es la actitud con la que te enfrentas a la vida y a los problemas. Aquí es donde entra el coeficiente de optimismo. La Nasa, cuando tiene que enviar un tío a la Luna, no mira la inteligencia, mira el coeficiente de optimismo. ¿Tu te imaginas ir de aquí a la Luna con un pesimista? Nos vamos a caer, se oye un ruido… ¡Lo matas!”.

Tu cerebro no ve nada más que lo que tus emociones quieren, y por eso hay personas que hagan lo que hagan consiguen salir adelante, y hay gente que haga lo que haga, siempre se hunde.

Antes tus emociones radiaban optimismo, y por eso los problemas los veías como retos que siempre conseguías superar. Antes solías vivir cada día, ahora solo te conformas con sobrevivir. Tienes que volver a encontrarte, cuanto antes, a ti y a la razón que te hace levantarte con ganas por las mañanas. 


El 97% de la gente no sabe por qué se levanta, no sabe por qué vive. Esas personas viven deprimidas y la depresión viene básicamente de la ansiedad. La gente se pasa la vida corriendo, no tiene ni puñetera idea de a dónde, pero corre. ¿Por qué tanta prisa? Para un segundo y tómate un bacardi limón a tu salud. Date cuenta que solo cambiaremos nuestra vida cuando empecemos a tomar el control sobre ella.

Por eso hay que tener cuidado con la actitud que adoptamos, con la energía que difundimos, porque en cierto modo, las energías se contagian. Hay gente que cada vez que estás con ellos te amargan la vida, inclusive sin llegar a hablar llegas hundido a casa. Y hay personas tan auténticas que da verdadero gusto tener de compañía porque siempre acabas empapado de vida. 

Con la suerte ocurre más de lo mismo: se atrae. Y ésa es la razón por la que “hay gente que encuentra parking y gente que no”, como dice Duró.

Córtate el pelo, vete de compras, haz ejercicio, búscate hobbies, renuévate por dentro y por fuera. Todo depende de tu perspectiva y de la felicidad interna que haya dentro de ti.

Yo la he conocido, y quiero que la felicidad vuelva a consumirte para poder bailar con ella.

Quiero que me vuelva a hablar de sueños ambiciosos, que te devuelva la pasión, que te haga reír a carcajadas, que se ponga a cantar cuando no viene a cuento.

Quiero que vuelva para que relaje ese entrecejo y arrugue tus mejillas, que te haga recuperar la fe en ti mismo y seas de los que siempre encuentra parking.



Ha llegado el momento de volver a ser feliz.

jueves, 17 de abril de 2014

En mi propio cielo

Algunas estrellas brillan tanto, son tan fuertes, que aunque mueran su energía sigue en el espacio y las seguimos viendo en el firmamento. Lo mismo ocurre con las personas: hay algunas, que son tan grandes, tan importantes, nos llegan tanto, que pase lo que pase, siempre estarán en nuestros corazones. 



miércoles, 16 de abril de 2014

Tal y como soy

¿Nunca habéis probado eso de ir corriendo por las calles vacías de vuestra ciudad? 

Me refiero a cuando todavía no se ha despertado ni un alma, cuando el sol todavía está algo perezoso. Vaya tontería que puede parecer así de palabra, pero a mí sinceramente me encanta ir así, sin tener que ir esquivando a nadie (incluso me sale esa sonrisilla de felicidad, pero secreto total). Y todo esto es porque durante el día a día echo de menos esa sensación de libertad que solo consigues echando a correr con los brazos abiertos, sin ruta fija y acabando por casualidad en un sitio precioso.


miércoles, 5 de febrero de 2014

60 segundos

Un minuto sirve para sonreír, sonreír para el otro, para ti y para la vida.
Un minuto sirve para escuchar el silencio.
Es en un minuto en que uno dice el , o el no que cambiará toda su vida.
Un minuto para un apretón de mano y conquistar un nuevo amigo.
Un minuto para sentir la responsabilidad, pesar en los hombros, la tristeza de la derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria.
En un minuto se puede amar, buscar, compartir, perdonar , esperar, creer, vencer y ser.

En un minuto se puede salvar una vida.
Tan sólo un minuto para incentivar a alguien o desanimarlo.
Un minuto para comenzar la reconstrucción de un hogar, de una vida.

Minutos... Cuántas veces los dejamos pasar sin darnos cuenta, pero también cuántas veces traemos a nuestra vida los recuerdos de los minutos vividos llenos de felicidad, de alegría y tristezas.
Con frecuencia decimos "es un minuto" que nos parece nada, pero cómo se aprecia ese minuto al levantar la mano y saludar a un amigo que se va para siempre, como se valora ese minuto que hace que lleguemos tarde a nuestro trabajo, como se espera ese minuto que nos lleva a reunirnos con los que amamos, cómo nos llena de emoción ese minuto al que se entrega al hilo al nacer y como también que la vida otorgue más minutos a que la muerte separará físicamente y no veremos más.

