sábado, 21 de noviembre de 2015

Tal vez nunca

Tal vez nunca nadie entienda que hoy haya entrado en una librería sólo por estar rodeada de libros y sentirme en paz. Y olfatear sus historias, y beberme sus letras, y sentir las horas de trabajo, la magia, el esfuerzo. Tal vez nunca nadie comprenda que necesite, al menos, una vez por semana sentarme aquí, de cara a ti, dispuesta a abrir mi corazón para quien lo quiera leer. Tal vez nunca nadie logre meterse en la cabeza de alguien que tiene tantos cables sueltos, tantos cortocircuitos, tanto por hacer. Tal vez nunca nadie sea capaz de adentrarse en un armario tan lleno de trastos, en una lista con tantas cosas pendientes, en todas esas tareas que pospongo porque odio, en todas las revistas que nunca compro o en las series que siempre tengo en pendientes.
Puede que nunca nadie sepa que trabajo tanto ahora para poder trabajar menos, para poder escribir más, para poder dedicar mi vida íntegramente a imaginar amor, vida, sueños, tiempos, lugares. Porque cuando se tiene una meta no hay que poner vallas, hay que correr, dejándose la piel en el asfalto, hay que sudar la camiseta, luchar por ello, latir por ello. Porque no puedes simplemente producir para los demás. Cuando tienes un tesoro, no puedes dejar que coja polvo, has de limpiarlo a diario, tienes que seguir sacándole brillo,  y tener claro que primero el uno y después el dos. Que siempre he odiado que me dijeran esa expresión cuando he ido muy estresada a clase, porque creo que es muy fácil decirlo, pero muy complicado practicarlo. Pero sí. Orden. Establecer un orden es justo: es lo más justo.
Puede que nunca nadie comprenda que haya días que no sea superwoman, que por momentos prefiera estar sola, que me guste pensar, que me encante perderme por la ciudad sin necesidad de un compañero de pasos. Puede que no se entienda que, a veces, prefiera callar antes que explotar, bailar antes que comprar, reír antes que gritar. Que cada vez me gusta menos la gente que grita, que habla mal, que desprecia. Que deberían tener un botón de apagado. Que son muy pesados. Que nunca ganarán ninguna batalla mas que la de quedarse sin voz.
Tal vez nunca nadie entienda que sigo llorando con cualquier gilipollez, como si fuera peque otra vez, y que prefiero que así sea, porque si pierdo mi parte de niña, lo pierdo todo. Porque perder nuestra parte infantil es como quitar del bolso las llaves y dejar sólo el maquillaje. Y reconozco que me gusta sentir esa parte humana que renace de las entrañas de la chica que se cree capaz de todo, pero que algunos días, sólo necesita un beso en la coronilla y un “todo irá bien”. 
Bueno. Y recuperando el tema, no sé si alguien en este mundo compartirá mi amor por la música cursi, por el blanco y negro, por el amor inmortal, por los poetas muertos y también por los vivos. Por París, por las flores, por los faros. Por las caracolas de chocolate y las pizzas de barbacoa. Alguien que entienda que cocino menos de lo que en realidad me gustaría, que no aguanto madrugar, aunque me empiece a acostumbrar. Alguien que entienda que veo todas las pelis de amor, amor-comedia, comedia, terror y miedo, habidas y por haber. Alguien que respete que siempre lleve camiseta de tirantes debajo de cualquier jersey. Alguien que sepa cuándo miento y cuándo digo la verdad. Alguien que tenga la capacidad de medir la anchura de mis ojeras y saber de dónde provienen. No sé si ese alguien existirá, aunque espero que sí.
Y tampoco sé si habrá alguien que entienda que siempre mensajeo y que no suelo llamar, simplemente por vagancia, pero en el fondo me gusta que me llamen y hablar por teléfono. Y que últimamente me da pereza hasta eso, mensajear. Que ojalá tuviera la capacidad de comunicarme con la mente. Y ya está.
Tal vez nunca nadie entienda que cuando quiero, quiero con todo, desde las pestañas hasta las uñas de los pies. Que me tiro al agua. Que soy capaz de andar descalza por las brasas si al final del camino está quién sea que tenga que llegar. Que odio tirar toallas, frenar en seco, pegar pies al suelo. Que sigo brindando por todas las veces que me perdí en un beso sincero. Que esos besos son los que componen los cimientos de las calles por las que caminas, el mundo, la tierra, el todo que te envuelve, la manta que te tapa.
Pero tal vez nunca nadie llegue a saber lo que esconden tantas palabras. Porque las palabras hablan mucho más por lo que callan que por lo que cuentan. Siempre hay alguna pausa, algún blanco, alguna coma que pones o que quitas, algo que yace detrás de la obviedad. Si encuentras alguien que vaya más allá de tus obviedades, si hallas entre tanta alma perdida algún valiente que decida cavar entre tantas y tantas líneas buscando lo que nunca cuentas, nunca le pierdas. O al menos intenta no hacerlo.
Porque cada vez es más complicado encontrar primavera entre tanto invierno.
Porque tal vez nunca nadie entienda de qué está compuesto mi corazón. Tal vez nunca nadie comprenda, no por no poder, sino por no querer. Tal vez nunca nadie lea este post con los ojos con los que yo lo he escrito, pero, ¿sabéis algo? Me da lo mismo. Porque mientras yo me entienda, qué más da que el resto no lo haga.
Porque hace algún tiempo descubrí que mientras tú estés agusto contigo mismo, da igual todo lo demás. Y desde entonces, y aunque nunca nadie lo entienda, cojo mis cascos y a veces un libro de poesía o frases bonitas, y me voy a un sitio bonito. Yo sola, con el paisaje, con el aire en la cara y una bonita música de fondo. Si hace falta llorar, se llora, si hay que desahogarse, adelante, qué mejor que contigo mismo, que te conoces bien. 
Porque bien pensado, creo que esta vida es como un gran parque de atracciones por el que vale la pena pagar entrada. Y si nadie se sube contigo a la montaña rusa, qué más da. Ponte el cinturón de seguridad y disfruta de la vuelta, aunque nunca nadie entienda que viajes sola.
Y que encima, te guste.
-  La chica de los jueves -

