domingo, 2 de agosto de 2015

Intranerso:

Dícese del universo personal que todos guardamos en el interior de nosotros mismos. Es un rincón de difícil acceso y al que no se suele dejar entrar a cualquiera. No se ha logrado determinar con exactitud si se encuentra en la cabeza o en el corazón. 

Carlos Miguel Cortés

miércoles, 29 de julio de 2015

Como si se pudiese elegir...

"Lo que mucha gente llama querer consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estancando en mitad del patio. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige... No eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos al salir de un concierto" 
Julio Cortázar

lunes, 13 de julio de 2015

Imagina una carcajada diez segundos antes de llorar. Un abrazo por la espalda cuando no quieres volver a casa. Una mano que aparece al cruzar el pasillo a oscuras. Un faro con preciosas vistas al mar. Un atardecer sin hora de vuelta. Un aterrizaje sobre otro aterrizaje. 




martes, 7 de julio de 2015

Búscate una loca, de las de remate

De las que cuando piensas que ya no puede hacer algo más estúpido, va y te sorprende con algo inesperado. 

Busca a quién se ría a carcajadas, sin importarle dónde se encuentra o quién tenga alrededor.


Quien te cuente chistes malos y haga bromas tontas sin que puedas evitar y no sepas por qué.


Que cante por la calle con la música de algún coche e intente que tú también lo hagas. Que baile bajo la lluvia sin preocuparse por su peinado.


Búscate una pesada, una tocahuevos, de las que juegan con tus puntos débiles o manías sabiendo que consiguen desquiciarte, provocando en ti unas ganas locas de ahogarla, pero con abrazos.


Busca una irracional, humilde, sencilla y directa. Que llore, que grite, que tenga carácter. Que te monte numeritos pero que los compense con muy buenas escenas.

Que no sepas como va a reaccionar, que tenga múltiples personalidades y consiga enamorarte con cada una de ellas. Y que solamente puedas hacerla callar con besos.


Esa persona que hará todo lo posible por sacarte una sonrisa en los momentos más duros, que te dará la mano y no te soltará hasta que esté completamente segura de que no pierdes el equilibrio.


Quien no haga falta que te diga nada, porque con la mirada te lo dirá todo. Que te entregará todo desde el minuto uno sin pedir nada a cambio.


Busca una persona con quién pierdas la noción del tiempo y del espacio...



                           Búscate una loca.

miércoles, 3 de junio de 2015

La ruta más larga

Recuerdo que hace tiempo me daba algo de miedo conducir por carretera. Iba a lo seguro, a los semáforos y las calles, a los peatones y los cedas. Una vez fuera de la ciudad era un auténtico desastre. Me visualizaba una y mil veces estrellando el coche contra el quitamiedos, pinchando alguna rueda accidentalmente (con el inconveniente añadido de no saber cambiarla), o quedándome sin gasolina por estar poco hábil controlando las salidas a las áreas de servicio
Durante un viaje mi miedo desapareció. Aprendí a mantener el control y la calma, a sentirme más segura. Aprendí a afinar la vista y a entender las señales, a respetar la oscuridad y a destrozar los mapas. Aprendí a sentir eso que sienten los tipos de los anuncios de la tele cuando van al volante.
Con el tiempo las carreteras se han puesto de mi lado, me ayudan a disfrutar del paisaje y de la música de fondo. Me recuerdan a películas y a momentos, a rutas sin final y a decisiones sobre la marcha.
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No sé vosotros, pero algunas veces, yo seguiría conduciendo sin tener en cuenta el destino. Pasaría de largo la salida prevista y pisaría el acelerador sin pensar en exceso. Hasta donde alcance la gasolina. Hasta donde alcance el cansancio. Carretera y manta, con lo justo en la maleta y el bolsillo. Con una buena cámara de fotos y una libreta para apuntar pensamientos y detalles. ¿No consiste en eso la vida, en hacer algo inesperado y emocionante alguna vez?
Que el viaje sea largo. No recuerdo dónde lo leí, o tal vez, en qué canción lo escuché.
Hay viajes y viajes. Más largos, más cortos. Viajes por amor, por negocios o porque sí. Hay viajes hechos a medida, hechos en fábricas listos para vender al por mayor. Hay viajes imprevistos y viajes impulsivos (y compulsivos). Viajes de novios, de estudios, de despedidas. Los hay más caros y más baratos. Pagados a plazos o a medias. En avión o en tren. En barco o en coche.
En coche. 
Cuando viajas en coche es más fácil perderte. Carreteras secundarias, autopistas, autovías, caminos de cabrascomarcales y de mala muerte