Un minuto parece increíble, parece tan poquito, y sin embargo, puede dejar una huella tan profunda en nuestra vida.
Lo importante no es vivir la vida por qué sí, dejando pasar el tiempo.
Aprendamos a vivir la vida intensamente.
Aprendamos a no posponer las mejores emociones de la vida pensando que "si no es hoy, será mañana".
Recuerda que tu tiempo es hoy.
La vida es hoy.
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa.

lunes, 3 de febrero de 2014

Contra viento y marea

Ante tantos cambios de aire, decidió hacerse dueña del viento. Ya no le importaba si a favor o en contra, hace tiempo aprendió a vivir a contracorriente, se saltaba los pronósticos como olas en el mar y lo de inventar su futuro se convirtió en costumbre a la hora de la siesta, ella siempre prefirió soñar despierta. Con los ojos cerrados eso sí, por si lo que veía a través de ellos le impedía reconstruir lo que en ese momento era una ruina, pero se trataba de su ruina. Ella soplaba más fuerte cada día y mil anticiclones se le formaban dentro de su cabeza, acostumbrada a temporales incontrolables, condenada a naufragios, no le importaba seguir escalando. Y entonces fue la arena quién le hizo darse cuenta de que los relojes funcionaban; pasaba el tiempo y la lluvia cada vez más débil se rendía a sus pies. Ella era la reina de ese lugar y de todo lo que sucedía allí, donde el cielo se posa sobre el mar, como si de un espejo se tratara... Se sentó a soñar con los ojos cerrados pero no logró verse reflejada, y los abrió. Tenían razón, estaba más arriba de lo que cualquier cerveza espumosa le había llevado. Tan pronto estás arriba como abajo, lo bueno es que cuando llegas a la cima no hay quien te baje. Ella siguió durmiendo entre lunas rotas, ya no le importaba lo que pasara alrededor, tenía todo a su favor. Y ahora, recién caídos del cielo... Es lo que tienen los días de lluvia. Pero mañana saldrá el sol porque "por la noche es probable que el viento sea variable".



Cuando parece que todo va a ir bien, te vuelves a derrumbar

El dicho de no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, deja mucho que desear. Yo lo escribiría de otras mil formas distintas, porque yo siempre he sabido lo que tenía y me he sentido especial por ello. Quizás todas las borracheras de después son las que te recuerdan lo mucho que quieres a esa persona, das a conocer tu tristeza al resto del mundo, qué triste y qué verdad más verdadera es esa. 

A veces, después de haber querido tanto, después de haberlo dado todo, cuesta tanto aceptar que todo en esta vida da no uno, sino varios giros inesperados. Hay que aceptar que no puedes basar tu vida en un plan pensado un domingo por la tarde, en el que a los dos os parece lo más fácil, porque total, os vais a tener para siempre. No, no y no. Que no seáis ilusos, que al final todo va por el camino que le apetece. Que está muy bien eso de disfrutar al máximo el presente, pero también hay que tener en cuenta las consecuencias. Me refiero a que no puedes tirarte al vacío sin ni siquiera un arnés que te sujete para cuando estés llegando al final, que eso no ocurre ni en jackass, así que sé un poco realista, y piensa en agarrarte bien antes de dar el gran salto. Que el amor sin locura no es amor, se quedaría solamente en cariño, pero que no tenemos corazones de hierro y que cada amor, cada desamor, cada alegría, cada decepción, nos deja una cicatriz distinta. Y nadie te habla del después, nadie te dice en la tormenta que está al venir, solamente te dicen que aproveches los rayos de sol, que los días soleados escasean últimamente. Hay cosas de las que uno mismo tiene que darse cuenta, y eres tú el que tiene que hacer las cuentas, poner en una balanza y decidir lo que realmente merece la pena y lo que no. 


Yo arriesgué, gané el amor de mi vida y ahora estoy sufriendo alguna que otra consecuencia. Lo normal, lo raro sería que no me importase nada una mierda. Y por fin, a día de hoy soy capaz de agradecer incluso los malos ratos que he pasado después, los malentendidos, algún que otro rencor, un par de discusiones, reconciliaciones fallidas y el dolor de aceptar todo lo que ya no es. Ya puedo ver que todo esto no es más que el final de algo que fue maravilloso, que cuando mejores cosas recibes, luego llega el peor de los finales. Pero sigo viendo la balanza a mi favor, me sigue pareciendo que he ganado, que nunca me arrepentiré de aquella decisión que tomé, que a pesar de todo, ha merecido la pena, ha merecido las alegrías y ha merecido un hueco en mí para siempre. 