lunes, 5 de octubre de 2015

Que disfrutes del camino


De pequeño se suele vivir más en sueño despierto que el vida real, pero cuando crecemos la cosa cambia. Creo que sentimos la necesidad de hacer palpables los sueños, de convertirlos en realidad cuanto antes mejor. Desechamos los que vemos muy difíciles, los imposibles. Los tiramos al contenedor de lo irrealizable. De los “bah, esto ni de coña”. De los “yo nunca”. Nos centramos en lo que parece más sencillo y damos por hecho que lo lograremos. Y unas veces pasa. Pero otras no. Y no sé vosotros, pero yo de vez en cuando vuelvo a empanarme, sentada en frente de la ventana, sin esperar nada a cambio de mis sueños, simplemente, siendo feliz sólo con tenerlos.

Que sí. Que todos me diréis que los sueños están para cumplirlos. Y sí, claro. Pero por experiencia propia, lo realmente importante no es llegar, sino disfrutar del camino. Y cada vez lo tengo más claro. Lo mejor de la vida es el trailer antes de la película, el “que empiece ya”. Lo mejor es cuando ves los relámpagos antes de que comience a llover. Lo mejor es el dolor de estómago de cuando esperas que te den una noticia. Lo mejor es cuando te compras el modelito para la ocasión especial, y lo sabes. Lo mejor es ese momento previo a un primer beso, cuando sabes que va a pasar, pero no estás cien por cien segura, pero sí, pero no, y entonces pum, toma beso.

Lo mejor es el preparar la mochila antes del primer día de colegio, ponerte los tacones y andar por el pasillo pensando en tu gran noche, hacer la maleta con lo justo y necesario. Y echar a volar. Lo mejor es hacer cola antes de un concierto y pintarte con ceras negras corazones en las mejillas, el apagón de luces y entonces, la música. Lo mejor es mandar un mensaje ñoño y morderte las uñas esperando una contestación.

Lo mejor es el antes de. Siempre. La ilusión. Lo mejor, sin lugar a dudas, es tener una ilusión, sea cual sea.