Has de tener bien pensado el trayecto para no acabar dando vueltas sin ningún sentido. Algunas veces, por mucho GPS que haya, una mala decisión genera el caos y la tensión. Te pierdes. Es inevitable.
 En la vida, que es nuestro viaje más importante, pasa lo mismo. Por mucho que hayas estado atento a las indicaciones, por mucho mapa que lleves o por buen copiloto que tengas al lado, nadie está exento de equivocarse de salida.
Siempre hay alguna distracción, alguna señal equívoca, algún contratiempo. Algunas veces los mapas se manchan con gotas de café, los navegadores se estropean, o los copilotos se duermen. Algunas veces, se pone a llover tanto que se difuminan las letras de algún cartel, por rápido que tu limpiaparabrisas trabaje. Algunas veces, las carreteras están cortadas y te obligan a desviarte.
Algunas veces ocurre que el desvío te lleva por acantilados, carreteras peligrosas con curvas que requieren la totalidad de tu concentración. Curvas que te obligan a acelerar y a frenar, a cambiar de marcha, a cambiar de canción.
Algunas veces, en medio de todo el imprevisto, toca parar y pensar, tomar aliento y mirar alrededor.
Otras veces ocurre que el desvío te conduce por parajes de ensueño. Carreteras desconocidas de esas que te invitan a mirar por la ventanilla y a cantar en voz alta. Entonces es cuando piensas en que, “fíjate, pues no ha estado tan mal el cambio de planes”.
A veces merecen la pena los desvíos.
A veces merece la pena perderse sólo por disfrutar del paisaje.
En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis serán los cambios de rutas, los cambios de sentido, los imprevistos y las canciones. En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis será quién fue vuestro copiloto. Quién sujetaba el mapa y luchaba contra el GPS. Quién se calmaba por mantener vuestra calma. Quién cambiaba de canción. Quién os amenizaba el viaje. Quién os abría la botella de agua.
En la vida, como en las carreteras, más que el paisaje cuenta el viaje. Más que las fotografías cuentan los momentos. Más que el copiloto cuenta el compañero.
En la vida, como en las carreteras, a fin de cuentas poco importa más que las decisiones a tiempo.
Y si te equivocas de salida, tranquilo, darás más vuelta, pero al final podrás llegar a tu destino.
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Que el viaje sea largo.
Poco más importa.
Lo demás, a fin de cuentas, está de más.
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miércoles, 6 de mayo de 2015

No love without freedom, y viceversa




Lo poco que sé del amor, ven que te cuente, lo aprendí de unos cuantos cuadros, de unas cuantas canciones, de unos cuantos libros y de unas cuantas películas. Lo aprendí a base de manías y defectos, de viajes en coche, de grandes meriendas y mejores vistas. Lo aprendí de las madrugadas y las horas bajas, de las aventuras, de los minutos que pasan y de las cosas que te sobran cuando tienes lo que te hace falta.



viernes, 10 de abril de 2015

Que nos quede la risa

Al cuerno con la gente que nunca se salta las normas, con la que nunca hace nada espontáneo, con la que nunca llega tarde a nada. Que se vayan al cuerno los que no saludan ni dan las gracias. Al cuerno con todos los que no miran a los ojos cuando hablan con alguien. Al cuerno los que no suman, los que más bien restan. Los que restan buen humor, los que hacen sombra, los que quitan la ilusión. Al cuerno con la gente que siempre lo ve todo medio vacío, desde vasos hasta corazones. Los que siempre te buscan la vuelta y las cincuenta mil patas al gato.
Al cuerno con todos ellos. Y también con los que no saben apreciar un buen gesto. Con los que hablan por hablar, con los que tiñen la mala educación de sinceridad, con los que no saben ni cuándo callar ni cuándo parar. Al cuerno. Que se vayan al cuerno todos esos cobardes llenos de palabrería, y también quienes juzgan sin saber y opinan por empatizar. Los del “quedabien”. Al cuerno, también, los buenos que no hacen nada por condenar a los malos. Los que miran a otro lado. Los que duelen, los que dañan, los que roban.
Y al cuerno también con las apariencias. Y con la gente que decidió dejar de luchar, con la que decidió rendirse, con la que no se quiere. Al cuerno los que dejan de arreglarse cuando ya se han ganado a la novia (y viceversa). Al cuerno con las dietas y los complejos. Con los estereotipos. Con las barbies y los héroes fibrados. Con la piel de naranja y las patas de gallo. Y al cuerno también con los vestidos ajustados y los tacones altos. Y sobre todo, al cuerno con las necesidades que nos hacen creer que tenemos y que NO tenemos.  Y la gente que critica los kilos de más y los kilos de menos. Que cada cual es como es, y quien no lo entienda, ya se sabe el camino “al cuerno”.
Y que se vayan al cuerno también los miedos. Todas las inseguridades que nos evitan avanzar y ser felices. Todas las lágrimas que no sean de alegría. Todo lo que nos meta en una burbuja y nos impida ver la realidad. Que la realidad está para verla y, por supuesto, para vivirla.
Y que nos quede la risa cuando nada más nos quede. Que nos salga la risa de cuando estás enfadada y no te quieres reír. La risa de cuando la paz, la paz de cuando se acaba la guerra. La risa que sale de dentro. Que todos tengamos algo o mejor dicho, alguien, que consiga provocarnos esa clase de risa. Que todos tengamos algo que contarle a la almohada esta noche, algo que sentir, algo por lo que vivir, algo que cuente. Porque lo demás no cuenta, de verdad.
Lo demás, en serio, está de más.