Lo único que no me gusta de todo esto es mi cabezonería, mi manía por no querer cambiar las cosas de su sitio. Siempre he necesitado un empujoncito de fuera, ¿te acuerdas? siempre me lo decías, y gracias a ti puedo ver las cosas más claras y ordenar un poco más el caos que tengo en mi cabeza. 


No sé cómo, pero me parece que voy encontrándome por la vida con las mejores personas que existen, con las que llenan mi vida y saben sacar lo mejor de mí. No pienso olvidarme de nada ni de nadie, porque todo forma parte de mí, todo lo que me pasa me ayuda a madurar, a cambiar, a prepararme para todos los años que me quedan por vivir, todas las experiencias, todos los amores y respectivos desamores que llegarán. 


Solo me falta una cosa, el miedo a volver a empezar, pero eso ya es otro tema, algo que llevará más tiempo de lo normal. Lo único en lo que me centro ahora es en no dar más vueltas, porque muchas veces nos perdemos las pequeñas alegrías mientras esperamos la gran felicidad. Que no seamos tontos, que la felicidad no es más que la suma de esas pequeñas alegrías de cada día. 


Y que la felicidad, se lleva dentro. 


jueves, 30 de enero de 2014

"Eso solo pasa en las películas"

Deben de existir pocas frases de manual más utilizadas que esta. El caso es que hoy me voy a atrever a decir que discrepo. Sí, discrepo. Discrepo porque la verdad es que las cosas no solamente pasan en las película. Las cosas pasan en la vida real. Te pasan a ti. Y a mí, claro. Solo que necesitamos que las películas nos lo recuerden. Necesitamos que nos lo recuerden porque vivimos de referencias. Vivimos de lo palpable, de lo tangible, de aquello que se deja entender. Y nos angustia lo efímero, lo metafísico, lo intangible. Y para eso están las películas. Para recordarnos que lo que nos pasa en la vida es real y podemos tocarlo. Son el "¿por qué no?" que a veces nos cuesta tanto preguntarnos. 


Seguramente alguna vez hayas entrado en un estado se shock profundo durante un par de días tras ver una película en la cual el protagonista podrías ser perfectamente tú. Sí, tú. El que necesita ver una película para darse cuenta de que le está pasando algo en la vida. Todas hemos salido del cine con ganas de robar un coche y darnos a la fuga con el primer tío bueno que encontremos por el camino. Hemos salido del cine y hemos escrito ese mensaje que llevábamos un mes pensando si mandar o no. Hemos querido dar cera y pulir cera. Nos hemos imaginado en una isla desierta pescando con un palo que nosotros mismos hemos convertido en una caña de pescar, viviendo en una cabaña (porque aquí todos sabemos construir cabañas, ¿verdad?). Hemos vuelto a casa imaginándonos que nos persigue el FBI, la CIA y Freddy Krueger (sí, todos a la vez), Hemos escrito por un grupo de Whatsapp preguntando para cuándo narices ese viaje a Las Vegas. Hemos mirado a un extraño fijamente a los ojos mientras nos cruzábamos con él; hemos llegado a casa y le hemos ordenado a nuestro perro que encuentre YA el tesoro; hemos salido de la sala del cine con ganas de encontrarnos con el amor de nuestra vida y ser feliz junto a él. 

Puede que nunca llegues a hacer ninguna de estas cosas. Pero esa película, aunque sea durante unos minutos, ha despertado algo real en ti. Real como la vida misma. Como un ciclo continuo de ensayo y error y películas entre medias.

Así que, si has visto suficiente cine o has vivido lo suficiente, voy a recordarte que: 

Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos que nos haga falta pudiésemos coger un poco. Que cuando te das cuenta de que quieres empezar algo importante en tu vida lo único que quieres es que tu vida empiece lo antes posible. Que la única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse. Que a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Que lo menos frecuente en este mundo es vivir, la mayoría de la gente existe y eso es todo. Que no queremos necesitar nada que no podamos tener, que al fin y al cabo mañana será otro día, que no se ve bien más que con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos. Que cada minuto que pasa es una oportunidad de seguir cambiando, que el mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía, que el artista mienta para mostrar la verdad y el político para ocultarla. Que algún día nos harán una oferta que no podremos rechazar. Que hay noches que son acera de cambiar el juego. 