A veces volver a mirar la vida con los ojos de un niño es mejor que cualquier realidad, por muy explotada que esté esta expresión. Que lo está. Pero yo (y seguramente mucha más gente) a veces necesito recordarme a mí misma ciertas cosas.Y si algo puedo hacer por ti desde aquí, seas quien seas, es desearte eso: 

Te deseo, seas quien seas, que nunca olvides quién eres, qué te ha traído hasta aquí y a dónde te quieres dirigir. Que aunque tengas aspiraciones, nunca olvides que lo más importante es compartir tiempo con las personas a las que quieres, que esas no dan un sueldo ni reconocimiento en forma de premio, pero dan lo que no se puede explicar con palabras: sí, eso.

Te deseo, seas quien seas, que nunca cedas ante la desilusión, que nunca creas que no vales para algo (que sí, que habrá cosas que no sepas hacer ni de broma, pero habrá otras que hagas mejor que nadie), que nunca nadie te haga creer que tus metas son absurdas. Simplemente, ve a por ello de la mejor manera que sepas. Que nunca te dejes nada a medias. Que eso es de cobardes. Y los cobardes no cumplen sueños, sólo los rompen.

Te deseo, seas quien seas, que llores. Que sepas cuándo llorar y cuándo reír. Que aprendas a compartir lágrimas y a reír sólo y por dentro. Porque solemos compartir risas y esconder lágrimas, y yo creo que algunas veces, debería ser al contrario. Que los verdaderos amigos están para secarse de la camisa tus mocos, y no sólo para compartir cervezas y cachondeo. Aprende a valorar quién está siempre. Aprende a valorar la amistad, porque si no lo haces, te arrepentirás.

Te deseo que sepas con quién salir, con quién bailar, con quién compartir tantos sueños. Que sepas distinguir quién se quedará y quién será ave de paso. Porque ya no tenemos quince años, esas cosas ya las vemos de lejos. Te deseo que te enamores. De verdad. Que seas valiente. Que te atrevas. Que ceda tu muro. Que enseñes tus cartas. Porque esconderlas sólo genera desconfianza, y de eso ya has tenido bastante, ¿verdad? Muéstralas. Ponlas sobre la mesa. Quien no quiera seguirte en el juego, se irá, pero quién aprenda a adorar esos estúpidos rectángulos de cartón tan tuyos, no se marchará.

Te deseo que sepas que lo único importante es la inocencia, la sencillez. No te las quieras dar tan de listo. No quieras ser tan especial, tan guapo, tan moderno. Al final, somos todos lo mismo, y lo realmente especial es tener a alguien con quien alargar las meriendas de cola-cao.

Lo realmente importante es que sepas lo importante que eres, lo importantes que son tus sueños, y lo valioso que eres.


Dedicado a tantos y tantos soñadores. 

Dedicado, en especial, a ti.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Que no es el cómo, sino el quién

Lo mucho o poco que sé del amor lo aprendí escribiendo. Sí, escribiendo tres años de vida, tres años de historia y de vino añejo. Escribiendo estupideces románticas. Lo poco, lo muy poco que sé del amor, lo aprendí cuando aparqué el coche en el portal, cuando aparqué la sensatez y los prejuicios. Fue justo cuando aprendí que el amor no se busca, se encuentra. Que el amor no se elige, sino que te elige a ti.
Lo poco que sé del amor es que es impredecible e imprevisible. Que te da sorpresas (y sustos). Que te lleva del cielo al infierno, y del infierno a un estado de letargo difícil de superar. Que te encierra y te encoge el corazón, y te cambia los apuntes y los esquemas.  Me dí cuenta que no es el cuándo, sino el cómo. Que no es el cómo, sino el quién. Que “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante” (Oscar Wilde).
Lo poquísimo que sé del amor es que no entiende de pautas ni de consejos, ni de medidas ni restricciones: es pura magia e intuición. De lo poco que he aprendido, sé que no puede ser entendido sólo con la cabeza, es imposible. Así que perdonadme por criticar esos artículos sobre racionalizar lo irracional. Disculpadme por negarme a ver la realidad de las ventajas de pensar con claridad.
Así que perdonad (o no) que venere el amor de película, pero es que lo poco que sé, es que el amor es locura, es pasar de nada a todo y de todo a nada: no tiene ni pies ni cabeza.
Es, sencillamente, una dulce introducción al caos.



