N. Gaiman
miércoles, 6 de enero de 2016
De nuevo
Espero que tengas un año alucinante. Espero que sueñes peligrosa y locamente. Espero que te quieran, mucho, y espero que tú tengas gente a la que querer. Y, lo más importante (porque creo que debería haber más dosis de amabilidad y sabiduría en el mundo ahora mismo), espero que cuando sea necesario, sepas tomar la decisión adecuada y que siempre, siempre sepas cómo tratar a los demás.
viernes, 1 de enero de 2016
Letras, tierra y mar
La distancia significa mucho más que estar lejos. La distancia es saber valorar un paseo. Con esa persona. O tumbarse al sol. O un achuchón.
Es echar de menos pequeños detalles y anécdotas que estando cerca no extrañarías tanto, porque las vivirías en persona.
Es saber a qué sabe un abrazo de bienvenida, aunque sólo sea por un día. Y que ese sabor se convierta en tu favorito. O que las despedidas se conviertan en el sabor más amargo que jamás probaste.
La distancia es plantarle cara al mundo. La distancia es eso, arriesgarse. Tener valor. Jugársela sin estar seguro nunca. Tener un pie en un sitio y otro en el otro. Es muchas veces tener una lucha interior entre tus sueños y tus sentimientos.
Es echar de menos pequeños detalles y anécdotas que estando cerca no extrañarías tanto, porque las vivirías en persona.
Es saber a qué sabe un abrazo de bienvenida, aunque sólo sea por un día. Y que ese sabor se convierta en tu favorito. O que las despedidas se conviertan en el sabor más amargo que jamás probaste.
La distancia es plantarle cara al mundo. La distancia es eso, arriesgarse. Tener valor. Jugársela sin estar seguro nunca. Tener un pie en un sitio y otro en el otro. Es muchas veces tener una lucha interior entre tus sueños y tus sentimientos.
La distancia es tener días en que deseas poder teletransportarte, incluso más que cuando eras pequeña. Y confiar en que, algún día -sin saber cuándo, ni cómo- sea posible. Porque aunque tu cabeza te diga que es imposible, las ganas pueden más que otra cosa.
La distancia son las sorpresas y los detalles. Son las notas de voz, las llamadas eternas y los mil 'te echo de menos' por Whatsapp. Es acordarse de esa persona al ver o escuchar cualquier cosa, y no poder evitar enviárselo. La distancia es asumir que no siempre puedes estar, que no puedes compartir todos los momentos que te gustaría.
La distancia son las sorpresas y los detalles. Son las notas de voz, las llamadas eternas y los mil 'te echo de menos' por Whatsapp. Es acordarse de esa persona al ver o escuchar cualquier cosa, y no poder evitar enviárselo. La distancia es asumir que no siempre puedes estar, que no puedes compartir todos los momentos que te gustaría.
La distancia es aprender a vivir de esta forma, a simplemente ser. Es pasar días muy malos y días muy buenos. Es a veces sentirse solo y de golpe darse cuenta de que esa persona está ahí, aunque sea lejos. Y aprender que eso significa que nunca estarás solo, porque a veces el corazón va donde la voz no llega.
Porque la distancia separa cuerpos, no corazones. Y desde luego no ha conseguido que no sepa que de 365 días, le necesito 366. Que me sobreviene un bajón de tristeza cada vez que toca estar con la distancia entre medias y no poder estar a su lado.
A todos aquellos que están lejos: Sigan siendo tan valientes como hasta ahora.
Life's all about moments of impact
"I vow to love you and no matter what challenges might carry us apart, we will always find a way back to each other"
martes, 8 de diciembre de 2015
La gente bonita

La gente bonita lleva los calcetines con rayas, las braguitas con dibujos y la mirada con amor. La gente bonita se tropieza mientras se viste porque siempre va con prisa, come lo mismo más de una vez a la semana y pierde el tiempo mirando cosas que no importan a los demás. La gente bonita llora cuando ve una película triste, pero se mantiene fuerte cuando tiene que secarle las lágrimas a alguien a quien quiere. La gente bonita sigue el ritmo de la música con los pies cuando va en autobús, aguanta la respiración cuando pasa por un túnel y no pestañea hasta que el avión no aterriza. La gente bonita para decir "te quiero" besa en los párpados, respira cuando le muerden y tira fuerte del pelo. La gente bonita es más bonita por lo que quiere saber que por lo que ya sabe.
