miércoles, 6 de mayo de 2015

No love without freedom, y viceversa




Lo poco que sé del amor, ven que te cuente, lo aprendí de unos cuantos cuadros, de unas cuantas canciones, de unos cuantos libros y de unas cuantas películas. Lo aprendí a base de manías y defectos, de viajes en coche, de grandes meriendas y mejores vistas. Lo aprendí de las madrugadas y las horas bajas, de las aventuras, de los minutos que pasan y de las cosas que te sobran cuando tienes lo que te hace falta.



viernes, 10 de abril de 2015

Que nos quede la risa

Al cuerno con la gente que nunca se salta las normas, con la que nunca hace nada espontáneo, con la que nunca llega tarde a nada. Que se vayan al cuerno los que no saludan ni dan las gracias. Al cuerno con todos los que no miran a los ojos cuando hablan con alguien. Al cuerno los que no suman, los que más bien restan. Los que restan buen humor, los que hacen sombra, los que quitan la ilusión. Al cuerno con la gente que siempre lo ve todo medio vacío, desde vasos hasta corazones. Los que siempre te buscan la vuelta y las cincuenta mil patas al gato.
Al cuerno con todos ellos. Y también con los que no saben apreciar un buen gesto. Con los que hablan por hablar, con los que tiñen la mala educación de sinceridad, con los que no saben ni cuándo callar ni cuándo parar. Al cuerno. Que se vayan al cuerno todos esos cobardes llenos de palabrería, y también quienes juzgan sin saber y opinan por empatizar. Los del “quedabien”. Al cuerno, también, los buenos que no hacen nada por condenar a los malos. Los que miran a otro lado. Los que duelen, los que dañan, los que roban.
Y al cuerno también con las apariencias. Y con la gente que decidió dejar de luchar, con la que decidió rendirse, con la que no se quiere. Al cuerno los que dejan de arreglarse cuando ya se han ganado a la novia (y viceversa). Al cuerno con las dietas y los complejos. Con los estereotipos. Con las barbies y los héroes fibrados. Con la piel de naranja y las patas de gallo. Y al cuerno también con los vestidos ajustados y los tacones altos. Y sobre todo, al cuerno con las necesidades que nos hacen creer que tenemos y que NO tenemos.  Y la gente que critica los kilos de más y los kilos de menos. Que cada cual es como es, y quien no lo entienda, ya se sabe el camino “al cuerno”.
Y que se vayan al cuerno también los miedos. Todas las inseguridades que nos evitan avanzar y ser felices. Todas las lágrimas que no sean de alegría. Todo lo que nos meta en una burbuja y nos impida ver la realidad. Que la realidad está para verla y, por supuesto, para vivirla.
Y que nos quede la risa cuando nada más nos quede. Que nos salga la risa de cuando estás enfadada y no te quieres reír. La risa de cuando la paz, la paz de cuando se acaba la guerra. La risa que sale de dentro. Que todos tengamos algo o mejor dicho, alguien, que consiga provocarnos esa clase de risa. Que todos tengamos algo que contarle a la almohada esta noche, algo que sentir, algo por lo que vivir, algo que cuente. Porque lo demás no cuenta, de verdad.
Lo demás, en serio, está de más.

jueves, 9 de abril de 2015

Lo que me gusta:

La gente graciosa sin querer, guapos que no lo saben y sabios que escuchan más de lo que hablan. Y en definitiva, la gente natural, que no aparenta, que es tal y como se muestra a los demás.

Una de las mejores sensaciones del mundo es reírse con otro y, a mitad de risa, darte cuenta de cuánto disfrutas con esa persona y de su existencia.



domingo, 15 de marzo de 2015

La parte buena de la vida

Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes les rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco…
Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed.

Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena.


La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. 


Te dejarán el mejor recuerdo. 


Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarles de menos es bonito.