lunes, 7 de septiembre de 2015

Learn

You will meet many types of people un your life. You will meet delicate flowers, raging oceans, quiet forests, towering mountains and colourful skies. You will meet thunderstorms, you will meet lightning. They will knock you down, they will leave you breathless. You will meet sunrises, you will meet gardens. Explore them. Get lost with them. They all have something different to teach you.




sábado, 29 de agosto de 2015

Con todo

"Mereces un amor que te quiera despeinada,

con todo y las razones que te levantan de prisa,


con todo y los demonios que no te dejan dormir.



Mereces un amor que te haga sentir segura,


que pueda comerse al mundo si camina de tu mano,


que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.



Mereces un amor que quiera bailar contigo,


que visite el paraíso cada vez que mira tus ojos,


y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.



Mereces un amor que te escuche cuando cantas,


que te apoye en tus ridículos,


que respete que eres libre,


que te acompañe en tu vuelo,


que no le asuste caer.



Mereces un amor que se lleve las mentiras,


que te traiga la ilusión,


el café y la poesía."

domingo, 2 de agosto de 2015

Intranerso:

Dícese del universo personal que todos guardamos en el interior de nosotros mismos. Es un rincón de difícil acceso y al que no se suele dejar entrar a cualquiera. No se ha logrado determinar con exactitud si se encuentra en la cabeza o en el corazón. 

Carlos Miguel Cortés

miércoles, 29 de julio de 2015

Como si se pudiese elegir...

"Lo que mucha gente llama querer consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estancando en mitad del patio. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige... No eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos al salir de un concierto" 
Julio Cortázar

lunes, 13 de julio de 2015

Imagina una carcajada diez segundos antes de llorar. Un abrazo por la espalda cuando no quieres volver a casa. Una mano que aparece al cruzar el pasillo a oscuras. Un faro con preciosas vistas al mar. Un atardecer sin hora de vuelta. Un aterrizaje sobre otro aterrizaje. 




martes, 7 de julio de 2015

Búscate una loca, de las de remate

De las que cuando piensas que ya no puede hacer algo más estúpido, va y te sorprende con algo inesperado. 

Busca a quién se ría a carcajadas, sin importarle dónde se encuentra o quién tenga alrededor.


Quien te cuente chistes malos y haga bromas tontas sin que puedas evitar y no sepas por qué.


Que cante por la calle con la música de algún coche e intente que tú también lo hagas. Que baile bajo la lluvia sin preocuparse por su peinado.


Búscate una pesada, una tocahuevos, de las que juegan con tus puntos débiles o manías sabiendo que consiguen desquiciarte, provocando en ti unas ganas locas de ahogarla, pero con abrazos.


Busca una irracional, humilde, sencilla y directa. Que llore, que grite, que tenga carácter. Que te monte numeritos pero que los compense con muy buenas escenas.

Que no sepas como va a reaccionar, que tenga múltiples personalidades y consiga enamorarte con cada una de ellas. Y que solamente puedas hacerla callar con besos.


Esa persona que hará todo lo posible por sacarte una sonrisa en los momentos más duros, que te dará la mano y no te soltará hasta que esté completamente segura de que no pierdes el equilibrio.


Quien no haga falta que te diga nada, porque con la mirada te lo dirá todo. Que te entregará todo desde el minuto uno sin pedir nada a cambio.


Busca una persona con quién pierdas la noción del tiempo y del espacio...