La gente bonita besa, ríe, baila, bebe, canta, se cae, se equivoca, se levanta, pide perdón, se despeina, se rompe las medias, sangra, abraza, lee, vive y sobrevive.
martes, 24 de noviembre de 2015
Amor, verdad, justicia y vida
“Ni salud, ni dinero, ni amor. Bueno, amor sí. Pero igual no tal como nos lo han enseñado. Además, en el resto hemos errado mucho el tiro, hemos andado muy equivocados, y así nos ha ido, la verdad. A todos en general y a mí el primero. Porque tener las tres cosas a la vez jamás te ha garantizado nada. Porque perder cualquiera de las tres puede ser simplemente un problema coyuntural. Lo único que sí hay que procurar y procurarse para toda la vida son otros conceptos, que además no son tres, sino cuatro. Yo los llamo amor, verdad, justicia y vida.
Amor. Si aún hay que explicarte por qué es necesario, muy poco podemos hacer ya por ti. Amor en todas sus vertientes y variantes. Desde el simple cariño y afecto necesarios para funcionar por la vida hasta el amor más profundo e incondicional, al alcance sólo de madres y poco más. Desde el encoñamiento más vergonzoso hasta el te quiero como un amigo de los que sólo me apetece abrazar. Mientras sea sincero, qué más da. Todo suma. Que conste que no sólo se trata de recibirlo sino, sobre todo, de repartirlo bien. Si encima tú eres el beneficiario, pues mejor que mejor. Cuanto más acumulas, más debes distribuir. Ojo que esto no es caridad. Es higiene moral. Porque si te lo quedas y no lo repartes, se te acaba pudriendo dentro. Como aquella planta a la que han encerrado sin luz. Se te acabará consumiendo, y por el camino encima te habrá quitado el oxígeno para respirar.
Verdad. Sabes que estás rodeado de verdad cuando escuchas cosas que no tenías previsto escuchar. Las opiniones que no te gustan. Las preguntas que te incomodan. Las respuestas que no has pensado tú. Los enemigos guardan siempre nuestro perfil más auténtico. Un antagonista honesto es un regalo al que hay que cuidar. Y es que lo imprevisible es siempre más cierto que lo que esperábamos que ocurriese. Porque planificar algo es adulterarlo con un tipo de mentira también conocida como control. Y eso no significa que no podamos hacer planes. Significa que sólo tienen algún sentido cuando alguien los rompe. El resto, es creernos nuestro propio engaño. Afortunadamente, la vida no nos espera que hagamos nuestros planes para ponerse a cumplir órdenes. Por eso es más verdad lo que viene de fuera, así como lo que nos provoca por dentro de manera espontánea. Todo lo demás tiene mentira, o mejor dicho, falta sinceramente a la verdad.
Justicia. Justicia de las que no se ganan por oposición. Justicia contemplada como todo aquello que no puede aplicar un juez porque ninguna ley se lo exige. Política de máximos existencial. Porque lo que es realmente de justicia es todo el bien que haces aun cuando nadie te obliga. Cuando nadie te ve. Y si me apuras, cuando nadie se tiene por qué enterar. Si lo tienes que gritar a los cuatro vientos, si esperas algún tipo de recompensa, si te quedas preguntando qué hay de lo mío, eso no es de justicia, entonces ya estás comerciando, y se llama servicio. Te pagan en especie pero te pagan y eso lo convierte todo en un acto transaccional.
Y por último, vida. Vida que incluye tener salud, por supuesto, pero que es mucho más amplia que respirar sin que nada te duela. Consiste en disfrutar y hacer disfrutar pese a todo, en contagiar a todo tu entorno de ganas de más. Consiste en transformar el camino por el que transitas, en dejar el mundo aunque sea sólo un poco más bello de lo que te lo encontraste. Vida que consiste en intentar no robarle la energía a nadie, sino en tratar de recargársela. Vida que consiste en ser más motor que remolque. Batería extra para la alegría de los demás. Es quizás la variable más fácil de comprobar. Si no mejoras el mundo, lo estás empeorando. Te pongas como te pongas. Ya está.