jueves, 9 de abril de 2015

Lo que me gusta:

La gente graciosa sin querer, guapos que no lo saben y sabios que escuchan más de lo que hablan. Y en definitiva, la gente natural, que no aparenta, que es tal y como se muestra a los demás.

Una de las mejores sensaciones del mundo es reírse con otro y, a mitad de risa, darte cuenta de cuánto disfrutas con esa persona y de su existencia.



domingo, 15 de marzo de 2015

La parte buena de la vida

Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes les rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco…
Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed.

Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena.


La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. 


Te dejarán el mejor recuerdo. 


Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarles de menos es bonito.




viernes, 13 de marzo de 2015

Nosotras

A lo largo de todos estos años he conocido a muchas mujeres. Mujeres con intereses, con su propia manera de ver el mundo que se rinde a sus pies. Con un color distinto de carmín de labios, de ropa interior y de piel. Con una sonrisa diferente cuando suena su canción favorita y una manera peculiar de fruncir el ceño ante un contratiempo. Mujeres que me han demostrado que no importa la distancia, no importa el acento y mucho menos, la forma de vestir. No importa el Dios que alaben ni las arrugas que hablen de años pasados. Todas ellas son especiales, diferentes… Y buscan cuidarse por dentro y por fuera.
Mujeres que les gusta mezclar colores, como el verde con el rojo y un chorrito de amarillo oliva. Que comen equilibrado, aunque tantas y tantas veces su vida se haya puesto patas arriba. Que de vez en cuando se dan un capricho, porque se lo merecen y no hace falta más explicaciones. Que no creen en dietas milagro y sí en la voluntad y la perseverancia. Que se han planteado objetivos y los han cumplido, y han demostrado al mundo que sobre su cuerpo sólo mandan ellas. Que son capaces de hacer ejercicioy sentirse vivas y activas. Porque hacer deporte no sólo es saludable físicamente, sino que psicológicamente nos hace sentir bien. Mujeres que se sienten guapas sin que nadie se lo diga.
Mujeres que se preocupan por su aspecto, que se visten para gustarse a sí mismas y no a los demás. Que se visten y se peinan sin importarles la moda, el look de la famosa de turno, los comentarios del resto… Que eligen la largura de su falda y el tamaño de su sonrisa. Mujeres con opinión, que saben decir “no” cuando quieren y gritar “sí” cuando les da la gana.
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Mujeres que disfrutan de los pequeños momentos y los detalles que les brinda la vida. Que gozan de ese momento de felicidad indescriptible que sienten cuando miran el despertador pensando que llegan tarde a trabajar y se dan cuenta de que es fin de semana. De esa sonrisa nerviosa que se escapa al bajar de un tren porque saben que está esperando un alguien que para otros no tiene nombre y que si te nombra te deja sin habla. De una llamada un día cualquiera que hace que lo marquen en el calendario. De un abrazo en mitad de la calle, de un guiño en la barra del bar o un beso en un portal. Y son precisamente ellas, las que ante un día lluvioso y sin paraguas, se preocupan de algo más que de su peinado y son capaces de bailar bajo la lluvia. De disfrutar de la frescura de las gotas y de abrir los brazos a un cielo que le enseña al mundo el ciclo de la vida: el agua. Mujeres optimistas, risueñas, que no aceptan un “no” por respuesta y que frente a las adversidades saben ver el lado bueno de las cosas. Que suben el ánimo cuando todo parece perdido pero nada lo está. Porque cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, y sin un poco de lluvia no podemos ver el arco iris.
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Mujeres que se preocupan, que tienen miedos y que, ante todo, no son súper heroínas. Porque existe la idea de que tienen que ser perfectas, que hay una especie de podio en el que tienen que pelearse para ser el número uno y han de decir de ellas que son “mujeres diez”. Que no quieren números en sus descripciones, pero quieren que cuenten con ellas. Que tienen sentimientos, que tiran hacia delante pero también necesitan parar de vez en cuando a tomar un respiro. No quieren comparaciones y, sobre todo, no las necesitan.
Mujeres como tú y como yo. ¡Seamos nosotras!
Porque las mujeres podemos ser tan simples o tan complicadas, pero sobre todo, tan bellas por fuera y por dentro, como una gota de agua.