                           Búscate una loca.

miércoles, 3 de junio de 2015

La ruta más larga

Recuerdo que hace tiempo me daba algo de miedo conducir por carretera. Iba a lo seguro, a los semáforos y las calles, a los peatones y los cedas. Una vez fuera de la ciudad era un auténtico desastre. Me visualizaba una y mil veces estrellando el coche contra el quitamiedos, pinchando alguna rueda accidentalmente (con el inconveniente añadido de no saber cambiarla), o quedándome sin gasolina por estar poco hábil controlando las salidas a las áreas de servicio
Durante un viaje mi miedo desapareció. Aprendí a mantener el control y la calma, a sentirme más segura. Aprendí a afinar la vista y a entender las señales, a respetar la oscuridad y a destrozar los mapas. Aprendí a sentir eso que sienten los tipos de los anuncios de la tele cuando van al volante.
Con el tiempo las carreteras se han puesto de mi lado, me ayudan a disfrutar del paisaje y de la música de fondo. Me recuerdan a películas y a momentos, a rutas sin final y a decisiones sobre la marcha.
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No sé vosotros, pero algunas veces, yo seguiría conduciendo sin tener en cuenta el destino. Pasaría de largo la salida prevista y pisaría el acelerador sin pensar en exceso. Hasta donde alcance la gasolina. Hasta donde alcance el cansancio. Carretera y manta, con lo justo en la maleta y el bolsillo. Con una buena cámara de fotos y una libreta para apuntar pensamientos y detalles. ¿No consiste en eso la vida, en hacer algo inesperado y emocionante alguna vez?
Que el viaje sea largo. No recuerdo dónde lo leí, o tal vez, en qué canción lo escuché.
Hay viajes y viajes. Más largos, más cortos. Viajes por amor, por negocios o porque sí. Hay viajes hechos a medida, hechos en fábricas listos para vender al por mayor. Hay viajes imprevistos y viajes impulsivos (y compulsivos). Viajes de novios, de estudios, de despedidas. Los hay más caros y más baratos. Pagados a plazos o a medias. En avión o en tren. En barco o en coche.
En coche. 
Cuando viajas en coche es más fácil perderte. Carreteras secundarias, autopistas, autovías, caminos de cabrascomarcales y de mala muerte

Has de tener bien pensado el trayecto para no acabar dando vueltas sin ningún sentido. Algunas veces, por mucho GPS que haya, una mala decisión genera el caos y la tensión. Te pierdes. Es inevitable.
 En la vida, que es nuestro viaje más importante, pasa lo mismo. Por mucho que hayas estado atento a las indicaciones, por mucho mapa que lleves o por buen copiloto que tengas al lado, nadie está exento de equivocarse de salida.
Siempre hay alguna distracción, alguna señal equívoca, algún contratiempo. Algunas veces los mapas se manchan con gotas de café, los navegadores se estropean, o los copilotos se duermen. Algunas veces, se pone a llover tanto que se difuminan las letras de algún cartel, por rápido que tu limpiaparabrisas trabaje. Algunas veces, las carreteras están cortadas y te obligan a desviarte.
Algunas veces ocurre que el desvío te lleva por acantilados, carreteras peligrosas con curvas que requieren la totalidad de tu concentración. Curvas que te obligan a acelerar y a frenar, a cambiar de marcha, a cambiar de canción.
Algunas veces, en medio de todo el imprevisto, toca parar y pensar, tomar aliento y mirar alrededor.
Otras veces ocurre que el desvío te conduce por parajes de ensueño. Carreteras desconocidas de esas que te invitan a mirar por la ventanilla y a cantar en voz alta. Entonces es cuando piensas en que, “fíjate, pues no ha estado tan mal el cambio de planes”.
A veces merecen la pena los desvíos.
A veces merece la pena perderse sólo por disfrutar del paisaje.
En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis serán los cambios de rutas, los cambios de sentido, los imprevistos y las canciones. En la vida, como en las carreteras, lo que más recordaréis será quién fue vuestro copiloto. Quién sujetaba el mapa y luchaba contra el GPS. Quién se calmaba por mantener vuestra calma. Quién cambiaba de canción. Quién os amenizaba el viaje. Quién os abría la botella de agua.
En la vida, como en las carreteras, más que el paisaje cuenta el viaje. Más que las fotografías cuentan los momentos. Más que el copiloto cuenta el compañero.
En la vida, como en las carreteras, a fin de cuentas poco importa más que las decisiones a tiempo.
Y si te equivocas de salida, tranquilo, darás más vuelta, pero al final podrás llegar a tu destino.
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Que el viaje sea largo.
Poco más importa.
Lo demás, a fin de cuentas, está de más.
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