Estos son mis cuatro puntos cardinales. Mis ejes de ordenadas y abscisas vitales. Sin ellos no sabría dónde colocar mis decisiones. Y ya no digamos distinguir el bien del regular.”
- Risto Mejide -
domingo, 22 de noviembre de 2015
Nunca frío
sábado, 21 de noviembre de 2015
A favor y en contra
El amor y el desamor. Todo tiene sus fases. Y la misma persona que en su día rogó las migajas de una relación de pareja, la que te pareció una idiota desperdiciando su vida esperando a que el milagro sucediese, también consigue recomponerse, también recupera la sonrisa y ese amor propio del que tanto hablan pero que tan poca gente conoce de verdad. Y ve desde fuera, desde la sabiduría que la curación te proporciona, todo ese tiempo que perdió, o que no gastó bien o con la persona adecuada, y se siente ridículo. Y piensa que “cómo pude hacer eso, decir eso, mandar ese mensaje, perdonar tanto, olvidar tanto”. Todos llegamos a ese punto, a esa conclusión. Y nos llegamos hasta a avergonzar de ciertos comportamientos. Y rogamos, rezamos, o cruzamos los dedos esperando a que ni nos vuelva a pasar lo mismo, ni volvamos a actuar del mismo modo.
Esperamos haber escarmentado, haber aprendido, haber crecido.
A veces lo conseguimos a la primera. Otras veces nos hace falta más de un coscorrón.
Olvidamos que el amor tiene un componente irracional que todos desconocemos y que nadie puede controlar, aunque creamos que sí. ¿Crees que sabes mucho del amor? Espera que llegue alguien que te rompa los esquemas, alguien que llegue a por todas hasta tu corazón y que luego, no haya luego. Espera que eso pase. Y entonces, cuéntame cuánto sabes del amor.
Todo el mundo cree que sabe cuál es la forma adecuada de llevar una relación. Y la verdad es que la teoría nos la sabemos de pe a pa, como la tabla del cinco o el abecedario. Sabemos lo que está bien y lo que no (o al menos deberíamos). Pero quién no ha perdido los papeles cuando algo se le ha escapado de las manos. Quién no ha sentido inseguridad si algo ha comenzado a ir mal. Quién no ha temido perder. Y la ha cagado. Porque el miedo es el peor compañero, el tercero en discordia que nadie quiere que aparezca entre dos que se quieren. Pero quién controla todo eso. Quién es qué para decirle a la gente cómo debe sentir, aunque sea nocivo para ellos, aunque sea un amor totalmente tóxico. Cuando una persona se ve envuelta en un “amor” así, no lo ve, y por más que le digas, “por ahí, no”, ni caso, como quien oye llover.
A todos nos gusta opinar, a mí la primera. Pero creo que no siempre opinamos ni desde la empatía, ni desde el recuerdo. Parece que bloqueamos nuestras carencias y frustraciones reflejándolas en otros. Como si criticándolos a ellos obtuviéramos algún tipo de salvación. Como si a nosotros nunca nos hubiera tocado el lado perdedor. Y nos sentimos bien, parece ser. Pero creo que deberíamos hacer más introspección y menos debate. Porque todos tenemos taras, traumas, problemas que nos han convertido en quienes somos. Faltan psicólogos y sobran redes sociales. Falta amor real y sobra resquemor basado en miedo y decepción.
La conclusión a la que llego es que rechazo esa faceta mía que tanto me costó superar. La de la chica que espera, que se conforma, que aguanta no ser querida como siempre ha soñado serlo sólo porque cree que no va a encontrar a nadie mejor. Esa chica, joder, ¿quién querría ser esa chica?
Y ahora no es que sea más inteligente. Ahora no es que sepa más sobre el amor ni sobre la vida. De hecho, no sé nada, porque a los hechos me remito. Los que más escribimos sobre algo, somos los que menos sabemos, los que más necesitamos entender poniéndolo en palabras porque no tenemos ni idea de lo que va la cosa. Cuando hablo sobre el amor, no hablo desde el conocimiento, hablo simplemente desde la esperanza.
Post.Data.
El amor está para sentirlo, no para entenderlo. No queramos entenderlo tanto, busquemos ser felices por nosotros mismos, sin necesidad de nada ni nadie más, ni de hacernos mil preguntas sin respuesta. Y estoy segura de que, en medio de esa búsqueda hacia la felicidad, llegaremos a comprender, sin más, muchas más cosas de las que nos pensamos.