viernes, 13 de marzo de 2015

Nosotras

A lo largo de todos estos años he conocido a muchas mujeres. Mujeres con intereses, con su propia manera de ver el mundo que se rinde a sus pies. Con un color distinto de carmín de labios, de ropa interior y de piel. Con una sonrisa diferente cuando suena su canción favorita y una manera peculiar de fruncir el ceño ante un contratiempo. Mujeres que me han demostrado que no importa la distancia, no importa el acento y mucho menos, la forma de vestir. No importa el Dios que alaben ni las arrugas que hablen de años pasados. Todas ellas son especiales, diferentes… Y buscan cuidarse por dentro y por fuera.
Mujeres que les gusta mezclar colores, como el verde con el rojo y un chorrito de amarillo oliva. Que comen equilibrado, aunque tantas y tantas veces su vida se haya puesto patas arriba. Que de vez en cuando se dan un capricho, porque se lo merecen y no hace falta más explicaciones. Que no creen en dietas milagro y sí en la voluntad y la perseverancia. Que se han planteado objetivos y los han cumplido, y han demostrado al mundo que sobre su cuerpo sólo mandan ellas. Que son capaces de hacer ejercicioy sentirse vivas y activas. Porque hacer deporte no sólo es saludable físicamente, sino que psicológicamente nos hace sentir bien. Mujeres que se sienten guapas sin que nadie se lo diga.
Mujeres que se preocupan por su aspecto, que se visten para gustarse a sí mismas y no a los demás. Que se visten y se peinan sin importarles la moda, el look de la famosa de turno, los comentarios del resto… Que eligen la largura de su falda y el tamaño de su sonrisa. Mujeres con opinión, que saben decir “no” cuando quieren y gritar “sí” cuando les da la gana.
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Mujeres que disfrutan de los pequeños momentos y los detalles que les brinda la vida. Que gozan de ese momento de felicidad indescriptible que sienten cuando miran el despertador pensando que llegan tarde a trabajar y se dan cuenta de que es fin de semana. De esa sonrisa nerviosa que se escapa al bajar de un tren porque saben que está esperando un alguien que para otros no tiene nombre y que si te nombra te deja sin habla. De una llamada un día cualquiera que hace que lo marquen en el calendario. De un abrazo en mitad de la calle, de un guiño en la barra del bar o un beso en un portal. Y son precisamente ellas, las que ante un día lluvioso y sin paraguas, se preocupan de algo más que de su peinado y son capaces de bailar bajo la lluvia. De disfrutar de la frescura de las gotas y de abrir los brazos a un cielo que le enseña al mundo el ciclo de la vida: el agua. Mujeres optimistas, risueñas, que no aceptan un “no” por respuesta y que frente a las adversidades saben ver el lado bueno de las cosas. Que suben el ánimo cuando todo parece perdido pero nada lo está. Porque cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, y sin un poco de lluvia no podemos ver el arco iris.
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Mujeres que se preocupan, que tienen miedos y que, ante todo, no son súper heroínas. Porque existe la idea de que tienen que ser perfectas, que hay una especie de podio en el que tienen que pelearse para ser el número uno y han de decir de ellas que son “mujeres diez”. Que no quieren números en sus descripciones, pero quieren que cuenten con ellas. Que tienen sentimientos, que tiran hacia delante pero también necesitan parar de vez en cuando a tomar un respiro. No quieren comparaciones y, sobre todo, no las necesitan.
Mujeres como tú y como yo. ¡Seamos nosotras!
Porque las mujeres podemos ser tan simples o tan complicadas, pero sobre todo, tan bellas por fuera y por dentro, como una gota de agua.

miércoles, 14 de enero de 2015

Y así, se acostumbra el corazón a olvidar


Dicen que si no has querido con locura, no sabes lo que es el amor. Que el amor es una locura y que cada loco lo vive a su manera; un estado delirante, una bomba de adrenalina subida en una montaña rusa, a veces tocas el cuelo, otras, rozas el suelo. Que los que lo han conocido, lo saben. Tal vez sea verdad, quizás eso explique por qué cuando acaba, la lógica desaparece y te conviertes en una continua contradicción, en la que el amor acaricia el odio, el olvido juega con nostalgia y la tristeza ríe. Y es que si el amor es bipolar, el desamor es tripolar. La única diferencia es que el enamorado no sabe que está loco y el desenamorado odia estarlo. 

Es cierto. Estar locamente enamorado es una de esas locuras que hasta te hace sentir especial, diferente al resto y que te tomen por loco o no, te trae sin cuidado. Pero estar locamente desenamorado es una de esas locuras cuando ya da lo mismo reírse de todo que llorar por nada; de las de cal y arena, que te quita y otras veces, te da, y lo peor es que no sabes si al final te acabará dando o quitando todo. Los que lo han conocido, lo saben. Un día te despiertas dispuesta a comerte el mundo…y de repente, sin avisar, al día siguiente ni te imaginas un mundo posible sin él, sin ella. Una constante contradicción que te confunde y que en ocasiones, te vuelve loca. Tal vez lo estés, o tal vez no…quizás sea sencillamente, que todo tiene su proceso, su camino. Dicen que nos enamoramos poco a poco, ¿por qué entonces nos empeñamos en desenamorarnos de golpe? Eso sí sería de locos.
Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar. Tenemos la mala costumbre de resistirnos a la cruda realidad. Y sí, es posible que no te atrevas a borrar sus fotos, pero tampoco te atreves a mirarlas; o que ayer buscaras esa canción y hoy no seas capaz ni de tararearla; y hasta puede ser que hayan pasado solo unas horas desde que borraste su número y hace tan solo un instante, que lo has vuelto a guardar. Pero yo, yo no lo veo tan loco y es que quizás, tiene que ser así, tal vez sea la única manera de poder, saber, decir adiós.
La distancia no hace el olvido. Es mucho mejor que eso, la distancia consuela, acepta y cura. Consuela a los sentidos, acepta las preguntas sin respuesta y cura las ganas de querer saber de él, de ella. Pero la distancia se hace con el tiempo y el tiempo es sabio, créeme, y aunque hoy te quite, mañana te de y pasado te vuelva a quitar, lo importante es saber (y aquí no existe ni el quizás, ni el tal vez) que al final del camino, al final del proceso…te acabará dando todo, otra vez.
Dicen que si has amado con locura sería una locura dejar de amar de forma racional. Tal vez sea verdad. Porque quizás, lo peor del amor cuando pasa es la decepción de saber que ya no hay marcha atrás, pero lo mejor, es que es seguro, que te acaba dando igual.  “Hoy te quiero menos que ayer, pero más que mañana”.