Que puedes pasarte la vida levantando muros o puedes vivirla saltándolos, que en algún momento hay que elegir entre hacer lo fácil y hacer lo correcto. Que personarse a sí mismo suele ser mucho más duro que perdonar a los demás. Que son las decisiones las que nos hacen ser quienes somos, y siempre podemos optar por hacer lo correcto. Que podrán quitarnos la vida, pero jamás nos quitarán la libertad, que tonto es el que hace tonterías, que si tú ves un bombón da igual que el resto veo una caja, que todos nos volvemos locos alguna vez, que no hay lugar como el hogar. Que no existen preguntas sin respuesta, solo preguntas mal formuladas. Que un hombre sin miedo es un hombre sin esperanzas. Que no importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte. Que la vida debe ser una locura porque si no todo se reducirá a un puñado enorme de lunes, que la gente siempre dice que el tiempo lo cura todo pero en realidad solo duele más, que lo más bonito de ser feliz es que crees que ya no volverás a estar triste. Que siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante, que nos enamoramos y formamos familias porque todos necesitamos testigos de nuestras vidas. 


Que no llueve eternamente, que hay que aceptar lo bueno y lo malo, ya que no se puede amar a la gente a trozos, que el corazón de los hombres se corrompe con facilidad, que solo tú puedes decidir qué hacer con el tiempo que se te ha dado. Que la experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que le damos a nuestros errores. Que a veces no decimos mentiras, sino que le damos amplitud a la verdad. Que a veces no nos acordamos de olvidar. Que aunque a veces no recordemos, nada de lo que sucede se olvida; que queremos a las personas por sus cualidades, pero que las amamos por sus defectos; que los silencios más intensos son los que están repletos de todo lo que ya se ha dicho; que los príncipes azules siempre acaban destiñendo. Que el amor a primera vista es como cuando empieza una canción y simplemente sabes que tienes que bailar. Que a veces necesitamos creer que las personas son buenas aunque nos decepcionen una y otra vez, que todos tenemos la necesidad de pertenecer a alguien en algún momento de nuestras vidas. Que las preguntas nunca son indiscretas, pero las respuestas a veces sí. Que el amor no es jactancioso o engreído. Que hay cosas que son ciertas, no importa si las crees o no. 


Que la vida es caer y levantarse, que la vida es alegrarte los viernes y joderte los lunes, que hay que abrazar a quien te abrace y besar a quien lo merezca, que a veces el infierno somos nosotros mismos, que alguien tiene que morir para que los demás sepamos apreciar la vida, que siempre hay que seguir aunque sólo sea por curiosidad, que la vida es demasiado corta para estar siempre cabreado, que nadie encuentra en esta vida todo el cariño que debería, que la vida nunca sale como la habías planeado, que el orgullo es algo que se tiene cuando hay algo para perder. Que la cosas de verdad no pueden encontrarse donde no existen, ni tampoco pueden esconderse donde sí las hay. Que la tentación muchas veces se vence cayendo en ella. Que hay que mantener cerca a los amigos y más cerca a los enemigos, que el mejor tipo de amor es aquel que despierta el alma y nos hace aspirar a más. Que francamente, querida, me importa un bledo. Que bueno, que nadie es perfecto. 

Que algún día darás un beso por el que medirás los demás el resto de tu vida, que hay que ser más fuerte en las derrotas que en las victorias, que a veces haces todo lo que puedes para escapar de un lugar y cuando te llega la oportunidad de irte encuentras una razón para quedarte, que no siempre llorar es malo pues no todas las lágrimas son amargas. Que siempre nos quedará París y que esto va por ti, muñeca. 


Te recuerdo todas esas cosas que aprendimos de las películas y que aunque ya sabemos, necesitamos recordar de vez en cuando. Te las recuerdo porque a lo mejor, y sólo digo a lo mejor, alguna de ellas te resulta útil. Y da igual si sabes o no de qué películas hablo. No importa si conocer a quienes han ido convirtiendo en palabras e imagen algunas grandes verdades de la vida. De tu vida. Y de la mía, claro. Da igual porque lo sepas o no, lo has vivido. Lo sabes, o estás a punto de saberlo. Solo que no sabrías explicarlo con palabras. Tú procura no olvidarte de esas cosas. Pero si lo haces... acuérdate de lo que pasa en las películas. 

Un desastre



Soy un desastre en todo lo que esté relacionado con vivir. Que no es todo, porque hay días, o semanas, incluso meses, en los que solo subsisto. Sí, soy un desastre, pero un desastre con la mejor suerte del mundo. Y por eso soy, aunque a veces no esté. Y eso, eso te lo debo. 


sábado, 18 de enero de 2014

Alguien que te haga reír

De la vida aprendí que alguien tiene que hacernos llorar, para darnos cuenta de que nos merecemos a alguien que nos haga sonreír. Una persona que te haga reír hasta cuando tenga motivos para dejar de hacerlo.