- La chica de los jueves -
Tal vez nunca
Tal vez nunca nadie entienda que hoy haya entrado en una librería sólo por estar rodeada de libros y sentirme en paz. Y olfatear sus historias, y beberme sus letras, y sentir las horas de trabajo, la magia, el esfuerzo. Tal vez nunca nadie comprenda que necesite, al menos, una vez por semana sentarme aquí, de cara a ti, dispuesta a abrir mi corazón para quien lo quiera leer. Tal vez nunca nadie logre meterse en la cabeza de alguien que tiene tantos cables sueltos, tantos cortocircuitos, tanto por hacer. Tal vez nunca nadie sea capaz de adentrarse en un armario tan lleno de trastos, en una lista con tantas cosas pendientes, en todas esas tareas que pospongo porque odio, en todas las revistas que nunca compro o en las series que siempre tengo en pendientes.
Puede que nunca nadie sepa que trabajo tanto ahora para poder trabajar menos, para poder escribir más, para poder dedicar mi vida íntegramente a imaginar amor, vida, sueños, tiempos, lugares. Porque cuando se tiene una meta no hay que poner vallas, hay que correr, dejándose la piel en el asfalto, hay que sudar la camiseta, luchar por ello, latir por ello. Porque no puedes simplemente producir para los demás. Cuando tienes un tesoro, no puedes dejar que coja polvo, has de limpiarlo a diario, tienes que seguir sacándole brillo, y tener claro que primero el uno y después el dos. Que siempre he odiado que me dijeran esa expresión cuando he ido muy estresada a clase, porque creo que es muy fácil decirlo, pero muy complicado practicarlo. Pero sí. Orden. Establecer un orden es justo: es lo más justo.
Puede que nunca nadie comprenda que haya días que no sea superwoman, que por momentos prefiera estar sola, que me guste pensar, que me encante perderme por la ciudad sin necesidad de un compañero de pasos. Puede que no se entienda que, a veces, prefiera callar antes que explotar, bailar antes que comprar, reír antes que gritar. Que cada vez me gusta menos la gente que grita, que habla mal, que desprecia. Que deberían tener un botón de apagado. Que son muy pesados. Que nunca ganarán ninguna batalla mas que la de quedarse sin voz.
Tal vez nunca nadie entienda que sigo llorando con cualquier gilipollez, como si fuera peque otra vez, y que prefiero que así sea, porque si pierdo mi parte de niña, lo pierdo todo. Porque perder nuestra parte infantil es como quitar del bolso las llaves y dejar sólo el maquillaje. Y reconozco que me gusta sentir esa parte humana que renace de las entrañas de la chica que se cree capaz de todo, pero que algunos días, sólo necesita un beso en la coronilla y un “todo irá bien”.
Bueno. Y recuperando el tema, no sé si alguien en este mundo compartirá mi amor por la música cursi, por el blanco y negro, por el amor inmortal, por los poetas muertos y también por los vivos. Por París, por las flores, por los faros. Por las caracolas de chocolate y las pizzas de barbacoa. Alguien que entienda que cocino menos de lo que en realidad me gustaría, que no aguanto madrugar, aunque me empiece a acostumbrar. Alguien que entienda que veo todas las pelis de amor, amor-comedia, comedia, terror y miedo, habidas y por haber. Alguien que respete que siempre lleve camiseta de tirantes debajo de cualquier jersey. Alguien que sepa cuándo miento y cuándo digo la verdad. Alguien que tenga la capacidad de medir la anchura de mis ojeras y saber de dónde provienen. No sé si ese alguien existirá, aunque espero que sí.
Y tampoco sé si habrá alguien que entienda que siempre mensajeo y que no suelo llamar, simplemente por vagancia, pero en el fondo me gusta que me llamen y hablar por teléfono. Y que últimamente me da pereza hasta eso, mensajear. Que ojalá tuviera la capacidad de comunicarme con la mente. Y ya está.