Y así, se acostumbra el corazón a olvidar. Sonríe.

domingo, 4 de enero de 2015

Por enésima vez: "Esta es la última vez que me rompen el corazón"

“Esta vez va en serio. Se acabó. No volverán a hacerme daño, no volveré a ilusionarme antes de tiempo, no volverán a romperme el corazón”.
Hay personas que tienen este discurso tatuado en la piel, como si se tratase de un recordatorio al que recurren cada vez que recaen en la tentación de creer en un sueño o vivir una nueva ilusión. Son ese tipo de personas que nunca aprenden la lección, que todavía no se han enterado de que hay que escuchar a la cabeza, y no solo al corazón, y que viven guiadas únicamente por la pasión: por la inquietud descontrolada de conocer a alguien nuevo; por la emoción de comenzar un nuevo proyecto o por la esperanza de alcanzar un reto inimaginable; motivadas por la fe de ver donde quizás, solo quizás, no haya nada que ver.
Dicen que cuando nos ilusionamos se produce en nosotros una energía interior que nos hace mentalmente y emocionalmente más fuertes: de repente, desaparecen los imposibles y pasamos a vivir en un estado capaz de elevarnos hasta límites insospechados. Nos entregamos, sin esperar nada a cambio, y por muchos consejos y advertencias que recibamos, la caída no tiene cabida en nuestro plan.
Sin embargo, suele pasar que tarde o temprano nos caemos, y en picado: por la decepción de ver que no es quien pensabas que era; por la frustración de no sentirte valorado en un trabajo; por la desilusión de ver truncado un sueño; por el chasco de ver que, a veces, actuar de todo corazón, no es suficiente.
-¿Te lo dije o no te lo dije?
-Sí, me lo dijiste.
-Pues espero que hayas aprendido la lección.
Y bien, ¿cuál es la lección? ¿pensar o sentir? ¿actuar con cabeza o con el corazón? La lección es que esta es la tercera, cuarta o quinta que te rompen el corazón, lo que significa que te has desenamorado de la vida unas cuantas veces pero también has sido capaz de volverte a enamorar otras tantas. Por eso, cuando después de una caída te preguntes si realmente vale la pena volver a arriesgarlo todo por alguien, por algo, si realmente vale la pena entregarte con todo tu corazón incluso sabiendo que corres el riesgo de perderlo, una vez más, la respuesta es, indudablemente: sí, vale la pena.
Vale la pena porque quien dijo que lo que no nos mata nos hace más fuertes lo dijo sabiendo que volveríamos a caer, pero manteniendo la fortaleza para volvernos a levantar, para, por enésima vez, volver a creer, con las mismas ganas que ayer, con la misma sonrisa inconsciente y el mismo deseo incontrolable, dispuestos y sin miedo, a que nos vuelvan a romper el corazón. La lección es que ese tipo de personas que nunca aprenden la lección es porque nunca han perdido, ni perderán algo que muchos otros perdieron en el camino: la ilusión.

“Dedicado a todas aquellas personas con el extraño don de tropezar siempre con la misma piedra, pero con la mágica capacidad de mantener siempre las ganas de seguir sonriendo”.




Sé alguien especial

Llámame loco, pero en serio creo que no existen las malas acciones, sino una mala forma de ejecutarlas. Y es que, por qué empeñarse en las modas, en ser como el resto, si el valor, el verdadero valor, es ser individual. Es lo que pienso yo al menos. Y que menos que si vas a ser algo en la vida, que seas especial.




jueves, 1 de enero de 2015

FELIZ 2015

Es difícil resistirse a la oportunidad de volver a empezar. Oportunidad de guardar los problemas del año anterior. ¿Quién decide cuando lo viejo termina y empieza lo nuevo? No es un día específico del calendario, ni un cumpleaños, ni un año nuevo. Es un hecho, grande o pequeño. Idealmente, nos da fuerza. Una nueva forma de vivir y de ver el mundo, dejando a un lado viejos hábitos. Lo importante es que nunca dejemos de creer que podemos volver a empezar, pero también es importante recordar que, dejando a un lado todo lo malo, hay ciertas cosas que merecen la pena mantener.