martes, 1 de mayo de 2012

MQEC

Llegar a clase y verla con esa carita, una veces regalando una de esas sonrisas tan suyas, sí de esas que contagian y acabas sonriendo tú también; otras, con esos gestos con los que pide que vayas, que estés con ella, que le des los buenos días y después, un abrazo bien fuerte. Eso para mí es de lo mejor que tiene, que te dice cuando no está bien, cuando necesita a alguien, o directamente no lo dice, se tira a tus brazos... ¿buscando qué? alguien a quien abrazar, alguien que la abrace, alguien que la quiera y, a le vez, alguien a quien querer. Ella no lo sabe, pero es que es quien hace todo especial, cualquier cosa, como un abrazo. Porque sino, ya me diréis por qué son sus abrazos los que curan, los que ayudan, los que hacen sentir bien. Si yo no soy especial, sólo queda que lo sea ella, para darles esa cosa que nadie sabe lo que es, que nadie lo conoce porque nadie ha estado en uno de esos abrazos tan suyos. Porque puede ser sintiendo alegría o tristeza, llorando o riendo, incluso gritando. Porque ella siempre está ahí, tanto en las buenas como en las malas. Ahora mismo me fijo en las malas, y me doy cuenta de que ella es la única persona con la que he compartido tantas emociones que tengo dentro. Ya ni me acuerdo de cuantas veces he llorado con ella, estando en sitios tan inimaginables, en clase, en mataleñas, en las llamas, en la playa, en secta... pero justo en esos mismos sitios también recuerdo que hemos pasado momentos de los buenos, de los mejores. 
Y es que ir a clase todos los putos días nadie lo aguanta pensaréis, bueno pues yo sí. No estoy loca ni nada, es sólo que hay veces que me apetece ir a clase, que hay días que he llegado de bajón y he acabado con la mayor sonrisa que sé, que tengo una suerte que debería dar las gracias más a menudo porque no sabéis lo que es llegar a clase y que allí esté una personita, toda feliz o toda triste, pero ahí. No sé qué sería de mí si no fuese así siempre, porque es ella quien puede subirme el ánimo, con quien puedo compartir las cosas buenas y malas, y porque a mí me gustaría ser tan buena para ella como lo es para mí. Porque estar en clase y que te llegue una notita así "Buenos días chiquitina! pd: no me la devuelvas que nos pillan", te saca sin querer una buena sonrisa. Esas cosas sólo vienen de ella, y todavía la guardo en el estuche, me gusta tenerla ahí, ese es su sitio.
Ella ya lo sabe, que es un componente esencial de mi vida. 

Como si estás haciendo una sopa y te sabe sosa, le añades sal ¿no? Pues perdonadme pero la voy a considerar como la sal. Pensará jesús se ha vuelto loca. Pue' no. Yo todavía me acuerdo perfectamente de ese año en cuarto de la eso, porque ahí empezó lo que ella llama mi transformación. Sí que yo he dicho que es una sal, pero ella a mí me llama experimento, no sé que es peor... Bueno, el caso es que no me imagino que puediese haber sido otra forma, es que tenía que pasar, que el karma es muy sabio. Que si tenía que cruzarme con ella en la vida, qué mejor momento que ese, qué mejor que pasar estos años de adolescencia con sus consejos y sus manías, su manera de ver las cosas, de hacer sentir bien a los demás. Porque ha sido este tiempo en el que las dos buscamos ser felices, aprender a serlo, y yo creo que lo hemos conseguido. La felicidad no es que te quieran o te dejen de querer. No es que un chico te haga caso o pase de ti. No es llevarte bien con tus padres o tener ganas de tirarlos por la ventana. No es que te suelten piropos y palabras de suerte o que te digan palabras que desaniman. No es decir "soy feliz". Por pensarlo no te hace más feliz. Nadie sabe lo que es la felicidad, y a la vez, todos lo sabemos. Porque puedo afirmar que hay tantos tipos de felicidad como personas hay en el mundo. Cada uno sabe lo que le hace feliz, con lo que está bien. Las personas de nuestro alrededor no son nuestra felicidad, son un complemento que claro que nos aporta felicidad, pero no la completan. La felicidad está en uno mismo, sale del corazón. Es el mejor sentimiento, mejor que el amor, mejor nada, porque a veces te aporta la adrenalina que necesitas para hacer cosas impensables. Es la felicidad el centro de todo. Y todas esas cosas que nos afectan tanto, como el amor, no es más que eso, algo que está por debajo pero que cada uno le da la importancia que quiere. ¿No habéis pensado nunca en personas que aparentan ser muy felices con cosas que a ti no te hacen feliz? Es por eso, porque cada uno tiene su propia pirámide de Maslow, cada uno da prioridad a unas cosas para conseguir su felicidad. 
Yo ya sé lo que es mi felicidad, cómo conseguirla, rodéandome de pescas, en un futuro me plantearé vivir bajo del mar totalmente... Pero para mí no es sólo eso, no puedo sentirme del todo feliz si por ejemplo está ella a mi lado sufriendo. ¿Cómo se puede ser feliz así? no se puede, porque imagináos que tenéis en la mano un corazón de papel, rojo, y lo cortáis en varios trozos. Pues bien, para que ese corazón esté feliz le hace falta que todas sus partes, todas, estén felices y contentas. Cuando lo están, yo también estoy feliz. Y por supuesto, la felicidad se puede crear porque hay momentos de felicidad máxima, que a lo mejor duran media hora, pero que puedes asegurar que durante ese tiempo has sido feliz. Será porque no conocéis "la cara", que no sabéis de lo que hablo. Ella no lo sabe, pero os juro que es experta en fabricar ese tipo de momentos. Que en cualquier momento te viene con alguna cosa imaginada, con algo con que hacerte reír, con algún plan de esos de improvisto. Sí, la felicidad también es improvisar, querer a lo loco, gritar sin miedo a prejuicios, ser uno mismo, vivir la vida, cuidar a los demás, querer, dar abrazos hasta dejar sin respiración, dar para recibir, querer, tirar deseos por el faro, soñar como niñas, reír, llorar, comer, darte caprichos y dárselos a los demás... y después, pararte a ver todo eso desde fuera, ¿va todo eso en conjunto bien? entonces es que eres feliz. Es que ella es parte de mi felicidad, no como complemento, sino como parte esencial. Es que ella es así, y no que cambiarle nada, tan suya, tan feliz. Ella sabe que la quiero, pero no sabe cuánto. Sabe que la necesito, pero no sabe hasta qué punto, creo que no existe punto y final

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