Tal vez nunca nadie entienda que cuando quiero, quiero con todo, desde las pestañas hasta las uñas de los pies. Que me tiro al agua. Que soy capaz de andar descalza por las brasas si al final del camino está quién sea que tenga que llegar. Que odio tirar toallas, frenar en seco, pegar pies al suelo. Que sigo brindando por todas las veces que me perdí en un beso sincero. Que esos besos son los que componen los cimientos de las calles por las que caminas, el mundo, la tierra, el todo que te envuelve, la manta que te tapa.
Pero tal vez nunca nadie llegue a saber lo que esconden tantas palabras. Porque las palabras hablan mucho más por lo que callan que por lo que cuentan. Siempre hay alguna pausa, algún blanco, alguna coma que pones o que quitas, algo que yace detrás de la obviedad. Si encuentras alguien que vaya más allá de tus obviedades, si hallas entre tanta alma perdida algún valiente que decida cavar entre tantas y tantas líneas buscando lo que nunca cuentas, nunca le pierdas. O al menos intenta no hacerlo.
Porque cada vez es más complicado encontrar primavera entre tanto invierno.
Porque tal vez nunca nadie entienda de qué está compuesto mi corazón. Tal vez nunca nadie comprenda, no por no poder, sino por no querer. Tal vez nunca nadie lea este post con los ojos con los que yo lo he escrito, pero, ¿sabéis algo? Me da lo mismo. Porque mientras yo me entienda, qué más da que el resto no lo haga.
Porque hace algún tiempo descubrí que mientras tú estés agusto contigo mismo, da igual todo lo demás. Y desde entonces, y aunque nunca nadie lo entienda, cojo mis cascos y a veces un libro de poesía o frases bonitas, y me voy a un sitio bonito. Yo sola, con el paisaje, con el aire en la cara y una bonita música de fondo. Si hace falta llorar, se llora, si hay que desahogarse, adelante, qué mejor que contigo mismo, que te conoces bien.
Porque bien pensado, creo que esta vida es como un gran parque de atracciones por el que vale la pena pagar entrada. Y si nadie se sube contigo a la montaña rusa, qué más da. Ponte el cinturón de seguridad y disfruta de la vuelta, aunque nunca nadie entienda que viajes sola.
Y que encima, te guste.
- La chica de los jueves -
lunes, 5 de octubre de 2015
Que disfrutes del camino
De pequeño se suele vivir más en sueño despierto que el vida real, pero cuando crecemos la cosa cambia. Creo que sentimos la necesidad de hacer palpables los sueños, de convertirlos en realidad cuanto antes mejor. Desechamos los que vemos muy difíciles, los imposibles. Los tiramos al contenedor de lo irrealizable. De los “bah, esto ni de coña”. De los “yo nunca”. Nos centramos en lo que parece más sencillo y damos por hecho que lo lograremos. Y unas veces pasa. Pero otras no. Y no sé vosotros, pero yo de vez en cuando vuelvo a empanarme, sentada en frente de la ventana, sin esperar nada a cambio de mis sueños, simplemente, siendo feliz sólo con tenerlos.
Que sí. Que todos me diréis que los sueños están para cumplirlos. Y sí, claro. Pero por experiencia propia, lo realmente importante no es llegar, sino disfrutar del camino. Y cada vez lo tengo más claro. Lo mejor de la vida es el trailer antes de la película, el “que empiece ya”. Lo mejor es cuando ves los relámpagos antes de que comience a llover. Lo mejor es el dolor de estómago de cuando esperas que te den una noticia. Lo mejor es cuando te compras el modelito para la ocasión especial, y lo sabes. Lo mejor es ese momento previo a un primer beso, cuando sabes que va a pasar, pero no estás cien por cien segura, pero sí, pero no, y entonces pum, toma beso.
Lo mejor es el preparar la mochila antes del primer día de colegio, ponerte los tacones y andar por el pasillo pensando en tu gran noche, hacer la maleta con lo justo y necesario. Y echar a volar. Lo mejor es hacer cola antes de un concierto y pintarte con ceras negras corazones en las mejillas, el apagón de luces y entonces, la música. Lo mejor es mandar un mensaje ñoño y morderte las uñas esperando una contestación.
Lo mejor es el antes de. Siempre. La ilusión. Lo mejor, sin lugar a dudas, es tener una ilusión, sea cual sea.
A veces volver a mirar la vida con los ojos de un niño es mejor que cualquier realidad, por muy explotada que esté esta expresión. Que lo está. Pero yo (y seguramente mucha más gente) a veces necesito recordarme a mí misma ciertas cosas.Y si algo puedo hacer por ti desde aquí, seas quien seas, es desearte eso:
Te deseo, seas quien seas, que nunca olvides quién eres, qué te ha traído hasta aquí y a dónde te quieres dirigir. Que aunque tengas aspiraciones, nunca olvides que lo más importante es compartir tiempo con las personas a las que quieres, que esas no dan un sueldo ni reconocimiento en forma de premio, pero dan lo que no se puede explicar con palabras: sí, eso.
Te deseo, seas quien seas, que nunca cedas ante la desilusión, que nunca creas que no vales para algo (que sí, que habrá cosas que no sepas hacer ni de broma, pero habrá otras que hagas mejor que nadie), que nunca nadie te haga creer que tus metas son absurdas. Simplemente, ve a por ello de la mejor manera que sepas. Que nunca te dejes nada a medias. Que eso es de cobardes. Y los cobardes no cumplen sueños, sólo los rompen.
Te deseo, seas quien seas, que llores. Que sepas cuándo llorar y cuándo reír. Que aprendas a compartir lágrimas y a reír sólo y por dentro. Porque solemos compartir risas y esconder lágrimas, y yo creo que algunas veces, debería ser al contrario. Que los verdaderos amigos están para secarse de la camisa tus mocos, y no sólo para compartir cervezas y cachondeo. Aprende a valorar quién está siempre. Aprende a valorar la amistad, porque si no lo haces, te arrepentirás.
Te deseo que sepas con quién salir, con quién bailar, con quién compartir tantos sueños. Que sepas distinguir quién se quedará y quién será ave de paso. Porque ya no tenemos quince años, esas cosas ya las vemos de lejos. Te deseo que te enamores. De verdad. Que seas valiente. Que te atrevas. Que ceda tu muro. Que enseñes tus cartas. Porque esconderlas sólo genera desconfianza, y de eso ya has tenido bastante, ¿verdad? Muéstralas. Ponlas sobre la mesa. Quien no quiera seguirte en el juego, se irá, pero quién aprenda a adorar esos estúpidos rectángulos de cartón tan tuyos, no se marchará.
Te deseo que sepas que lo único importante es la inocencia, la sencillez. No te las quieras dar tan de listo. No quieras ser tan especial, tan guapo, tan moderno. Al final, somos todos lo mismo, y lo realmente especial es tener a alguien con quien alargar las meriendas de cola-cao.
Lo realmente importante es que sepas lo importante que eres, lo importantes que son tus sueños, y lo valioso que eres.
Dedicado a tantos y tantos soñadores.
Dedicado, en especial, a ti.
lunes, 21 de septiembre de 2015
Que no es el cómo, sino el quién
Lo mucho o poco que sé del amor lo aprendí escribiendo. Sí, escribiendo tres años de vida, tres años de historia y de vino añejo. Escribiendo estupideces románticas. Lo poco, lo muy poco que sé del amor, lo aprendí cuando aparqué el coche en el portal, cuando aparqué la sensatez y los prejuicios. Fue justo cuando aprendí que el amor no se busca, se encuentra. Que el amor no se elige, sino que te elige a ti.
Lo poco que sé del amor es que es impredecible e imprevisible. Que te da sorpresas (y sustos). Que te lleva del cielo al infierno, y del infierno a un estado de letargo difícil de superar. Que te encierra y te encoge el corazón, y te cambia los apuntes y los esquemas. Me dí cuenta que no es el cuándo, sino el cómo. Que no es el cómo, sino el quién. Que “A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante” (Oscar Wilde).
Lo poquísimo que sé del amor es que no entiende de pautas ni de consejos, ni de medidas ni restricciones: es pura magia e intuición. De lo poco que he aprendido, sé que no puede ser entendido sólo con la cabeza, es imposible. Así que perdonadme por criticar esos artículos sobre racionalizar lo irracional. Disculpadme por negarme a ver la realidad de las ventajas de pensar con claridad.
Así que perdonad (o no) que venere el amor de película, pero es que lo poco que sé, es que el amor es locura, es pasar de nada a todo y de todo a nada: no tiene ni pies ni cabeza.
Es, sencillamente, una dulce introducción al caos.
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